Decía el maestro del humor Gila, en uno de sus sketches, “vi a cuatro chicos pegando una paliza a otro y me dije: me meto o no me meto, me meto o no meto… me metí y le dimos una paliza entre los cinco…”
Virus mental
Así es la realidad actual en España. En este virus ‘mental’ de algunos, que ese sí que no tiene vacuna, ahora se lincha y se buscan calificativos para desacreditar a aquel que quiera pensar o tenga otra opinión. Lo que tanto se ha defendido se ha acabado de golpe: la libertad de expresión.
Ahora porque alguien opine distinto lo criminalizan, porque parece que su opinión mata. Esto se lleva haciendo siempre que se quiere callar a aquellos que piensan de forma diferente. Los estadounidenses lo aplicaban en la década de los 50 con aquellos a los que acusaban de tener ideas comunistas, se ha llevado a cabo a lo largo de los siglos con la religión, y hasta actualmente siguen en el ‘campo de concentración’ de Guantánamo personas que, sin juicio alguno, están detenidas teóricamente por ser terroristas.
En todos esos casos a una gran parte de la población se la ha convencido de lo malas que son esas personas y lo buena que es su gestión. Para eso están ciertos medios que lo repiten una y otra vez machacando y calando en los ciudadanos con sus argumentos por muy precarios que sean a veces. Y siempre es más fácil ponerse de parte del grupo que lincha que del individuo al que linchan.
El miedo pasará
Quiero imaginar que el miedo pasará, ese que ha paralizado en tantas ocasiones de la historia a las personas y que hace que se prefiera creer lo que a uno le cuentan, aunque sea contradictorio entre sí y totalmente diferente de un día para otro, y aunque nos hayamos cargado la presumida transparencia y nadie aclare nada.
Y por lo tanto quiero imaginar que cuando todo esto pase y se quite ese miedo, las personas puedan volver a pensar y entonces se recobre el juicio. Que no valga el creerse todo cuando ni siquiera nos han sabido decir los fallecidos, que es algo contrastable, o se nos niega saber incluso a los medios de comunicación cuantas camas UCI hay ocupadas por hospital, por ejemplo, y solo se nos facilitan cifras por provincia para que sea imposible de contrastar. De hecho, muchas veces ni siquiera coincide la información que da el Estado con la de la Comunidad.
El ciudadano o la gestión
Puestos a imaginar, espero que cuando se regrese del letargo se vea que en España algo estaremos haciendo mal cuando somos el país con más casos por habitante, y con muchísima diferencia, con respecto al resto de Europa, donde se asombran que tengamos que llevar mascarilla incluso yendo solos por la calle cuando eso no ocurre en ningún otro país de nuestro entorno, que sí siguen los consejos de la OMS en la que todos estos países, incluido el nuestro, están integrados.
Se ha conseguido desviar la atención hacia los ciudadanos, que parecemos los malos de esta película de terror, y que poco o nada se hable de la gestión. Pero lo cierto es que el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) de la UE, a fecha del cierre de esta edición, afirma que encabezamos la lista de positivos por covid con la suma de 488.513 casos en total y un acumulado de 218,3 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días; el siguiente país de la lista (Francia) tiene 98,2 casos por cada 100.000 y Alemania anda por los 17,9, es decir un 82% menos.
Diferencia con otros países
Y entonces, si los ciudadanos de otros países no tienen las mismas obligaciones que nosotros, ¿por qué están mejor con muchísima diferencia respecto a los llamados ‘rebrotes’?
Algunos de esos motivos es que en España presumimos mucho de nuestra Sanidad, pero la disponibilidad de camas UCI es de 9,7 por cada 100.000 habitantes, muy lejos de las 33,9 de Alemania. Esto implica que sea más fácil la saturación.
Otro ejemplo, aquí hacemos PCR donde se le ocurre a algún político, siendo la media de poco más de 10 en el entorno de un positivo. En Alemania los PCR se centran en el entorno de quien da positivo, con una media de más de 150 test, centrando los esfuerzos donde se descubre un posible foco.
Aquí las residencias siguen siendo caldo de cultivo, pero aun así permanecen desatendidas salvo las que utilizan para hacer la noticia en televisión, y cuando hay algún caso se tarda días en reaccionar. Tenemos testimonios de casos y datos reales sobre este tema que en breve publicaremos.
La culpa siempre del otro
Cifras aparte, aquí a través de los datos de positivos que se dan, gran parte de ellos asintomáticos (que todo el mundo asume como un problema sin preguntarse si por serlo ya van a contagiar de por vida), sirven para asustar y paralizar más a la población y dejar clara que la culpa no es de la gestión, si no del ciudadano, que no cumple las normas, esas mismas que en otros países no son necesarias. Y si hablamos de aquellos casos por fiestas descontroladas, ocurren en todo el mundo, incluso hemos visto imágenes de las mismas en Wuhan, foco de la pandemia.
Al final cada uno cree que lo hace todo como debe, las personas se ponen la mascarilla y con eso todo solucionado, aunque luego se las coloquen en el codo o la dejen sobre la mesa y luego se la vuelvan a colocar, o se crean que por llevar mascarilla están inmunizados cerca de otra persona (frente al demostrado eficaz distanciamiento social).
En las conversaciones siempre dirán: “la culpa es de los demás que lo hacen muy mal”. En definitiva, el demonio siempre vive al lado.