La obra del petrerí Vicente Poveda, en palabras de los críticos, se caracteriza por una enorme exquisitez, técnica depurada y colores brillantes. Con su estilo conquistó al público de la época gracias a la amplia variedad de temas que cultivó, y aunque destacó principalmente como acuarelista, amasó también una amplia producción de retratos y paisajes.
Durante años fue un artista casi olvidado, incluso entre sus propios paisanos, pero con el correr del tiempo la Historia del Arte le ha sabido situar con justicia entre los más grandes pintores alicantinos del siglo XIX.
Algunas de sus obras son propiedad de importantes instituciones privadas y públicas como el Museo del Prado, que posee dos de sus cuadros. En Petrer, cuenta también con un extenso reconocimiento dando nombre a una calle y a la sala de exposiciones del Centro Cultural. Este mes recordamos la figura de nuestro conciudadano a los noventa años de su fallecimiento.
Nacimiento
Vicente Poveda y Juan vino al mundo en Petrer el 20 de febrero de 1857 en la calle Mayor, 6, siendo bautizado en la iglesia parroquial de San Bartolomé.
Su padre, Joaquín Poveda, conocido como ‘el tío Monis’, fue un importante terrateniente y comerciante de almendras, y su madre, Francisca Antonia Juan, descendía de una familia con una acomodada posición económica, así que no es difícil adivinar que tanto el joven Vicente, como los otros tres hijos que tendría el matrimonio, gozarían de una posición desahogada que permitiría a todos los hermanos cursar estudios.
Nació en Petrer el 20 de febrero de 1857 y fue bautizado en la iglesia de San Bartolomé
Pintor precoz y llegada a Madrid
Desde temprana edad, Vicente manifestó unas extraordinarias dotes artísticas que le inclinaron hacia la pintura. Con veintiún años, la Diputación de Alicante le concedió una beca que le permitió estudiar en la prestigiosa escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, así que, en julio de 1878, el artista de Petrer tomaría rumbo a la capital de España, donde sería alumno de Federico Madrazo, figura clave del arte del siglo XIX.
Fue precisamente este reconocido pintor romanticista quien introdujo a Poveda en las pinturas de retrato e histórica, temas recurrentes del arte decimonónico de la época.
La primera exposición en la que nuestro protagonista intervino fue en agosto de 1879 en los salones del ayuntamiento de Alicante y en el Consulado del Mar con un óleo de pequeño formato titulado ‘Hidalgo de pie’.
Mientras, durante su estancia en Madrid y como parte de su aprendizaje, se empapaba de los grandes maestros de la Historia del Arte acudiendo al Museo del Prado, donde realizaba copias de cuadros de pintores reconocidos. Con tan solo veinticuatro años, participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes exponiendo un lienzo. A la vez, mostraba también sus dotes como pintor en exposiciones del Círculo de Bellas Artes, uno de los templos más importantes de la cultura madrileña.
Dos de sus lienzos son propiedad del Museo del Prado
Roma
A mediados de 1882 se le acaba la pensión de la Diputación y, para poder continuar con su perfeccionamiento como artista, solicita una nueva beca. En esta ocasión, dejaría la capital de España y marcharía con veinticinco años a Roma para un periodo de tres años, gracias a una segunda ayuda económica por una cuantía de 3.000 pesetas.
En la Ciudad Eterna se alojó en la Via Margutta, 53, muy popular entre artistas y bohemios. A pesar de la distancia con su país de origen, Poveda no perdió el contacto con los círculos artísticos españoles interviniendo en concursos nacionales de pintura.
El 24 de mayo de 1884 se inauguraba en Madrid la Exposición Nacional de Bellas Artes, en la que el artista de Petrer expondría un lienzo realizado en Roma titulado ‘Valle de lágrimas’, con el que obtendría una medalla de tercera clase. Un galardón que repetiría tres años después con el lienzo de gran formato ‘La muerte del príncipe de Viana’. Ambas obras son en la actualidad propiedad del Museo del Prado.
Da nombre a una calle y a una sala del Centro Cultural
Periodo formativo
En el verano de 1885 se le acabó la pensión de la Diputación, pero ese contratiempo no le hizo abandonar y, cautivado por el ambiente artístico que se respiraba en la ciudad del Tíber, decidió fijar su residencia definitiva en Roma, donde viviría el resto de su vida.
Poveda continuaba ampliando su formación artística acudiendo a diferentes academias, donde practicaba la pintura de pequeño formato, el dibujo, y, sobre todo, la acuarela, una técnica que llegaría a dominar plenamente.
Su estancia en Roma la compaginaba con amplias temporadas en Venecia. Allí, pintaba vistas representativas de la ciudad e interiores, destacando obras como ‘Pozo veneciano’, o ‘Pintando en San Marcos’, realizada al óleo en 1889. Paulatinamente, comenzaba a dejar de lado los temas históricos para abrazar una temática costumbrista.
Casamiento con una italiana
Noviembre del año 1895 marcó una fecha clave en su vida al contraer matrimonio civil con la italiana Carolina Gina Bravesca, una mujer entroncada con la aristocracia italiana que impulsó la introducción de Poveda en los círculos eclesiásticos del Vaticano, con los que mantuvo una estrecha relación solicitándole diversos encargos. De su matrimonio no tendría descendencia.
Con el correr del tiempo, el artista seguiría concurriendo a exposiciones europeas en ciudades como Viena, Múnich, Berlín, Londres o Madrid, donde cosecharía el aplauso de los críticos.
El 1 de agosto de 1935, a los 78 años de edad, Vicente Poveda falleció en la Plaza Navona, 93, dejando tras de sí una técnica depurada y una interesante obra artística repleta de cuadros coloristas y luminosos.
Para honrar perpetuamente la memoria de uno de sus hijos más ilustres, Petrer ha sabido agradecer su contribución a la historia de la pintura poniendo su nombre a una calle de la localidad y a la sala de exposiciones del Centro Cultural.