Llevamos más de dos meses viviendo desde dentro una película de terror. Parecemos extras de aquel largometraje de Steven Soderbergh (2011) titulado Contagio, en el que una mortal enfermedad surge en China y se transmite por el sencillo contacto. Todo ello en un ambiente de ciudades vacías, aeropuertos cerrados, trajes especiales, mascarillas…
El País se ha parado casi en seco. Muchísimas personas han visto frustrados sus proyectos de vida personales, laborales, empresariales… y todo ello debido al ya famoso Covid-19.
Marionetas
Durante muchas semanas nos han estado metiendo en la cabeza todo lo malo que nos iba a ocurrir si no obedecemos como fieles corderitos, e incluso nos han convertido en vigilantes para que los que están a nuestro alrededor cumplan a rajatabla lo que ordena el poder establecido sin poder cuestionar nada.
Esto no es nuevo. Ahora se ha hecho en nombre del miedo, y en otros momentos de la historia se hizo en el nombre de Dios y las plagas que nos podía mandar si no cumplíamos, en el del César o en el del Rey… Lo cierto es que parece que han conseguido que los ciudadanos sean más capaces de criticar al vecino que a la gestión.
Verlo venir
A nivel mundial se sabía que esto iba a ocurrir en algún momento. Es más, el coronavirus actual ya ha tenido sus predecesores hace muy pocos años, aunque no hayan alcanzado a nuestro país.
Lo cierto es que con estos precedentes nadie se había preparado y España carece de un protocolo de emergencia sanitaria ante una pandemia, lo que ha provocado improvisación y, por lo tanto, prueba – error y consecuencias catastróficas que nos acompañarán muchos años.
Declaraciones
A finales de febrero, desde esta misma editorial, decía que el alarmismo de los medios era exagerado y lo hacía basándome en las informaciones que nos facilitaba el Gobierno y su ´comité de expertos`. «En general en España el riesgo va a ser bajo o muy bajo”, decía en rueda de prensa el 26 de febrero Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias.
Días más tarde, el 4 de marzo, Simón salía para comentar que “la participación en eventos no es algo de riesgo, no hay que ser alarmistas”; de hecho el 7 de marzo, la vicepresidenta Carmen Calvo animaba a todas las mujeres a asistir a las manifestaciones del 8 de marzo: “les va la vida en ello”, afirmó varias veces.
Falta de un protocolo
Recorridos aparte, lo cierto es que se ha improvisado, por esa falta de un protocolo en el que todas las partes sepan desde el minuto uno que tienen que hacer, y no se ha puesto a funcionar una maquinaria rápida (y más que viable) para tener a tiempo EPIs (Equipos de Protección Individual) para sanitarios, ni test para controlar por dónde evolucionaba el virus, ni hospitales de campaña para apoyar las urgencias…
…y llegó el caos. Ante la saturación de unos hospitales sin medios, ni previsiones, ni conocimientos solo queda una medida desesperada: el confinamiento. Los sanitarios no se habían enfrentado a ensayos de una posible pandemia de este tipo, y muchos ni tan siquiera al uso de EPIs.
Con todos confinados en efecto se frenan los contagios y, una vez saneados los hospitales de gente, se puede rehacer parte de la vida cotidiana. Pero, ¿qué hemos quedado atrás?
Lo peor de todo, miles de muertos a los que los familiares no han podido dar una despedida adecuada, han tenido que dejarles morir sin poder verlos y luego creer que han sido enterrados correctamente ya que ni han podido acompañarlos. Pasar así las etapas del duelo es muy difícil.
¿Expertos?
El Gobierno decretó el estado de alarma, adquiriendo así todos los poderes, en lugar de otros posibles, como el de ´Emergencia de interés nacional` en el que no se eliminan las competencias a las comunidades autónomas.
El Gobierno nos habla de expertos, que toman decisiones importantísimas (y contradictorias entre ellas muchas veces) para nuestro presente y futuro, pero de los que no sabemos nada, con una total falta de transparencia, y de los que por lo tanto desconocemos su preparación y su experiencia para tomar decisiones de ese nivel.
Otros países
Se habla mucho de que esto ha pasado en todos los países, con consecuencias similares, pero podemos mirar casi a cualquier lado, desde Portugal a Alemania, pasando por Suecia o Corea y veremos que eso no es así.
La gravedad de una pandemia mundial no se puede negar, y posiblemente nunca sabremos la realidad de la procedencia de estos virus, pero las consecuencias locales sí se puede mitigar algo o acrecentar dependiendo de las acciones de quienes tienen que tomar las decisiones.
Y si hay cifras ciertas es que España está a la cabeza de todos los países en el número de muertos, proporcionalmente al número de habitantes (56 por cada 100.000 habitantes); en el total de sanitarios infectados y en que el total de personas fallecidas en nuestros país es el mismo que la suma de los últimos 195 países del total de 210 con casos de coronavirus conocidos.
Reconstruir sobre ruinas anteriores
Ahora toca volver a construir sobre unas ruinas que ya nos había dejado la crisis económica de hace menos de una década. Y ahora toca a los gestores públicos dar la cara por sus ciudadanos, sean trabajadores o autónomos, amas de casa o empresarios, estudiantes o parados… da igual, cada uno de ellos necesita un apoyo distinto y una válvula de oxígeno para vivir.
Algunas de las medidas de apoyo se basan en tener que pedir un crédito (endeudamiento) o moratorias (simples aplazamientos), pero se van a necesitar medidas de apoyo más contundentes y que no siempre son económicas, algunas son legislativas. Y ya que nos gusta tanto mirar al resto de países, hagámoslo.