Vivimos en una sociedad plagada de personas que solo quieren oír su verdad, a las que la tecnología les ha dado la herramienta ideal para insultar, ofender y expresarse de una forma cobarde, sin dar la cara, protegidos en una red social y, en muchas ocasiones, incluso con falsos nombres o de forma anónima.
Estafando
Me da mucha pena ver personas que se han estado lucrando en trabajos, eso sí pidiendo que se les pague en ´negro`, mientras cobraban ayudas del Estado, como la ayuda familiar. Pero es más lamentable cuando esas personas van de ´progres`, pertenecen a la ejecutiva de algún partido y desde ahí nos quieren dar lecciones al resto e incluso gobernarnos.
Tampoco es de extrañar ciertas actitudes, ya que en la política nos tienen desgraciadamente acostumbrados a eso, como podemos ver a nivel nacional con los casos del comisario Villarejo. En lugar de cada uno agachar la cabeza y depurar responsabilidades, siempre se las pide al otro porque claro, “lo suyo es peor”.
Y lo malo es que sus seguidores lo apoyan y repiten como loros bien educados. ¿Imagina que un hijo suspendiese siete asignaturas y la defensa de sus padres fuera que “peor es el del vecino que ha suspendido ocho”?
La bajeza y la nobleza
La nueva nobleza son aquellos que se creen en poder de la razón. Políticos que si no oyen lo que quieren te acusan de estar ´vendido` a otros, etc. y gente que insulta siendo ellos unos corruptos.
Vemos en las informaciones como constantemente al final pocos tratan de aportar, de sumar y seguimos estancados en el famoso ´y tu más`, en la defensa atacando, en la falta de autoanálisis y autocrítica, como si uno fuera mejor porque robase menos que el vecino… pues no, sigue siendo un ladrón.
A nuestro medio muchas veces nos acusan de ser de un signo u otro, siempre dependiendo de que en ese momento les haya gustado o no lo publicado. Incluso, curiosamente, nos pueden llegar a tachar de un signo u otro dependiendo del periódico de una localidad concreta y hasta en una misma población de un mes a otro.
Escuchamos a quien aporta
En esta reflexión quiero insistir en nuestra filosofía, creo que compartida por muchos ciudadanos y, seguramente, de forma especial por nuestros lectores. Nosotros nos hacemos eco de aquellas propuestas que nos mandan sin necesidad de tener que criticar a otro, aquellas en las que se dice que mejoras se plantean.
Quizá algún día publiquemos un especial que podríamos titular: ´si este es el nivel, mejor nos vamos`. Es asombroso ver los insultos burdos y sin sentido que se ofrecen en ciertos comunicados de prensa para realmente no decir nada, solo descalificar. Cierto es que tienen su púbico.
Tecnocracia
Y puesto que se van acercando las elecciones municipales, me gustaría hacer otra reflexión: ¿se está llevando la gobernabilidad municipal hacia la tecnocracia? O lo que es lo mismo, si al final el manejo va a ser de personas no elegidas por sus propuestas sino en base a temas de rentabilidad, ¿cuál va a ser la motivación de los electores?
Los cambios de la legislación en los últimos años han restado poder a los políticos locales, limitándoles la toma de decisiones y de inversión, obligando a enfrascarse en complicados procesos de licitación hasta para las más pequeñas inversiones. Y toda esa carga añadida de trabajo, sin permitir la incorporación de nuevas personas, y ni siquiera de renovación, ya que los ayuntamientos solo pueden contratar una persona por cada dos jubilaciones.
Interventores
Pero a todos esos obstáculos, y algún otro, se une el ´poder` que han adquirido los interventores. Es evidente que siempre han tenido una responsabilidad inherente a su cargo, preferentemente la de asegurar la corrección de las operaciones, pero es hoy en día cuando los alcaldes no se atreven a mover un dedo sin su autorización. Hasta la más pequeña actuación debe tener un visto bueno.
Y estas personas, como casi todo el mundo, tienen su visión de las prioridades, su forma de ver las cosas, su manera de interpretar las leyes y, aunque suene mal, su ideología. Se han convertido en una especie de jueces, y su acción puede paralizar o retrasar los proyectos políticos, que en definitiva son a los que votamos con el sano interés, por parte del elector, de que lleven a cabo lo que nos promete en campaña.
Teóricos
Nos estamos fabricando un sistema lleno de teorías y cada vez más carente de fórmulas prácticas. Constantemente se aprueban leyes que incrementan y limitan más sobre las anteriores, que de por sí no se aplican.
Como ejemplo un botón: hace unos días se pudo ver un programa realizado por Alberto Chicote denunciando en Ibiza caterings ilegales que, además, tratándose de alimentación, suponen un riesgo para la salud pública.
En concreto se hacía eco de 27 empresas ilegales denunciadas por la asociación del gremio en la isla. La respuesta política, para justificar su pasividad, es que carecen de inspectores suficientes para visitar a esos ilegales y a los 2.000 establecimientos que sirven comida de forma legal y regulada.
La realidad, desgraciadamente, es más simple. Es más cómodo visitar a algunos de esos 2.000 y sancionarlo, ya que al que está dentro del sistema, localizable y con toda la documentación exige menos esfuerzos, y si además se endurecen las leyes es muy rentable con pequeños incumplimientos, que hacer una verdadera labor de perseguir e ir detrás de los que están fuera del sistema (aunque no sean tan difíciles de localizar si los medios de comunicación somos capaces de hacerlo).