Se lo decía el propio Eduardo Escalante (1834-1895), desde la introducción de ‘Una sògra de Castañòla. Comedia bilingüe en dos actos y en verso’ (1875): “A la distinguida actriz doña Amalia Mondéjar. Amalia: Hace tiempo que tu nombre debía ir al frente de alguna de mis obras (…) Para dedicarte una de estas; mi deseo era que correspondiese al mérito de la actriz que tantos aplausos ha alcanzado en la escena valenciana”.
Y claro: “Ninguna de las que he escrito satisface mis deseos; pero (…) te dedico la presente, seguro de que tu nombre le prestará a la obra el mérito de que carece”. ¿Por qué el insigne Escalante se deshacía en elogios ante Amalia Mondéjar? De quien desconocemos su fecha de nacimiento, aunque no del todo la de fallecimiento (el 21 o 22 de diciembre de 1891). Fue una de las grandes actrices cómicas.
Burguesía inquieta
Pongámonos en época, aquel siglo XIX en que València ciudad iba a vivir su gran empujón urbanístico, convirtiéndose en un imán demográfico. El derribo de sus murallas, con el año 1865 agregando un aspa fundamental a la biografía urbana, permitiría la expansión de la urbe hasta convertirla realmente en la metrópoli que hoy es. Quizá una gran metáfora se encuentre en la creación de la Fira de Juliol o Feria de Julio.
Nacida en 1891, a instancias del escritor y político Pascual Frígola y Ahiz (1822-1893), primer barón de Cortes de Pallás, la idea era la de pergeñar, como respuesta burguesa a las crecientes y populares fallas, una fiesta elitista, surgida desde las clases pudientes como escaparate de poder ante quienes visitasen el acontecimiento. Vana querencia, puesto que el pueblo iba a acabar por hacer también suya esta celebración.
València iba a vivir su gran empujón urbanístico en aquella centuria
Metrópoli creciente
El caso es que burguesía y necesidad de mostrar poderío iba a resultar una buena combinación, cuando la propia ciudad decidía vestir de gala e ir acicalándose año tras año. Así, el ‘cap i casal’ contaría con agua potable a partir de 1850 y luz eléctrica desde 1882. Se creaban, recreaban o potenciaban instituciones. Así, la fundación en 1879 del Ateneo Mercantil valenciano.
Culturalmente, será el gran momento del movimiento artístico, cultural y literario de la Renaixença (renacimiento) valenciana, surgido entre mediados y finales de esta centuria. Corriente que pretendía revitalizar lengua y cultura propias y que, en el teatro local, tendría uno de sus puntales en las piezas humorísticas denominadas sainetes, surgidos en el siglo XVII (a partir del entremés, del XV), en cuyas representaciones abundan exitosos nombres femeninos.
Sucederá el gran momento del movimiento cultural de la Renaixença
Valenciano popular
Estas piezas satíricas, que en muchos casos se sustentan en un valenciano popular, a pie de calle, generarán un teatro costumbrista donde se retrataba irónicamente la vida cotidiana, con sus conflictos, costumbres y habla particulares. Estas obras cómicas se escriben pensando específicamente en unas crecientes clases media y baja.
Nutrido público que aplaudía o abucheaba obras y personajes, según, que comentaba, reía o se enfadaba, desde la platea, lo mismo desde butaca preferente que en el gallinero, hasta pateando si tocaba, y que seguía con notable fidelidad a sus actores o actrices preferidas. En este contexto, pues, Amalia Mondéjar se convertirá en una de esas monarcas del escenario, aunque no reinó sola.
A través de ellas, la vida, pese a los temas tratados, fue mucho más feliz
Continuidad actoral
Con el reportaje ‘¡Y por fin ya somos europeos!’ hablábamos de Luisa Puchol Butier (1894-1965), actriz internacional y cantante cómica valenciana, también hija del Antonio Puchol Ávila (1872-1929), director musical y compositor especializado en zarzuelas, y además madre de los actores Antonio (1928-2010) y José Luis (1923-1968) Ozores y del cineasta Mariano Ozores, nacido en 1926. Pero Luisa Puchol era heredera de una tradición.
Recogía un acerbo interpretativo que, en el siglo XX, la centuria pasada, también abonó nombres (que además han abarcado la dramaturgia más ‘seria’ y el naciente cine) como Emilia Clement (1903-1993) o Empar Ferrer (nacida en 1947). Una buena manera de asomarnos a este panorama es abriendo las páginas del libro ‘El teatre valencià (1845-1945). La revelància de les actrius’, escrito por Gabriel Garcia Frasquet.
Ramillete de salas
Volviendo al siglo XIX, aquel en que arrancaban el Teatro Apolo (1876-1969), el Princesa (1853-1989), el Principal (inaugurado en 1832), el Tívoli (1877-1892) o, en el exótero entonces del hoy barrio del Cabanyal, la sala del mismo nombre (1856-1959). A cuando triunfaron varios autores en su mayoría adscritos a la Renaixença, como Josep Bernat i Baldoví (1809-1864) o Rafael María Liern (1832-1897).
Fue un teatro de crítica social, con temas ‘duros’, como la política o los malentendidos matrimoniales, servidos, eso sí, por actrices como Leocadia Alba y Abad (1866-1952) o Loreto Bru (1855-1931), quien, como muchas de su época, al igual que Luisa Puchol, también fue tiple (soprano, pero con una voz de registro más agudo). A través de ellas, la vida, para su público, pese a los temas que trataban, fue mucho más feliz.