Pese a las muchas décadas que los expertos llevan avisando a toda la humanidad del cataclismo que nos espera, parece que no ha sido hasta los últimos dos o tres años cuando el planeta, a excepción de aquellos que no quieren ver más allá de sus propias convicciones, ha sido realmente consciente de la gravedad y, quizás, irreversibilidad de proceso destructivo que supone el cambio climático.
Los temporales, que siempre acompañaron al levante español, han cambiado de forma radical en los últimos tiempos. Aquellas ‘gotas frías’ que, si bien se ensañaban con la región dejando miles de litros de agua concentrados en muy pocas horas, se han convertido en fenómenos mucho más virulentos y graves.
Un mar Mediterráneo cada vez más caliente y unos movimientos de las masas de aire, que en nada se asemejan al patrón que durante siglos fue habitual, nos dejan como regalo unos temporales que, como nos han recordado lo meses de tránsito entre 2019 y 2020, serán cada vez más frecuentes y destructivos.
La Playa de l’Espigó ha revitalizado la actividad comercial de la zona
Al mar lo que es del mar
Por ello, proyectos como el del Frente Litoral de Altea, que lleva gestándose y realizándose desde hace tantos años, parecen haber tomado el impulso que nunca antes tuvieron. Porque en este tipo de proyectos no sólo hablamos de una reforma del aspecto visual de la costa sino, sobre todo, de devolverle al mar lo que es del mar para que, de esta manera, deje de reclamar con tanta voracidad lo que es suyo cada vez que el viento sopla con fuerza.
“Altea tenía un charco donde las aguas estaban estancadas y se había instalado un evidente mal olor”, recuerda José Orozco, concejal de urbanismo de la Villa Blanca, al hablar sobre la ya completada primera fase de ese proyecto. “Al abrir todo ese espacio hemos recuperado una playa que ha reforzado, como lo hará también la segunda fase, la singularidad de Altea con un gran espacio público en la primera línea que mejora, además de otras cosas, la seguridad medioambiental”.
Un cambio, el del charco por la nueva Playa de l’Espigó, que no sólo ha supuesto una nueva imagen para la primera línea de Altea, sino que ha revitalizado la actividad comercial de la zona. “Ha ganado mucho. Sólo hay que preguntar a los propietarios de restaurantes o de pisos en ese lugar. Ellos te dirán que la obra ha sido fundamental para revitalizar su actividad”.
Las piedras de la Playa de l’Espigó no se están perdiendo con los temporales
Protección frente a temporales
Pero si hay algo que podía preocupar, tras la desaparición del charco y la recuperación de la Playa de l’Espigó, era, precisamente, su comportamiento frente a los envites del mar y de la climatología.
No habría sido la primera vez en la que la intervención del ser humano sólo hubiese servido para empeorar una situación ya de por sí complicada, pero eliminar elementos artificiales, para retornarle a la naturaleza su propio diseño parece, tal y como demuestra la experiencia alteana, ser siempre la mejor opción posible.
“Las piedras de la playa no se están perdiendo”, sentencia Orozco. “Es verdad que cuando viene el temporal hay que regenerar de nuevo la playa, pero las piedras que están ahí están protegiendo la estructura del paseo. Hemos tenido dos temporales muy fuertes y hemos comprobado que la playa está funcionando bien. Toda esa infraestructura marina está sirviendo de protección para terrazas, propiedades o el propio paseo”.
Volver a lo natural
Orozco recalca, en ese mismo sentido, que el buen comportamiento de la nueva playa frente a los temporales no es algo que venga dado por su origen artificial, sino que, en cualquier caso, es producto de haber regresado a la solución que la propia naturaleza pensó para ese problema.
Tal y como explica el responsable de urbanismo de Altea, “la playa no es artificial. Lo que era artificial es lo que había antes, que suponía parapetar toda la franja litoral. Sí es verdad que toda la piedra que se añadió para favorecer esa playa no está desapareciendo. Los temporales nos la tiran encima y las máquinas la vuelven a colocar. Los cálculos de los ingenieros fueron los correctos”.
La segunda fase eliminará un aparcamiento y creará otra nueva playa
Menos coches, más personas
La segunda fase del proyecto del Frente Litoral de Altea plantea, como ya es sabido, “eliminar la zona de aparcamiento y cambiarlo por la recuperación de una playa accesible, aumentando espacios peatonales, arbolado, zonas infantiles…”, explica Orozco. “En la primera fase recuperamos una zona de aguas estancadas y ahora queremos darle continuidad, creando una playa donde ya no la hay y dando a la gente un espacio que ahora es de los coches”.
Una actuación que, en cualquier caso, no eliminará por completo el tráfico de la primera línea alteana ya que, como reconoce Orozco, “lo único que estamos quitando es el aparcamiento. El resto del vial que pasa por el paseo marítimo seguirá como hasta ahora. A nivel marítimo sí que es verdad que se unirá con la Playa de La Roda, pero la parte terrestre no cambiará tanto”.
Se trata, como todas las actuaciones que se encaminan a revertir el alocado proceso de destrucción de patrimonio natural que caracterizó la segunda mitad del siglo XX, de un proyecto con unos costes tan elevados como lo son sus potenciales retornos. “A grandes rasgos, se trata de un proyecto de cinco millones de euros”, explica el edil de Urbanismo. “De ellos, dos y pico los pagará el Ministerio, que son los que corresponden a la parte marítima. Del resto, que es la parte terrestre, se hará cargo el Ayuntamiento”.
División de opiniones
Pero como siempre ocurre, cuando hablamos de obras y restructuraciones de un calado tan importante, no existe un consenso total en cuanto a la idoneidad del tipo de solución que ofrece el proyecto del Frente Litoral de Altea. El propio edil de urbanismo reconoce que “hay división de opiniones, incluso entre los propios alteanos”.
Uno de los principales temores que surgen, en todos los casos en los que se pretende eliminar parte o la totalidad del tráfico rodado en una zona urbana, es qué impacto tendrá, no sólo en la actividad de esa área sino en todo el municipio.
Orozco explica que “la oposición, en concreto el PP, sigue defendiendo que hay que crear un parking subterráneo”, pero, a la vez, opina que “viendo dónde está el nivel freático y teniendo en cuenta que cada vez que hay un temporal esa zona se está inundando, hacer el parking subterráneo y no quitar el vial supone lo que supone”.
La ley del mar
A fin de cuentas, son dos visiones opuestas y contradictorias. La que defiende Orozco es la que pasa por “recuperar un espacio que ahora mismo no es para las personas”. Pero más allá de la utilidad que los vecinos y visitantes de Altea le puedan dar a la zona más próxima al mar, lo que se ha hecho evidente en los últimos años es el empeño del Mediterráneo por reclamar lo que, antes de que el hombre vertiera hormigón y asfalto sobre él, siempre le perteneció.
“Lo que está pasando ahora nos parece lógico”, asevera el responsable del área de urbanismo de Altea. “El ser humano se ha ido acercando mucho al mar, por decirlo suavemente. Ahora se está demostrando que el mar tiene su ley particular y no entiende de otra cosa que no sea reclamar lo suyo”.
Por ello, defiende el modelo propuesto en el proyecto del Frente Litoral, ya que, “cuando haces una playa también estás protegiendo toda la infraestructura interna. Esas piedras de las que tanto se queja la oposición porque no tenemos playa de arena, están frenando los temporales de una forma brutal”.
Un futuro proyecto pasa por unir Altea y l’Albir con un nuevo vial interior
Pasear hasta l’Albir
De nuevo, los intereses medioambientales se entrecruzan con los de los posibles usos que el ser humano le puede dar a la zona costera de un espacio urbano cuando se habla del futuro, ya más a largo plazo, de la transformación de la primera línea de Altea. Porque no debemos olvidar que Altea no termina en el Club Náutico, punto y final de la segunda fase del actual proyecto, sino que se extiende hasta su límite con l’Albir, en la zona de Cap Blanc.
En el futuro se podrá pasear desde el Río Algar hasta la Serra Gelada
En ese sentido, Orozco explica que, “con suerte, queremos desarrollar otro proyecto que lleva Conselleria que es el del Puerto-Ciudad’. Imagina lo que sería poder pasear, en un futuro no muy lejano, desde el Río Algar hasta la Serra Gelada”.
En esa tercera fase, volvemos a encontrarnos con un problema relacionado con el tráfico y el espacio dedicado a los coches. Especialmente, en la zona en la que actualmente el mar rompe directamente contra la escollera sobre la que se asienta la Carretera de l’Albir, un rompecabezas de difícil solución.
Un nuevo vial ‘interior’
Para solventar ese dilema, José Orozco adelanta la que, actualmente, parece la posibilidad que más opciones tiene de salir adelante y que, hasta ahora, no se conocía. “Estamos dándole vueltas a la idea de hacer un vial interno para conectar Altea con l’Albir y con la carretera nacional, y dejar esa carretera pegada al mar como un espacio peatonal”.
Se trataría, en cualquier caso, de una solución muy parecida a la que ya implementó, hace décadas, el municipio vecino de l’Alfàs del Pi con su primera línea de playa. Si la solución final pasaría, como en el caso de la primera y segunda fase del proyecto Frente Litoral de Altea, por crear una playa que se una con la de Cap Blanc es algo que el edil de urbanismo no quiere adelantar todavía.
“Hacer más playa son proyectos que quedan siempre en la mano del Ministerio. A día de hoy estamos muy centrados en llevar adelante la segunda fase. Luego, en el futuro, habrá que hablar de muchísimas cosas. Desde la posibilidad de regenerar Cap Blanc o Cap Negret”, explica.
Se busca crear un paseo que pudiera asemejarse a lo que ya existe en l’Albir
Un nuevo diseño
“En el Plan General de Ordenación Urbana que hemos remitido a Conselleria y que está pendiente de ordenación”, explica Orozco, “está pintado como un vial interno que pasaría por el Cap Blanc para darle un uso distinto a la carretera actual que, cada vez que viene un temporal importante, los gastos que conlleva su arreglo son brutales”.
En definitiva, de lo que se trata, como ya sucedió con la primera fase y va a suceder en breve con la segunda, es de “darle una vuelta de rosca completa a cómo está diseñada Altea y crear un paseo que pudiera asemejarse a lo que ya existe en l’Albir. Ese sería el objetivo”.
En cualquier caso, todo pasa por poner en marcha, al fin, la esperada segunda fase del proyecto, algo que, como explica Orozco, sucederá en breve. “La intención que tenemos es la de firmar el convenio con el Ministerio a finales de febrero. Eso daría paso a la fase de licitación de la obra, que puede tardar cinco o seis meses. Así, querríamos empezar las obras pasado el verano para no interrumpir la temporada alta. En octubre queremos poner la primera piedra”.