Estas masas boscosas están sufriendo como pocas los rigores del cambio climático y también el abandono de las actividades en el campo. Viven a su libre albedrío, en un enfrentamiento continuo por unos recursos cada vez más escasos, lo que las coloca al filo del precipicio y las ha condenado a depender de un hilo cada vez más fino.
Bosque mediterráneo amenazado
Puede que ese hilo que mantiene el equilibrio acabe por romperse y se desencadene un desastre ambiental del que sea difícil recuperarse; que agudice un problema tan serio como el de la desertificación y venga a recordar cómo la mala gestión (o mejor dicho, la nula gestión) del monte realizada de unas décadas a esta parte se paga, al igual que todos los errores que se cometen en esto de la gestión ambiental.
La situación del bosque mediterráneo de coníferas en algunos puntos del Sureste peninsular es alarmante y está cerca de llegar a un punto de no retorno, a no ser que se acometan una serie de actuaciones coordinadas y bien diseñadas por los especialistas, para reducir la vulnerabilidad en la que se encuentran las masas boscosas de este entorno.
¿Qué hace vulnerable al bosque mediterráneo?
Para ello, el grupo Ecología Forestal y Dinámica del Paisaje de la Universidad de Jaén, dirigido por José Antonio Carreira, dentro del proyecto de investigación “CGL2013-CoMoReAdadpt” financiado por el MINECO, ha analizado diversos enclaves forestales, incluidas zonas de fuera de España como Marruecos y Turquía, para identificar factores e indicadores de la vulnerabilidad de los árboles del bosque mediterráneo al estrés climático.
Este estudio ha servido para generar protocolos de intervención y tratamientos que mejoren la adaptabilidad de los bosques, con los que se reduzcan fenómenos como el decaimiento y la mortalidad de árboles, a consecuencia del recrudecimiento de las condiciones climáticas.
Aumento de la vulnerabilidad climática
José Antonio Carreira explica que se está observando un aumento de la vulnerabilidad climática en las masas forestales, que se hace mucho más patente en zonas donde este cambio está siendo más acusado, y como ejemplo pone ciertos puntos del Sureste donde los bosques viven al límite de su capacidad.
Estudio en laboratorio sobre un ejemplar de bosque mediterráneo.
Espacios como la zona Sur de Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas, la Sierra de Baza, la sierra de Los Filabres o la zona almeriense de Sierra Nevada, castigados por la sequía de años anteriores cuyas consecuencias, a pesar de que este año en cuanto a precipitaciones ha sido muy bueno, persisten y son difíciles de superar sin una actuación sistematizada para la mejora de la resistencia de los bosques.
“Se aprecian fenómenos de decaimiento forestal, con alteraciones en la velocidad a la que se produce en engrosamiento de los troncos de los árboles, la altura que alcanzan, la disminución de su porcentaje de follaje habitual o su resistencia a la sequía, entre otros rasgos, vinculados con el estrés climático”, explica este investigador de la Universidad de Jaén.
Objetivo, reducir la mortalidad de árboles
El objetivo último de esta investigación es conocer a fondo los procesos y mecanismos naturales implicados en esta vulnerabilidad, reconocidos como moduladores del cambio, para corregir a tiempo este decaimiento y evitar que derive en la mortalidad de árboles.
Muchos de estos factores moduladores están relacionados con la propia estructura de las masas forestales, del bosque mediterráneo.
“En bosques con estructuras más diversas, con árboles de distintas especies, diferentes tamaños y con distintas distancias entre ellos, las relaciones de competencia de los árboles por conseguir luz y agua son más asimétricas, y la tendencia a la mortalidad generalizada es menor que en bosques más uniformes, dónde los árboles tienen más o menos la misma edad, la misma altura y la misma distancia entre sus troncos”, afirma este investigador.
Sierra de Los Filabres, ejemplo de bosque en decadencia
Esta situación es la que se vive, por ejemplo, en la almeriense sierra de Los Filabres, un espacio repoblado en los años 50 tras décadas desnudo y expuesto a la pérdida de suelo fruto de la erosión. La repoblación fue fundamental para retener el poco suelo que quedaba sano, sin embargo, las actuaciones no debieron quedarse solamente en llenar el monte de pinos. Faltó una actuación continuada en el tiempo, para reducir la densidad del arbolado y reducir la competición por los recursos del suelo.
Salvo actuaciones coyunturales, esta gestión del monte no llegó y se dejó que el bosque se expandiera solo, lo que dio como resultado una masa forestal débil y expuesta a todo tipo de amenazas.
Superpoblación y poca variedad de especies
Los factores que hacen especialmente vulnerable al bosque mediterráneo de coníferas del sureste, según este experto de la Universidad de Jaén, son diversos, entre los que destacan la superpoblación y la poca variedad de especies.
Hace un par de años se registró una plaga de procesionaria como hacía años que no se había producido. Esta oruga que ataca a los pinos encontró el entorno adecuado para hacerse fuerte y causó daños de consideración en bosques de toda la geografía del Sureste, en gran medida, porque se encontró hectáreas y hectáreas de pinos, ya de por sí algo debilitados por la falta de lluvias.
Si el bosque hubiera sido más diverso y menos denso, las consecuencias de la plaga de procesionaria no habrían sido tan graves, tal y como ocurrió en la Sierra de Baza, donde se registró una inusualmente elevada mortalidad de árboles.
Falta una “política planificada” en el manejo de los bosques
“No ha habido una política muy planificada en el manejo de los bosques y por lo tanto la tendencia ha sido a una fuerte densificación de las masas forestales con estructuras muy cerradas que incrementan la vulnerabilidad climática”.
Esta situación contrasta con la de los bosques analizados en la Cordillera del Rif y del Atlas (Norte de África), donde todavía persisten los usos humanos tradicionales y donde no se observan los mismos síntomas de decaimiento forestal que aquí.
Consecuencia del abandono de la actividad rural
“Paradójicamente aquellas áreas forestales en las que se aplican políticas de conservación ambiental más estrictas, como es el caso del Sur de España, los bosques se vuelven más vulnerables que en algunas zonas donde no se aplican estas medidas y donde ha persistido la intervención humana pero de baja intensidad”, destaca el investigador de la UJA.
Este mismo caso se da en otras zonas forestales del Sur de África, California, Chile o Australia que han tenido una corta tradición de actividad humana y que, tras el cese o la disminución de ésta, sus bosques se están volviendo más densos y por lo tanto la competencia es mayor y el índice de decaimiento y mortalidad de los árboles también.
“Las perturbaciones, siempre que sean del tipo y la intensidad adecuada, ayudan por lo tanto a la estabilidad de los ecosistemas”, señala el investigador, quien añade que el fuego, igualmente, también juega un papel importante desde el punto de vista evolutivo para la estabilidad de los bosques en la región mediterránea.
Experiencias piloto en bosque mediterráneo de Ronda
A partir de este trabajo se han puesto en marcha diversas prácticas experimentales en determinadas áreas de la Serranía de Ronda destinadas, precisamente, a reducir el nivel de competencia de los árboles por el acceso a la luz, el suelo y el agua, y a hacerlos más resistentes a la sequía.
En este sentido, este proyecto de investigación parte de una perspectiva integrada en la que se tienen en cuenta tanto patrones relacionados con el paisaje y la estructura de los bosques, como el estudio molecular y genómico de los árboles. La meta, en definitiva, es usar esta información para crear programas de intervención y protocolos que las administraciones forestales puedan implantar en sus políticas de acción.
Este proyecto de investigación se enmarca dentro del Programa Retos, del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, y cuenta con la colaboración de Universidad Pablo de Olavide (Sevilla), el Instituto Pirenaico de Ecología (Zaragoza) y diversos centros de investigación de Suiza, EEUU y Reino Unido, entre otras entidades. Hasta la fecha se han analizado bosques del Sur de España (Serranía de Ronda, Sierra Mágina, Sierra de Cazorla, Sierra de Baza) y diversas áreas forestales del Norte de África, Turquía, Finlandia o Suiza, entre otros enclaves.