Entrevista > Ramón Campos / Artista (Linares, Jaén, 24-agosto-1950)
Ramón Campos es un artista singular, como su historia personal. Casado con una francesa, se trasladó al país vecino hace más de medio siglo -a la zona de Saint-Étienne- y allí pudo casi de inmediato demostrar sus conocimientos arquitectónicos.
En Francia, sin embargo, no manifestó su faceta artística. Llegó curiosamente al regresar, instalado en Torrevieja, “a medio camino entre mis hijos y nietos (Lyon) y mis padres (Linares). No tardó en enamorarse de la localidad, por las posibilidades culturales que ofrece.
Comenzó haciendo pintura, simultaneándola pronto con la escultura. Recientemente deslumbró en Orihuela con la exposición ‘Me llamo barro aunque Miguel me llame’, un precioso homenaje a la obra de Miguel Hernández, nuestro poeta más ilustre.
¿Cuándo te empieza a interesar el arte?
Siempre lo ha hecho. Al finalizar el bachillerato en Linares le anuncié a mi padre que deseaba hacer Bellas Artes, pero su respuesta -clásica de la época- fue “con eso no se come”.
Decidí entonces estudiar algo cercano, Arquitectura, aunque acabé en Granada formándome en una especialidad más técnica.
Tu vida cambió poco después.
Me casé con Chantal y nos trasladamos a su país de origen, Francia. Fui muy bien acogido, formé familia -mis hijos y nietos residen por Lyon- y adquirí la nacionalidad gala. Una de las cosas que primero me di cuenta es que allí no importa el diploma, sino el saber hacer.
¿Por qué volviste entonces?
Echaba mucho de menos mi país, porque, aunque ahora por cuestiones burocráticas oficialmente solo soy francés, mis raíces son muy españolas. Estuvimos en varios sitios (Denia, Altea, Alicante…), hasta descubrir Torrevieja, una ciudad sencilla, pero con un nivel cultural altísimo y a un precio muy asequible.
«De lo primero que descubrí en Francia es que allí no cuenta el diploma, sino el saber hacer»
¿Cómo es tu arte, tu estilo?
Me inicié en pintura, en un taller de Torrevieja y el destino hizo que conociera al oriolano Jesucristo Riquelme, uno de los que mejor conoce la vida y obra de Miguel Hernández.
Él me instó a interpretar su obra en tres dimensiones, en escultura, algo que jamás se había hecho. El resultado, porque es el poeta que más me inspira, ha sido la exposición ‘Me llamo barro aunque Miguel me llame’.
¿Te empapaste de su obra?
Es muy fuerte y áspera, casi araña el espíritu, igual que mi escultura. Así quise reflejarlo en mis obras, las primeras que hacía en esa disciplina.
¿Aprendida de forma autodidacta?
Casi. Recibí unas clases de Conchi Vaquero en un taller para personas mayores en Torrevieja. Me aconsejó cómo manejar la arcilla, pero después, lejos de corregirme, me alentó a que siguiera con un estilo totalmente dispar.
«Mi escultura ‘La obra de Miguel Hernández’ anhela ser el compendio de todo el legado del poeta»
¿Cuáles son las esculturas que destacarías?
Al finalizar las catorce obras dedicadas a Miguel Hernández, deseé hacer una que fuera el compendio de todo el legado del poeta. Acabó siendo una escultura en forma de libro titulada ‘La obra de Miguel Hernández’.
¿Por qué la exposición llevó ese nombre singular?
Fue precisamente Jesucristo Riquelme el que lo propuso, debido a un poema que contiene esa estrofa, “me llamo barro aunque Miguel me llame”. Además, como las obras son de ese material, en este caso el barro habla sobre Miguel.
¿Qué es lo que más sorprende al visitante?
Pienso que todo, aunque el público se reserva mucho las opiniones. El alcalde de Torrevieja, Eduardo Dolón, no obstante, me resaltó que es algo que no se ha visto nunca en la comarca.
Pinturas y poemas se han hecho muchas, miles, de Miguel Hernández, pero no esculturas. Me encantaría que la exposición se hiciera también en la localidad que vivo.
«Junto a la muestra expuesta en Orihuela participo en tres de Torrevieja, ¡estoy en una nube!»
En Torrevieja ya habías expuesto.
Exacto, de pintura, llamada ‘Trazos y volúmenes’, en el Casino. En junio se llevará a cabo otra, con el tema del mundo alrededor del vino, y con el Taller de Cerámica he colaborado en una más escultórica, en el Centro Virgen del Carmen.
No paro, se puede decir que ¡estoy en una nube!, jamás he disfrutado tanto.
¿Tus obras se pueden adquirir?
Sería un gran deseo, todas menos las dedicadas a Miguel Hernández, que ojalá pudieran ubicarse en su casa-museo.
Por último, ¿aprecias diferencias culturales entre España y Francia?
Muchísimas. En España estamos más cerca de los sentimientos, mientras en Francia se valora más lo abstracto y contemporáneo. Aquí siento que tengo más posibilidades de expresarme, pese a que allí le dan más importancia a la capacidad y saber hacer, como decía.
En Francia, por ejemplo, no debería haber trabajado como arquitecto, sino como aparejador o delineante, pero cuando vieron que albergaba unos sentimientos de crear y hacer volúmenes me dieron todas las facilidades. He podido hacer escuelas, laboratorios…