Entrevista > Ana Olcina / Actriz y creadora (Paterna, 15-marzo-1995)
No estaba previsto que Ana Olcina llegara a este mundo, pero su madre -agradecida por superar una grave enfermedad- quiso dar otra vida. Quizás por eso, como ella misma remarca, “siempre he querido ser muchas cosas”, y siendo adolescente ya ganó dos premios literarios, en narrativa y poesía.
Deseosa de seguir aprendiendo, primero estudió Filosofía, aunque rápidamente cambió, buscando desarrollar su pasión teatral en la Escuela Superior de Arte Dramático de València. El último año lo cursó en Oporto, “ciudad que me marcó eternamente”.
Ana se atreve con todo, pues escribe, recita poemas, baila, interpreta, da clases de yoga, es integradora social… “Sin duda, las artes vivas son la mejor respuesta ante la actual pandemia de redes sociales y pantallas”, sentencia, “necesitamos urgentemente una nueva educación que aprecie el espacio artístico”.
¿De pequeña ya te fascinaba la literatura?
Me gusta decir que escribo incluso antes de saber escribir, porque le contaba historias a mi madre y mi hermana Júlia -quince años mayor, todo un referente- para que las redactaran. Quedan todavía algunos recuerdos de esos relatos.
Disfrutaba leyendo todas las novelas de Michael Ende, especialmente ‘La historia interminable’ (1979), el libro por excelencia de mi infancia. Después me han gustado otros, colocando en los primeros puestos a ‘La casa de los espíritus’, de Isabel Allende, ‘Hamnet’, de Maggie O’Farrell, y ‘La mujer habitada’, de Gioconda Belli.
«Sin duda, las artes vivas son la mejor respuesta ante la actual pandemia de redes sociales y pantallas»
Te gusta, asimismo, rescatar figuras femeninas olvidadas.
Exacto, como Jeanne Baret (botánica francesa, primera mujer en dar la vuelta al mundo a través de sus océanos) o Jella Lepman, escritora y periodista alemana que ayudó a recuperar la cultura de su país tras el nazismo.
¿Ya querías ser escritora?
Realmente siempre he querido ser muchas cosas. Jamás me he visto como alguien unidimensional, pues me interesan tantos aspectos, sobre todo los temas vinculados con la justicia social, el teatro, el movimiento… Por eso comencé a estudiar Filosofía.
¿Pero la interpretación te llamó mucho más?
Sin duda. El teatro me aporta filosofía en movimiento. Dejé la carrera para iniciar otra, Arte Dramático, una de las mejores decisiones de mi vida: siempre tendré tiempo de regresar a Filosofía.
«Jamás me he visto unidimensional: me interesa todo lo vinculado con la justicia social, el teatro, el movimiento…»
Háblanos de ‘Las casitas del Barrio Alto’.
Mi primera obra original, de 2019, tutorizada por Creu Hernández, mi ‘mamá’ teatral y acompañada en la guitarra por Sebastião Silva. La historia -basada en un relato real- trata de un barrio rico en Suiza, coronado por un puente, en el que, a pesar de la paz reinante, son muchos los que deciden quitarse la vida lanzándose desde el propio puente, impactando en las casas situadas abajo.
Lo consideré una imagen tan metafórica, de cómo nos hemos segregado a nivel socioeconómico dentro de las ciudades. Me pareció irónico, pues la riqueza suele habitar las partes altas, pero no aquí, donde reciben las miserias de los pobres.
¿Fundaste entonces Arrel Teatre?
Junto a otros compañeros de la universidad. Pusimos en escena una versión de ‘Divinas palabras’, función adaptada por Ramón Moreno, grandísimo profesor. Hubiéramos querido seguir, pero llegó la pandemia, que tanto daño provocó en nuestra cultura.
Defínete como actriz.
Soy actriz y creadora, más latente esta parte en los últimos años. Me gusta fijarme en aquello que es difícil de apreciar, lo que está escondido. Igualmente ver las conexiones entre diferentes disciplinas, entendiéndonos como seres emocionales, físicos, históricos…
Es importante que en mi espacio de trabajo convivan todas estas cuestiones, desde lo más emocional a lo más corporal, político o histórico.
«Estoy escribiendo mucha obra poética, recogiéndola en un poemario al que únicamente falta titular»
¿De algunas obras estás más orgullosa?
Pienso en ‘La libertad se toma’, la creación que acabó derivando en la consolidación -junto a María de Plata- de mi actual compañía, ‘Colectivos Soberanas’. Ésta nació a finales de 2023 tras un viaje de seis meses por India, en el que perfeccioné técnicas de yoga y danza y me enfrenté a la dimensión social y el peso que tiene viajar sola siendo mujer.
Destaco también toda la obra poética que estoy escribiendo (y recitando): por fin trabajo en un poemario al que únicamente le falta el título. Espero publicarlo pronto.
¿También has colaborado con Teatre de l’Abast?
En diversos proyectos que me enorgullecen, como el primero, ‘Jenni, la dona que volia salvar el món’, una pieza infantil en el que una chica (extremadamente valiente) piensa que puede con todo, hasta que comprende que necesita ayuda. Es una simbología del reparto descompensado de las tareas del hogar.
¿Cuál es tu última propuesta?
‘Un gira-sol entre la polseguera’, texto premiado en el concurso ‘Acotaciones en la Caja Negra’. Este mes de septiembre, de hecho, con ‘Colectivos Soberanas’ comenzamos una residencia de creación en nuestro estimado Espai Inestable. ¡Ojalá en breve podamos anunciar su estreno!