El pasado mes de enero presenciamos estampas en algunas ciudades españolas normalmente más propias de países como Rusia o Canadá, a causa de la borrasca Filomena. Las calles se quedaron completamente blancas durante días, para disfrute (o hartazgo) de los vecinos.
No fue el caso de la ciudad de Alicante, donde no cayó ni un copo. De hecho la temperatura más baja que registramos durante estos días de borrasca fue de 2 °C. Muchos alicantinos se han llegado a preguntar, ¿acaso es imposible que nieve en nuestra ciudad? Pues podemos asegurar que sí es posible, o al menos así ha ocurrido en algunas contadas ocasiones del pasado. Vamos a recordarlas.
Antiguamente se construían pozos por la provincia de Alicante para almacenar la nieve y venderla en verano
El negocio de la nieve
La primera gran nevada sobre la actual Alicante de la que tenemos constancia se produjo en 1572. El día 29 de diciembre se formó una capa sobre las calles de poco más de un palmo de espesor, según cuentan las crónicas de la época.
Durante los siglos XVII y XVIII España padeció la conocida como ‘Pequeña Edad de Hielo’. En estos inviernos el número de nevadas sobre el Mediterráneo español se incrementó hasta el punto de que surgió un bastante pujante ‘negocio de la nieve’.
Dicho negocio consistía en que algunos propietarios de tierras construyeron sus propios pozos neveros para almacenar la nieve. Luego la revendían durante el resto del año (especialmente cuando más subían las temperaturas en verano) para conservación de alimentos, hacer hielo o incluso con fines sanitarios como para curar fiebres o calenturas.
A finales del siglo XIX se inventaron las primeras máquinas productoras de hielo, por lo que el negocio de la nieve entró en franca decadencia. Aún así todavía podemos encontrar alguno de estos pozos neveros en el interior de la provincia, siendo los más antiguos de construcción medieval musulmana.
La temperatura más baja de la que tenemos constancia en la historia de Alicante fue de menos 6,2 grados en 1885
Las temperaturas récord
En 1855 se instaló el primer observatorio meteorológico en Alicante, ubicado en un huerto propiedad de los Capuchinos en el paseo de Campoamor donde años más tarde se construiría un asilo para niños (que actualmente es el Colegio Nuestra Señora del Remedio).
Durante esta época se hacían mediciones de forma discontinua, por lo que solo tenemos constancia de algunos registros. Sabemos que en enero de 1871 Alicante vivió una nueva nevada, y el día 14 se alcanzó la temperatura de -5,6 °C.
Todavía más bajaron los termómetros en 1885, cuando el observatorio de Campoamor marcó -6,2 °C el 16 de enero. Es la temperatura más baja registrada en toda la historia de Alicante, y también vino acompañada de nieve. Apenas dos años después nuestras calles volverían a teñirse de blanco.
La primera nevada del siglo XX sobre la ciudad llegó el 22 de enero de 1914. Todavía más contundente fue la del 26 de diciembre de 1926, conocida popularmente como ‘La nevá grossa’.
La última vez que cuajó una pequeña cantidad de nieve en algunos rincones de la ciudad fue en 1960
Sin nieve desde 1926
Y ya está. Poca más nieve hemos tenido en nuestra ciudad. Hubo precipitaciones en los inviernos de 1945, 1954, 1957 y 1960 que colapsaron todo el interior de la provincia; pero en Alicante cayeron tan escasos copos que apenas llegó a cuajar en algún árbol o rincón de las partes más altas de la localidad. Menos aún en 1976 y 1983.
En cuanto al observatorio meteorológico, en 1933 fue trasladado al Castillo de San Fernando hasta que durante la Guerra Civil se movió a un sitio más resguardado en Ciudad Jardín debido a los constantes bombardeos aéreos que sufría la ciudad. Ahí sigue todavía a día de hoy.
Tras la guerra se empezaron a realizar mediciones de forma más regular y constante. Desde entonces la temperatura más baja que ha dado Alicante fue de -4,6 °C el 12 de febrero de 1956. Precisamente este mes se cumplen 65 años de esta medición. A modo de curiosidad cabe añadir que la máxima más baja registrada (4,2 ºC) se produjo al invierno siguiente, el 16 de enero de 1957.
Continuamos esperando
A nadie se le escapa que Alicante posee unos inviernos muy suaves, desde luego poco dados a las heladas. Y si ya incluso durante las épocas climáticas más frías era todo un acontecimiento extraordinario para los alicantinos que cayeran algunos copos de nieve, todavía más raro se antoja en los tiempos actuales.
Cuando se produjo la última gran nevada en 1926, Alicante apenas tenía unos 70.000 habitantes y solo unos cientos poseían vehículo propio. Actualmente vivimos unas 330.000 personas en esta ciudad, la mayoría con coche e incluso aire acondicionado en casa. Los niveles de polución que soltamos ahora hacia la atmósfera son por lo tanto infinitamente mayores, lo cual nos genera un microclima todavía más cálido en la urbe. Al margen de que a nivel mundial la temperatura planetaria también se ha incrementado a consecuencia del cambio climático.
Así, en los últimos años hemos visto nevar incluso en Torrevieja, aun estando más al sur, mientras que en Alicante seguimos esperando la nieve. Una espera que ya dura casi un siglo. Como diría aquel, siempre nos quedará la Carrasqueta.