En 1992 Tom Cruise llevó a las pantallas la historia de los inmigrantes, pioneros en los todavía jóvenes Estados Unidos de finales del XIX, que en busca de riquezas y nuevas oportunidades se lanzaron a la conquista del oeste americano. ´Far and away` no deja de ser un drama romántico que, como siempre ocurre en estos casos, se corona con el triunfo, en el amor y en su periplo vital, de sus guapos protagonistas.
Salvando todas las distancias, su historia encuentra ciertas similitudes con aquellos primeros residentes extranjeros que llegaron a la Marina Baixa para asentarse y comenzar aquí una nueva vida.
Merette Ihlen Marandi y Martine Mertens son dos de aquellas mujeres a las que el azar de la vida trajo a la comarca y cuyos planes iniciales, que pasaban por una estadía corta, acabaron de forma muy distinta. Hoy, casi medio siglo después de la llegada de la primera, recuerdan juntas como ha sido este camino que ambas, sin dejar lugar a la duda, no se arrepienten de haber recorrido.
«Cuando llegué sólo pretendía quedarme una temporada para aprender el idioma»
El idioma, reclamo inicial y fundamental
Merette llegó por primera vez a España “en mayo del 68. Me llamaron desde España diciendo que habían construido 80 casas vendidas y ninguno de los clientes entendía español y ellos apenas hablaban inglés. Yo estaba en el último año de instituto y había optado por aprender español en el primer grupo de seis personas de toda Noruega que lo hacía. Yo no quería. Tenía otros planes, pero al final, me convencieron. Llegué a l’Alfàs a través de un vuelo a Niza, Barcelona y Valencia y desde allí, con la Unión de Benissa, hasta la Plaza Triangular de Benidorm”.
«Lo que me hizo echar raíces fue el amor. La zona ya era atractiva de por sí. Al final, todo ayuda a tomar la decisión»
“En mi caso lo que me hizo echar raíces fue el amor”, explica Martine, que recaló por primera vez en la Marina Baixa en 1988 y volvió, para quedarse, en 1989. “La zona ya era atractiva por sí. El paisaje, la naturaleza, el tiempo, la gente… todo ayudaba a hacer más fácil tomar la decisión”.
Cegada por las luces de neón
Aunque parezca mentira, visto con ojos actuales, la llegada de una noruega a la Marina Baixa de finales de los 60 se podía comparar, en cuanto al impacto inicial, con el aterrizaje en una gran ciudad llena de luces de neón y oportunidades de ocio. Noruega no era todavía la potencia económica que es hoy en día, pero las diferencias eran también muy grandes entre las dos culturas.
“Cuando llegué aquí, como el resto de las compañeras de clase, lo que pretendía era salir a cualquier sitio del mundo. Es una costumbre muy arraigada en Noruega”, explica Merette sobre su desembarco en aquella España predemocrática.
«Lo primero que me llamó la atención al llegar desde Noruega fueron las luces de la discoteca 007 de Benidorm»
“Lo primero que vi cuando llegué fueron las luces de la discoteca 007 de Benidorm. Nunca lo olvidaré. Yo venía de una ciudad sencilla. Noruega no había descubierto el petróleo todavía y encontrar un lugar para que los jóvenes se pudieran divertir era difícil. Vi aquello y dije ¡madre mía! Pero cuando llegué a l’Alfàs me di cuenta de que esto era auténtico”.
Pero ya desde aquellos arranques, el destino parecía confabular para que aquella joven noruega que no había cumplido los 20 años acabara asentándose en l’Alfàs del Pi. “Mi madre había comprado la casa un año antes, así que aprovechamos para venir y amueblarla. Eso nos permitió conocer el pueblo poco a poco. No había apenas calles asfaltadas. Sólo lo estaba la Calle del Generalísimo, que, por supuesto, no se llamaba García Lorca. Era como si el poeta no existiese, pero en mi mundo sí, porque yo ya había comprado todos los libros para seguir estudiando”.
20 años de enormes cambios
La España que Martine Mertens se encontró en 1988 poco o nada tenía ya que ver con la que le dio la bienvenida a Merette 20 años antes. Años más tarde ambas acabarán siendo parte fundamental en la vida social del municipio que eligieron para echar raíces. Ilhe Marandi fue una de las fundadoras del potente Club Noruego de l’Alfàs del Pi y Mertens es hoy en día concejala de residentes de otras nacionalidades en el consistorio alfasino.
Pese a ello, Mertens recuerda que “cuando llegué aquí por primera vez noté un cambio muy grande respecto a Bélgica. España acababa de entrar en Europa y para regularizar mi situación las cosas no eran fáciles. Como ocurre ahora con cualquier no europeo. Noté mucho la diferencia con las inversiones que se hicieron de cara a 1992, el año de los Juegos y la Expo. En ese momento hubo un cambio muy grande. En año y medio cambió todo”.
Al igual que su vecina y amiga noruega, Mertens reconoce que en su primera visita “en ningún momento me planteaba quedarme aquí. Lo que pasa es que uno empieza a conocer gente, encuentra trabajo y van pasando los días y los años y, casi sin darse cuenta, llevas 30 años aquí. Vas funcionando, estás a gusto y no te planteas volver. Todo fluye y es un proceso natural”.
«Sólo tuve dudas cuando mis hijos eran pequeños»
Pese a que los planes iniciales no eran los de quedarse, tanto Ilhe Marandi como Mertens tienen muy claro que fue la decisión correcta. Enfrentadas a la cuestión de si en algún momento tuvieron dudas, ambas responden con un rotundo “no”.
Mertens sí matiza que “cuando mis hijos eran pequeños sí me planteé si no sería mejor vivir en Bélgica. Yo veía la diferencia en cuanto a ayudas para ellos y pensé si no merecería la pena cambiar. Pero en mi caso aquello no era una opción. Mi marido nunca habría venido y es cuando uno se da cuenta que realmente tiene su vida aquí. Decidí quedarme y nunca me he arrepentido”.
«Cuando llegué, mi madre me escribía una carta a la semana y hablábamos por teléfono una vez cada 15 días»
Arraigadas en la zona
A Mertens fue el amor el que la ató a la Marina Baixa, pero el caso de Merette es distinto. Ella acabó casada con un hombre que tampoco tiene sus raíces en la zona. “Mi marido vino más tarde. Yo tenía a mi madre y sus amigas aquí. Yo me sentía un poco obligada a ayudarlas. En aquellos años tenía un novio alemán y se presentó aquí diciéndome que había conseguido un buen trabajo en Nueva Zelanda. En ese momento yo ya tenía muchas responsabilidades. Se estaba desarrollando la Colonia Escandinavia y teníamos 200 casas mayoritariamente con extranjeros. Además, no sería el gran amor de mi vida porque si no, me hubiese ido”.
«Si mis hijos deciden irse les apoyaría… pero no me importaría que se quedaran cerca»
Años después, aquellas dos jóvenes residentes recién llegadas son madres y reconocen que preferirían que sus hijos e hijas no pusieran tantos kilómetros de por medio con ellas, pero matizan que “todo ha cambiado mucho. Cuando yo llegué”, recuerda Mertens, “mi madre me escribía una carta todas las semanas y hablábamos una vez cada 15 días porque el teléfono era carísimo. Hoy en día, con Facebook, Whatsapp, Skype… puedes estar en contacto constante”. Pero, pese a todo, no pueden evitar confesar: “si es una decisión suya, lo apoyaría, pero por otro lado… no me importaría que se quedaran aquí”.
La importancia de la vida asociativa
Merette fue una de las fundadoras del Club Noruego de l’Alfàs del Pi, una de las agrupaciones de residentes más potentes de la comarca y espejo en el que se han mirado otras muchas para nacer y crecer. En un primer momento, fueron puntos de encuentro en los que los recién llegados podían encontrar consejo y guía para su nueva vida.
Con el tiempo, es cierto, se han ido encerrando más en su propia endogamia. Tanto Merette como Martine hablan un español perfecto, pero no todos los casos son iguales. Personas que residen en la Marina Baixa tantos o más años que ellas apenas son capaces de juntar dos palabras en el idioma local. “No lo apruebo, pero lo entiendo”, argumenta Mertens al ser preguntada si no les molesta que no todos hayan hecho el mismo esfuerzo por integrarse.
«Es una pena que muchos no aprendan el idioma porque se pierden mucho del país en el que viven»
“Muchos de los que vienen son personas de cierta edad”, prosigue, “que viene con muy buenas intenciones de aprender el idioma hasta que conocen gente de su misma nacionalidad. Llegan a esas asociaciones y clubes de residentes, que están muy bien organizados y tienen una gran oferta de actividades, y esa necesidad de aprender español desaparece porque ya tienen una vida social. Pero es una pena, porque se pierden un montón del país en el que viven y porque eso les hace depender mucho de otras personas para muchas cosas”.
El dinero no lo compra todo
Hay un dicho popular que reza aquello de que ´uno es de donde pace y no de donde nace`. Tras más de 50 y 30 años, respectivamente, en la Marina Baixa, Merette y Martine son dos vecinas más de, en su caso, l’Alfàs del Pi. En una comarca con tanta influencia extranjera, no tiene sentido, nadie lo hace, hablar sobre sentimientos identitarios.
Lo que importa, porque eso es lo que empujará a las nuevas generaciones a emprender el mismo viaje y la misma aventura que ellas arrancaron en los 60 y 80 del siglo pasado, es saber con qué se quedan. Cómo resumirían, en la menor cantidad de palabras posible, aquello que, tras tanto tiempo, sigue atándoles a esta tierra.
“En mi caso, en primer lugar, mi familia. Pero también la luz, la alegría, el clima…”, arranca Mertens. “Es un ´pack`”, confirma Ilhe Marandi. “Lo hablamos muchas veces. Sobre todo, con los noruegos. A pesar de que ellos ganan mucho más que nosotros y que pueden comprarlo todo con su dinero, yo no lo cambiaría por nada”.