Entrevista > Ángel Sánchez Cánovas / Director general de la ONCE (Orihuela, 11-febrero-1960)
La ONCE, una de las instituciones más importantes de nuestro país, y sin duda la que apoya al mayor número de personas con discapacidad, está dirigida por un paisano de nuestra provincia. Afronta los problemas con entereza y con ganas, pero a su vez mantiene un buen humor y una simpatía que trasmite al hablar.
Con una discapacidad visual de nacimiento, al igual que su hermana Mayte, heredada de su madre, fue siempre una persona muy inquieta. Brillante en los estudios, a pesar de tener que estudiar viendo a través de una lupa de sellos, y amante de las tradiciones de su tierra.
En esta entrevista hemos querido conocer un poco mejor a la persona, desde su infancia a la actualidad.
Tu madre era una gran cocinera, ¿heredaste esa habilidad?
Ella me enseñó a cocinar. Cuando fui a estudiar fuera primero estuve en un colegio mayor, pero luego alquilamos un pisito entre varios compañeros de Orihuela. Cocinábamos por turnos rotativos, así que nos tocó aprender a todos para subsistir.
De ahí marché a Madrid para seguir estudiando, luego aprobé las oposiciones y me fui a Elche. Al principio vivía en casa de mis padres en Orihuela, iba a Elche todos los días y luego volvía a dormir. Fíjate que las dos ciudades están bastante cerquita, pues la comunicación de trenes era tan mala que tenía que coger uno a las 6 de la mañana y volver en el de las 11 de la noche. Al final me acabé alquilando un pisito en Elche.
«En mi infancia los profesores y amigos fueron quienes me hicieron creer en la integración educativa»
Hablando de unos cuantos años antes, de tu infancia en Orihuela. Te gustaba mucho ir a nadar con tu padre y coger pulpos en las rocas a pesar de tu visión. ¿Cómo recuerdas aquellos momentos?
La verdad es que recuerdo mi infancia con muchísimo cariño. Yo soy de los ciegos de nacimiento y sin embargo mis padres se empeñaron en que estudiara en un colegio normal. De hecho no quisieron que fuera al colegio de la ONCE porque allí se estudiaba solo en braille, y los oftalmólogos dijeron a mis padres que si yo no usaba el resto visual al final no podría centrar la vista y me quedaría sin leer.
Era una época donde eso no era nada habitual. Tengo que agradecer infinitamente el talante de los profesores que he tenido, porque en un momento donde no se conocía nada sobre la integración educativa pusieron todo de su parte para que yo tirara para adelante.
Y fíjate que siempre dicen que los niños son crueles o duros, pero yo he de reconocer que a lo largo de mi infancia he encontrado amigos de alma. Personas que me han tratado como a uno más y me han hecho creer tanto en la integración educativa. Porque si a mí me fue bien, yo creo que a mis chicos y chicas les puede ir bien también.
«De chico me preguntaban: “¿tú cómo coges pulpos si no ves?” Pues a tanteo»
¿Cómo era tu vida fuera del colegio?
Yo he vivido muy feliz y siempre he sido muy echado para adelante. Mi padre me enseñó a nadar en Torrevieja cuando yo era jovencito, tirándome a un sitio en la playa de los Locos que se llama los 14 metros. Me dijo: “O nadas o te ahogas”. Así que aprendí a nadar, e incluso a coger pulpos buceando. Muchos me preguntaban: “Pero macho, ¿tú cómo coges pulpos si no ves?”. Pues a tanteo.
Un amigo me enseñó que los pulpos se enrocaban y ponían unas piedras por delante, así que yo iba tocando el suelo y donde encontraba piedras pues echaba el guante. Alguna vez me he llevado un susto porque en lugar de un pulpo ha salido una morena (risas). Pero aprendí, y no me arrugué en ningún momento.
Fuiste brillante en los estudios, a pesar de que tenías que ver con una lupa de sellos…
Así es. Alguno me tomaba el pelo y me llamaba ‘Fray Lupa’ (risas). Mi padre también me tenía que grabar a veces los libros en casetes. Tuve que aprender a apañármelas como pude. La verdad es que nunca me faltó ayuda, y tampoco genialidad en este aspecto. Éramos como el ciego del ‘Lazarillo del Tormes’, aprendíamos cómo podíamos.
Era una época difícil. Si pedías a la ONCE que te adaptaran un libro al braille en segundo de carrera, con suerte te lo daban al final de la licenciatura. La cosa funcionaba muy lenta. Así que tenías que buscar otras opciones.
«A los ocho años otros leían tebeos y yo me dedicaba a aprender a formular»
¿Por qué te interesaste por la química?
La química me encantaba. Mi padre tenía tiendas de perfumería y en aquel entonces era muy rentable fabricar geles o champús, así que él tenía su propio laboratorio en la trastienda. Yo me aficioné bastante. A los ocho años otros leían tebeos y yo me dedicaba a aprender a formular.
De hecho todos creían que yo iba estudiar Física o Química, e hice bachiller de ciencias puras. Sin embargo estando en COU me puse a reflexionar, y al final llegué a la conclusión de que poco podría hacer yo en un laboratorio salvo romper los tubos de ensayo. Así que pensé en buscar algo que de verdad me sirviera para ganarme la vida, y por eso me metí en Económicas.
Allí teníamos una asignatura de Econometría, que era estadística a alto nivel y tenías que invertir matrices del 100×100 para lo que te podías tirar una tarde entera verificando que no te equivocabas en ningún paso. Hasta que un compañero que estudiaba Ingeniería me dijo: “Esto, un ordenador te lo hace en diez minutos”.
¿Es ahí cuando empezaste con la informática?
En efecto, porque después de aquello me fui con él al Centro de Cálculo del Politécnico, y empezamos a meter los datos en el ordenador. Te hablo de aquellos ordenadores que se programaban con tarjetas perforadas. Una época que parece ahora antes de Cristo. Pues efectivamente, tardamos diez minutos. Entonces me di cuenta que eso era lo mío, y empecé a estudiar Informática.
«Siempre me han gustado los animales. En Torrevieja tenía patos y cuando me bajaba a la playa ellos iban detrás de mí»
Siempre te han gustado mucho los animales y en casa has tenido gatos, patos y hasta una cabra. Ahora tienes una perrita que se llama Basi…
Siempre he tenido animales en casa, de todo tipo. En una época empecé a criar gusanos de seda y tenía una habitación entera. No era fácil darles de comer a todos. También he tenido patos. Me acuerdo que en Torrevieja me bajaba a la playa y ellos iban detrás de mí, yo era el ‘papá pato’.
Tuve una cabra, que la llevaba por la calle como si fuera un perrito. Incluso la enseñé a bailar, porque si los gitanos eran capaces de enseñárselo a las suyas yo no iba a ser menos. También lagartos de estos verdes grandes, de los saladares. He tenido de todo.
Y en enero de 2020 se nos murió un conejo que teníamos desde hace años, así que propuse a mis hijas que cogiéramos un perro guía. Sin embargo ellas me dijeron que no querían ese tipo de perro porque esos ya son muy queridos y tienen casa asegurada, así que preferían un perro abandonado. Y así fue, adoptamos una perrita de una protectora. Es un cruce de podenca, blanca y muy bonita. No te imaginas el cariño que tengo a la perrita, es la que más me da la razón en casa (risas).
«Mi padre nunca nos protegió en exceso, y eso se lo tengo que agradecer»
El problema visual te vino heredado de tu madre, aunque no lo han heredado tus hijas. ¿Cómo lo habéis llevado en la familia?
Mi madre lo llevaba bien, le echó mucho valor. Mi padre además en ese aspecto nos ha cuidado mucho siempre, aunque era de los que dicen: “Si te caes, te levantas”. Nunca nos ha protegido en exceso, y eso se lo tengo que agradecer. Porque yo he visto muchos casos en mi trabajo de excesiva protección por parte de la familia, en los que a los chavales afiliados los hemos tenido que meter en colegios nuestros para evitar esa sobreprotección. Como en tantas cosas en la vida, el punto medio es el adecuado.
Cuando mi mujer se quedó embarazada yo estaba bastante preocupado. Fue mi propia esposa la que me decía: “Ángel, si no pasa nada. A ti te ha ido bien”. Eso es cierto, pero la procesión la llevo por dentro y claro que no quería que mis hijas salieran como yo. Mi mujer no estaba tan preocupada, pero yo veía mucho más las desventajas. Como dicen, el amor es ciego (risas).
En la vida te han dado muchos reconocimientos, pero hay uno que creo que es el que más te ha emocionado: El de Caballero Cubierto de 2010, en Orihuela.
Para mí fue un gran orgullo. Y además llegó en el momento ideal, porque mi madre aún vivía y yo creo que ella lo celebró incluso más que yo. Creo que hay que ser oriolano para entender esto. Si no has vivido en el pueblo, no entiendes lo que llega a sentir una persona cuando recibe este nombramiento y sujeta la bandera. Ahí se te ponen los pelos de punta y se te caen las lágrimas. Es tu pueblo, tu historia y tu vida. Algo muy difícil de explicar.
Ha habido otros reconocimientos que también me han llenado de orgullo, como cuando me nombraron petror de la Cofradía del Ecce Homo. Aquello fue igualmente un reencuentro con gente y amigos fabulosos que aún estamos unidos y de hecho hablamos por Whatsapp todos los días. Los petrorianos somos más que una familia. Estas cosas te hacen sentir en tu tierra, incluso aunque estés lejos.
Hemos hablado ya de tus inicios en Elche, de cuando había que hacer oposiciones para entrar en la ONCE. Luego pasaste por Alicante y Valencia, donde conociste a tu actual mujer. ¿Cómo fue tu vida en Valencia? Los alicantinos y valencianos siempre han tenido una rivalidad…
Pues bien. Lo cierto es que cuando estaba estudiando en Valencia siempre estaba deseando terminar e irme. Sin embargo al regresar allí me di cuenta que en realidad era una ciudad fabulosa para vivir. De hecho yo tengo reservada mi plaza en Valencia, mi puesto de origen. Probablemente ya a estas alturas no vuelva a trabajar allí, pero aún sigo teniendo casa.
A mi mujer la conocí en un sorteo, en el último que se hizo por provincias antes de empezar las emisiones en televisión por Telecinco. Julia era la administrativa de la delegación territorial que los organizaba. Siempre la he dicho que a mí sí que me tocó el cuponazo con ella (risas).
«Viví muy apasionadamente la Transición en mi época de estudiante, y para mí votar no tiene precio»
¿Tuviste que aprender valenciano?
Sí, aunque ya lo chapurreaba en mi época de estudiante. Era muy guay porque entonces era el momento de la creación de las comunidades autónomas y la aprobación de la Constitución, que por cierto aquel referéndum fue la primera vez que pude votar.
Me acuerdo que mi padre me quería comprar un traje nuevo para ir a votar. Yo siempre le decía: “Papá, votar no es un derecho sino un deber”. Y desde entonces nunca he dejado de votar. De hecho como he tenido durante años el domicilio en Valencia, a veces me ha tocado venir desde Madrid o Barcelona para hacerlo. Yo viví muy apasionadamente la Transición en mi época de estudiante, así que para mí votar tiene un valor que no tiene precio.
Respecto al valenciano, pues como te decía me parecía muy guay y fui a algunas clases en Valencia. Luego cuando viví en Cataluña aprendí catalán más profundamente. Recuerdo que en Madrid alguno alucinaba escuchándome hablar en catalán por teléfono, porque cuando me cabreaba me daba por cabrearme en catalán (risas).
Ya en el año 2000 llegas a la dirección nacional de la ONCE, donde eres miembro además del consejo general desde hace unos 10 años. ¿Cómo fue esa llamada por la que te conviertes en una de las personas que encabeza la organización?
Yo estaba en Barcelona, de subdelegado territorial. Entonces al delegado le nombran, y a los pocos días me propone irme con él a Madrid para asumir la parte económica y logística de la ONCE. En septiembre de 2001 me nombraron director general adjunto de coordinación y gestión. Era toda la parte de informática, recursos humanos, etc. Viene a ser el área que presta servicios a las demás áreas de la ONCE, sobre todo a juegos y servicios sociales.
Yo pedí como condición que el área económica se viniera conmigo. Así estuve de director general adjunto hasta 2003, cuando mi compañero de siempre me dijo que se iba a presentar a las elecciones para consejero general. Entonces me quedaba yo solo, porque en la ONCE para presentarse tienes que dimitir antes como director general; son cargos incompatibles. Así pues me quedé como director general provisional, y como director adjunto de las dos áreas que había. De hecho me tocaba mandarme escritos a mí mismo, una cosa divertidísima.
Al terminar las elecciones, mi compañero fue nombrado presidente del consejo general y me convenció para que yo asumiera de forma oficial el puesto de director general. Y hasta ahora.
De la ONCE dependen unas 140.000 familias. Imagino que es una responsabilidad muy grande y es para pensársela bien antes de asumirla.
Desde luego. Me decían que con el paso de tiempo esta responsabilidad, a la hora de tomar las decisiones, sería más fácil, pero esto no es verdad. Yo sigo teniendo mis noches en blanco cuando me toca tomar determinadas decisiones, como me ocurría hace casi 20 años.
Sí que te vas dando cuenta de una cosa, y es que esta casa vale la pena. Y no porque precisamente te estés haciendo rico, sino porque buscas oportunidades para gente como tú que lo quiere es integrarse. Una labor que me llena de satisfacción.
Además con el tiempo lo chungo se va borrando de tu cabeza, y se queda lo bonito. Aún así hemos tenido caminos duros. A mí me ha tocado vivir una crisis como la de 2008 y cuando ya creía que había pasado lo malo, que todo estaba funcionando, que esta casa estaba viento en popa y podría jubilarme con la satisfacción del deber cumplido… llegó el 14 de marzo de 2020. Y está siendo tremendo.
«El 14 de marzo de 2020 fue la primera vez en la historia que la ONCE dejaba de vender productos y sortear»
Además, vuestros vendedores viven de estar en las calles…
Imagínate lo que yo sentí el 14 de marzo cuando tuve que dar instrucciones a toda mi gente de que dejaran de vender los productos y se fueran a sus casas. Es tremendo, la primera vez en la historia que la ONCE dejaba de vender productos y sortear. Y maldita la gracia, me tocó a mí.
Siempre me habían enseñado a tirar para adelante y vender, no a parar el barco. Lo pasamos mal. Tuvimos que hacerlo además como siempre lo hacemos en la ONCE, no dejando nadie atrás y tratando de salir todos juntos del problema.
Estuvimos así hasta el 15 de junio, cuando pudimos volver a salir a la calle. Para nosotros la venta es la vida; los vendedores y la casa viven de eso. Supone muchas oportunidades de empleo, de dar educación, de eliminar barreras físicas y mentales para la integración… Todo depende de ese papelito rectangular
Está siendo muy duro. Tuvimos que hacer planes de contingencia y nos enfrentamos a las resoluciones de 17 comunidades distintas, además de cada ayuntamiento interpretando las normas a su manera.
Tienes tu vida ya hecha en Madrid. Cuando te jubiles, ¿volverás a Orihuela o solo de vacaciones?
Mi mujer y yo queremos volver a nuestra Comunidad y repartirnos el tiempo entre Orihuela y Valencia. Lo que pasa es que mis chicas ya son totalmente madrileñas. Tenían 11 meses cuando llegaron aquí, y ahora tienen 21 años. Aunque también son ciudadanas del mundo, no les cuesta nada coger la maleta para irse a Alemania o Estados Unidos; están preparadas para eso, pues han estudiado fuera y hablan varios idiomas. Cada vez se van haciendo más mayores y responsables, ahora ya están terminando la carrera.
Al final estas decisiones dependen sobre todo de la familia. Los padres siempre quieren estar cerca de los hijos, por si nos necesitan o simplemente por seguir molestando (risas).