A mediados del pasado mes de febrero las redes sociales se llenaron de mensajes que, junto al lema ‘eres old, pero así de old’ (eres viejo, pero así de viejo) se dedicaron a mostrar comportamientos y objetos que, habiendo sido enormemente comunes para los miembros de la llamada generación Y, es decir, los nacidos entre finales de la década de 1970 y 1990; son absolutamente desconocidos para los millenials.
Así, ver y, sobre todo, reconocerse habiendo usado elementos como cintas de cassette o VHS, los durísimos balones Mikasa, las ‘protoconsolas’ como la Game Boy de Nintendo, parques infantiles con toboganes de madera astillada o campos de fútbol de gravilla se convirtió, a la vez, en un doloroso recordatorio de la cantidad de velas que cada cual va poniendo ya en su tarta y en un bonito ejercicio de nostalgia de tiempos en los que todo parecía -y probablemente era- mucho más simple.
Eran otros tiempos
Y de entre todas esas imágenes y mensajes, una de las más repetidas era la de pandillas de niños jugando completamente despreocupados en mitad de la calle o, como se diría ahora, la vía pública. Sin móvil y, como mucho -para los más jóvenes de esa generación-, con una tarjeta de prepago para llamar a casa desde una cabina.
Días enteros, sobre todo en verano y periodos vacacionales, en los que los menores salían de casa por la mañana y volvían sólo para alimentarse sin que los padres sufrieran ataques de pánico por no saber, durante horas, de los niños de sus amores.
Adaptación urbana
Era la generación que no precisaba de ‘Whatsapps’ para comunicarse y quedar. La cosa era más sencilla y sólo había dos opciones: o estar en el sitio y hora habituales o, lo más socorrido, liarse a gritos desde los bajos del edificio para, estropeándole la siesta a medio barrio, hacer llegar el recado, si era necesario, al décimo piso.
Los tiempos cambian y, por fortuna, lo hacen casi siempre para bien; pero hay cosas que dejan un poso de tristeza. Ya no vemos a niños jugar en la calle y los motivos de ello son diversos, pero si hubiera que destacar uno sobre todos los demás, sin duda, ese sería el hecho del cada vez mayor riesgo que supone el tráfico para los menores en cualquier calle de ciudades y pueblos.
Unas circunstancias que han hecho más necesario que nunca que los menores se habitúen a una realidad urbana que deben saber interpretar, comprender y, sobre todo, de la que tienen que conocer sus normas más básicas. Por ello, como peatones, usuarios de vehículos de movilidad personal (MVP) y futuros conductores, la comunidad educativa y los ayuntamientos están destinando cada vez más tiempo y recursos a la educación vial.
Hacer a los más pequeños conscientes de las normas y peligros del entorno urbano evita accidentes y, por lo tanto, víctimas a largo plazo
Inversión en seguridad
Como sucede con los incendios forestales, que se suele decir que ‘apagan en invierno’, el trabajo de prevención que se realiza desde el ámbito de la educación vial salva vidas. Hacer a los más pequeños ser conscientes de las normas y, sobre todo, los peligros del entorno urbano, evita accidentes y, por lo tanto, víctimas a largo plazo.
L’Alfàs del Pi no es ajeno a esa realidad y, por ello, ya tiene listo su nuevo circuito de educación vial que, cuando las condiciones sanitarias lo permitan, será utilizado por los escolares del municipio para formarse en la materia.
Ubicado en el Parc Sant Pere (l’Albir), el nuevo parque de educación vial es fruto de un trabajo de regeneración paisajística y el acondicionamiento de todo el solar, realizado a través de un programa mixto de formación y empleo, con una subvención de 232.000 euros que ha permitido la creación de un tramo de 340 metros de ‘carreteras y caminos’, debidamente señalizados y adaptados para que los menores aprendan las normas de circulación.
Se ha alcanzado un doble objetivo: la dotación de una nueva infraestructura y recuperar una zona degradada
Recuperación del entorno
La creación de este parque de educación vial ha permitido alcanzar un doble objetivo. Por un lado, la dotación para el municipio de una infraestructura muy necesaria para, como ya se ha argumentado, mejorar la seguridad de los escolares.
Por otro, recuperar una zona degradada y que ha sido objeto de críticas durante los últimos años por su estado. Así, como explica Vicente Arques, alcalde de l’Alfàs del Pi, “el parque vial queda perfectamente integrado en una zona estratégica de l’Albir, recobrada para el esparcimiento y el ocio de la comunidad y de fácil acceso”.
Terminada la obra, la puesta en marcha del parque de educación vial se hará cuando la situación sanitaria lo permita
Puesta en marcha
Tal y como ha insistido el primer edil, se trata de “una actuación global de diferentes departamentos municipales enfocada a la recuperación de nuevos espacios para el uso público, destinados a dotar de un mayor bienestar y calidad de vida a la población, cumpliendo con el compromiso local adquirido con la Agenda 2030 y los objetivos de desarrollo sostenible”.
Ya terminada la obra, la puesta en marcha del vial dependerá de la evolución de la pandemia, que mantiene cerrados los parques infantiles a fin de poder garantizar el cumplimiento de las medidas sanitarias en vigor.