Entrevista > Miguel Candela / Marinero (23-octubre-1928)
La expresión viejo lobo de mar muy probablemente encuentra sus orígenes en las novelas Moby Dick y La Isla del Tesoro.
En las novelas, la expresión se aplicaba a personajes que compartían las características de edad un poco más que madura y, sobre todo, de su experiencia y sabiduría en hechos relacionados con la navegación.
Al decir que una persona es un viejo lobo de mar, expresamos que es alguien que ha adquirido sabiduría y una gran experiencia en las labores marineras.
Heredar sabiduría
Miguel Candela es por lo tanto, a sus 91 años, un auténtico lobo de mar, y uno de los más veteranos de Santa Pola. Sigue conservando la fuerza de un hombre duro y es algo que se nota al estrechar su mano, y tiene una impresionante memoria para recordar todo su pasado.
Se echó a la mar con solo 14 años. Entonces no se paraban los barcos los fines de semana, ni los festivos y había pocos descansos, porque se trabajaba de día y de noche. El pescador de antaño se tenía que guiar en el mar por la experiencia, y con los pocos medios rudimentarios que tenía en sus manos, ya que no existían los medios tecnológicos que existen hoy en día como GPS plotter, sondas digitales, sonar, batimetría 3D… donde te sale el fondo marino, etc.
Solían heredar todo el saber de la experiencia y la práctica de sus padres y abuelos para saber dónde se encontraban los buenos caladeros.
«Lo que antes hacíamos entre quince ahora lo hacen entre tres o cuatro sin apenas esfuerzo»
¿Cómo empezó su historia en el mar?
Empecé a trabajar oficialmente a los catorce años en barcos no muy grandes, de unas 30 toneladas, que pescaban en la bahía de Santa Pola.
Entonces los barcos no eran tan modernos como los de ahora, con tantos medios técnicos que te facilitan el trabajo. Lo que antes hacíamos entre quince ahora lo hacen entre tres o cuatro sin apenas esfuerzo. Entonces hacíamos de todo: ayudar en la cocina, revisar las redes, engrasar…
En Santa Pola todo el mundo tiene un mote, especialmente los marineros. ¿Cuál es el suyo?
Yo soy Miguel el catorce, pero el apodo me viene de mi abuelo, que era muy fuerte, tanto que decían que tenía más fuerza que 14. De ahí el nombre.
«En la posguerra incautaron los barcos y la pesca era para repartirla entre las tropas»
¿Aunque era muy pequeño guarda algún recuerdo de la posguerra civil?
Yo era un niño pero ya empezaba a trabajar, y recuerdo que incautaron los barcos y la pesca era para repartirla entre las tropas. A los dueños de los barcos los metieron en la cárcel por revelarse.
Fueron tiempos difíciles en los que se pasaba mucha hambre y el pescado que comíamos teníamos que robarlo porque no nos daban ni para comer. Yo hice muchos viajes al campo de Elche para poder comer.
¿Cómo era en su juventud la vida de un marinero?
Corrían los años 40. Cuando embarcábamos era para periodos de seis meses y principalmente viajábamos a Marruecos a pescar caballa y bonito. Yo me casé muy joven, y cuando mis hijas eran pequeñas y volvía no me conocían y eso era muy duro.
Cuando llegábamos a algún puerto lo primero que hacíamos era buscar una ducha porque en el barco no había, y pasaban semanas con la misma ropa húmeda. Apenas teníamos tiempo libre, se trabajaba sin descanso, pero si pienso en la generación de mi padre era mucho más duro. Entonces iban a vela.
«Fue en los barcos donde nació el caldero»
¿Solo se alimentaban de pescado en los viajes?
Era nuestra despensa habitual. No teníamos ni aceite y el pescado lo hacíamos asado o en caldero. Todo se echaba a la olla directamente del mar con agua y poco más, pues normalmente no teníamos ni patatas.
Aquel caldo caliente y el pescado tan fresco tenía un sabor especial, y fue precisamente en los barcos donde nació el caldero. Ahora se le echan muchas más cosas, pero en el barco nos apañábamos con lo que teníamos.
¿Trabajó en otros tipos de embarcaciones?
Claro. El servicio militar, por ejemplo, lo hice en un submarino en el que pasé dos años.
¿El mar ha dejado secuelas en su salud?
Menos de las que esperaba. Solo las típicas producidas por la humedad que hace que a veces duelan los huesos, pero también es lógico por mi edad. Muchos de mis compañeros han padecido reuma o enfermedades de los bronquios, pero yo he tenido mucha suerte. Aquí estoy para demostrarlo a mis 91 años.
Mi tiempo libre ahora lo dedico a andar tanto por la mañana como por la tarde y a descansar, que ya he trabajado bastante.
«En dos ocasiones pensaba que no la contaba»
¿Ha vivido momentos de peligro?
En dos ocasiones pensaba que no la contaba. La primera vez ya estaba casado y tenía una hija. Yo estaba en la cubierta remendando redes y hacía mucho viento. El patrón ya me había advertido que me bajara pero yo seguí. Vino un golpe de viento y me arrastró.
Me pude agarrar pero me quedé colgando con el cuerpo fuera. Menos mal que el mecánico del barco me pudo agarrar y conseguí volver a cubierta. En aquel momento solo pensaba en mi hija.
La segunda vez lo pasé peor. Fue en un puerto marroquí y caí al agua y pensaba que no salía. Consiguieron sacarme, me dieron agua con vino para el susto y seguí trabajando. A mi mujer nunca se lo dije.
«De la pesca me fui a trabajar a un petrolero, después en un barco de correo y también en un platanero que recorría todas las islas canarias»
Su mujer Teresa, que está junto a él, asiente con la cabeza. Me cuenta que durante los meses que su marido estaba fuera pasaban seis meses sin ningún tipo de comunicación, a lo sumo una carta. Siempre con la incertidumbre de si regresaría.
¿Aquello le hizo replantearse las cosas?
Me fui a trabajar a un petrolero. Allí el sueldo era seguro y no me jugaba la vida. Después trabajé en un barco de correo, y también en un barco platanero que recorría todas las islas canarias. Venía a casa muy a menudo en ambos casos.
Mi vida entonces era más tranquila y les enviaba a mi mujer y a mis tres hijos el sueldo todos los meses. Y así toda mi vida hasta que me jubile hace ya 30 años. Toda mi vida ha transcurrido en el mar.