Entrevista > Teresa Vilanova / Actriz y profesora de interpretación (Burjassot, 12-enero-1956)
Teresa Vilanova, todo un referente, estudió Figurinista, “para elaborar trajes de fantasía, porque me gustaban los vestuarios teatrales”. Siendo muy joven se presentó a las compañías existentes en València, pero ninguna quiso contar sus servicios y decidió marchar a Barcelona.
En la Ciudad Condal trabajó para dos grupos (‘La Farándula’ y ‘Copihue’), éste último de calle, “enamorándome por completo de ese tipo de teatro”. De regreso a nuestra tierra fundó ‘Tachin Tachan’ y seguidamente ‘La Burbuja Teatro’, “coincidiendo con el Naranjito del Mundial’82”.
¿Qué representó para ti el teatro de calle?
Me pareció muy interesante que fuera gratuito. Durante ese periodo, en Barcelona, vi los primeros intérpretes subidos a zancos, un aspecto que también me llamó mucho la atención.
Igual que un concierto de Carlinhos Brown, en plenas Fiestas de la Mercè. Me deslumbró, sobre todo cuando al final del show comenzó a tocar un bombo, movilizándonos a todos.
¿En ese momento tu vida cambió?
Podría ser, porque al regresar a València le dije a mi íntimo amigo Manuel Puchades “¡quiero hacer teatro!” Él también lo tenía claro, incluso si debía ir por una carreta por los pueblos (ríe). Pero nos juntamos varios más y fundamos nuestra primera compañía.
¿’La Burbuja Teatro’?
Primero fuimos ‘Tachin Tachan’, con los que duramos una temporada estival. Todavía sin centro dramático, contratamos a Juan Madli -tristemente fallecido en julio- para que fuera nuestro maestro.
Por una serie de desacuerdos nos tuvimos que dividir, montando entonces ‘La Burbuja Teatro’, en 1982. Estuvimos juntos diez años, hasta que nos volvimos a fraccionar.
«En un concierto en Barcelona Carlinhos Brown me fascinó por su facilidad para movilizarnos a todos»
¿Tan grande llegó a ser?
‘La Burbuja Teatro’ se concibió de un modo en el que todos íbamos aprendiendo, de Madli o Nilda Varela. También debíamos crear la música, el guion, la coreografía y el vestuario.
Tiempo después sufrí una separación y otra serie de problemas, estaba cansada y me quise tomar un tiempo.
¿Por eso solo actuáis una vez al año?
Los máximos responsables ahora de la agrupación, mi hija (Paula Mata) y su marido, Ricardo Fàbregas, tuvieron mellizos y su tiempo es mucho más limitado. Además, como decía, yo ya me había desvinculado y únicamente me dedicaba a la dirección y el vestuario.
¿No echas de menos actuar?
En cierta manera sí, porque sobre las tablas sentía que estaba en otro mundo. Hasta que no subía al escenario -ya fuera en sala o en la calle- notaba muchos nervios, tenía necesidad de ir constantemente al aseo…
Pero una vez estoy en el escenario es otra cosa. Me satisfacía, por supuesto, el aplauso del público, es muy gratificante.
«‘La Burbuja Teatro’ se concibió de un modo en el que todos íbamos aprendiendo de Juan Madli o Nilda Varela»
Recuérdanos alguna anécdota.
Me considero una persona totalmente agnóstica. Sin embargo, en algunas de las actuaciones he rezado el Padre Nuestro para que mis compañeros no sufrieran ningún percance.
Había momentos complicados, como deslizamientos por los edificios en rápel o una pirotécnica complicada. Jamás tuvimos un accidente, así que en cierto modo funcionaba. Mi dogma en realidad es creer en todos los posibles, sin descartar ninguno.
¿Cómo ha evolucionado el teatro en estos cuarenta años?
Uff, muchísimo. Lo que realmente me fascinaba era el teatro de calle, lo extraño muchísimo: llegamos a hacer un espectáculo cómico denominado ‘El Entierro’, vestidos todos de blanco y negro, sin zancudos ni pirotecnia, pero con una magia muy especial.
¿Esas funciones eran sorpresivas para el público?
Hemos tenido de todo. Años atrás, hasta principios de los noventa, eran comunes los festivales de teatro de calle por las ciudades españolas. En Sueca, por ejemplo, se llamaba Festival de Teatro de Mimo.
«Hasta que no subía al escenario (de sala o calle) sentía muchos nervios, necesitaba ir mucho al aseo»
Precisamente, ¿cuáles han sido tus obras más relevantes?
De calle debo destacar ‘Mascarada medieval’, con la que recorrimos numerosas ciudades de Europa (Francia, Alemania, Países Bajos, Polonia…), igual que ‘El Entierro’, ‘Sobre ruedas de la carrera’, ‘El Bufón’ o ‘Batucada UHO’.
No nos hacía falta interpretarlo en otro idioma, porque era totalmente visceral, las bajadas de rápel que señalaba anteriormente. Una vez a un compañero le prendió fuego el traje -por un fallo pirotécnico- y los asistentes aplaudían, sorprendidos.
Ya de sala, ‘Proçes Ti Ti’, en el Rialto, ‘La bruixa pititiesa’, ‘Las Merywonders’ y ‘Sueña gallos’, para un público más infantil.
También has dado clases. ¿Qué has aprendido de los alumnos?
Ha sido en colegios, fundamentalmente, y me enseñaron a perder la vergüenza y a ser valiente sobre el escenario. La última representación dejé que la dirigieran ellos mismos.
Pero la docencia es otra faceta que también he abandonado, pues lo que ahora me hace ilusión de verdad es la percusión.
¿Dónde tocas exactamente?
En una batucada que pertenece a la Escuela Furia, me chifla. No paro de mejorar, también gracias a mi profesor particular, Vichent Martínez.