Investigadores y profesionales del ámbito docente y sanitario han determinado, en un simposio especializado en sostenibilidad y salud, que para hacer frente a los retos de la crisis climática y el desafío demográfico será conveniente adaptar nuestra dieta alimentaria de acuerdo con la eficiencia.
Este concepto tiene para los expertos un carácter “multifuncional”, que aumenta su complejidad y requiere de un “consenso” entre instituciones, empresas e individuos a la hora de producir y consumir los alimentos.
El investigador del Observatorio de Alimentación ODELA, Jesús Contreras, ha destacado en su ponencia que estas decisiones alimentarias están condicionadas en primer lugar por las cadenas de producción y distribución.
En su opinión, se deben evitar situaciones como la que reflejó la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con sus datos de 2010; donde, por ejemplo, Ecuador aparecía con el maíz como el segundo producto más importado y el tercero más exportado.
“Si te sobra, para qué lo compras”, ha expresado de forma coloquial Contreras.
Así pues, durante dos jornadas, el evento organizado por el Instituto Danone “Alimentación, Salud y Sostenibilidad”, ha analizado los principales problemas que enfrenta la sociedad en esta materia.
El crecimiento urbano mundial -se estima que el 68 % de la población vivirá en ciudades en 2050-, ha provocado la necesidad de instalar circuitos de distribución más amplios y que, por tanto, requieren mayor atención a criterios de sostenibilidad que eviten carencias futuras.
Por esta razón, el profesor y catedrático de Nutrición y Epidemiología de la Loma Linda University (Estados Unidos) Joan Sabaté, ha solicitado a los ciudadanos de zonas desarrolladas mayor responsabilidad a la hora de elegir su dieta, ya que en estos lugares “tienen la posibilidad de elegir”.
Y es que, para ellos, la elección de los hábitos alimentarios no solo se debe a un tema económico o de salud, sino también medioambiental.
“Si todo lo que se desperdicia se considerara un país, sería el tercer país del mundo en emisiones de gases de efecto invernadero tras China y Estados Unidos”, ha matizado Sabaté.
En esta línea, el director científico del EAT/Stockholm Resilence Centre, Fabrice DeClerck, ha argumentado que “el 20-30 % del impacto negativo medioambiental se debe a los procesos de producción de alimentos”.
DeClerck cree que las mejoras en este campo no conllevan “una inversión elevada” y se ha inclinado por un consumo lógico que evite los desperdicios o el gasto ineficaz de recursos.
En la segunda mesa, “Retos para la investigación en los próximos años”, el catedrático del Departamento de Historia Económica, Instituciones, Política y Economía Mundial de la Universidad de Barcelona, Enric Tello, ha abogado por una “bioeconomía circular”, basada en el cultivo con energías renovables.
Junto a él, han estado presentes la investigadora del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias de la Generalitat de Cataluña (IRTA), Asunción Anton, y la investigadora del Instituto francés de Agricultura, Alimentación y Medioambiente (Inrae) Nicole Darmon.
EFE