A las duras, a veces vienen maduras. La pandemia ha arramblado en todo el planeta con una buena parte de la actividad humana, pero esta ralentización, en ocasiones cese, ha acabado por darle más de un respiro al resto de la naturaleza, enfrentada ahora al reto ya insoslayable del cambio climático.
La reserva natural ha aumentado la zona de protección de las aves
Observatorio de aves
En el parque natural de El Hondo, ubicado entre Crevillente y Elche, más varios bocados en localidades limítrofes, este respiro está siendo importante, combinado, eso sí, con diversas acciones institucionales.
En cuanto a éstas, poco antes de la llegada de la covid-19 El Hondo contaba ya con nuevo observatorio de aves, el ‘Bassa llarguera’. Pero además, desde el mismo comienzo de la epidemia por estos lares, el parque veía ampliada la Zona Especial de Protección para las Aves (ZEPA) con la inclusión del humedal ilicitano de Carrizales o Els Carrissals, más El Hondo de Amorós, en San Fulgencio, lo que añade más nombres a los municipios protectores, como Dolores o Catral.
Capital valor ecológico
La importancia de El Hondo, con una superficie de 2.387 hectáreas (2.430 según otras fuentes), llega más allá de su enfoque, necesario para la divulgación científica y ecológica, como parque visitable, o las quejas en Internet de turistas despistados que creen que viajan a un zoológico urbano.
172 especies de aves, según el último recuento consignado, merodean por el parque, y unas 50 nidifican justo aquí, entre carrizales, principalmente compuestos precisamente por los gramíneos carrizos, con muchos menos juncos y algo de alcolechas (saladillas), salicornias y sosas (hierba pendejera).
Señales de peligro
Pero la interacción humana ya había plantado señales de peligro. Por ejemplo, en 1998 ya hubo que actuar para poner freno a la degradación, como entre otras fuentes noticiaba la mismísima ‘National Geographic’. La cerceta pardilla, anátida emblemática de los humedales españoles del coto de Doñana (Patrimonio de la Humanidad desde 1994) y precisamente El Hondo (paraje natural desde 1988 y parque natural desde 1994), amenazaba con hacer mutis por el foro como especie.
Los científicos Andy Green y José Damián Navarro se felicitaba ante los medios de comunicación por cómo la cerceta, ayudada, había conseguido prosperar alegremente en El Hondo (declarado ZEPA desde 1990) hasta el punto de convertirse en la principal reserva del ave. El plumbismo (envenenamiento por plomo, sobre todo por los perdigones de la caza incontrolada) y el botulismo (por ocasionales vertidos ilegales) se habían convertido en los principales enemigos. Aun así, ese año había “más de cien parejas” frente a las quince censadas en 1992.
Su rica avifauna necesita de la tranquilidad ambiental para prosperar
Confinamientos provechosos
Ante semejante panorama, los medios llevaban a primera, o portada, o noticia principal, cómo la naturaleza había recuperado espacios gracias al confinamiento humano. ¿Qué hay de verdad en ello y cuánto de mito? Intentamos recabar el punto de vista de Francisco Martínez, director del parque del Hondo (también de los de La Mata y Las Salinas de Santa Pola), pero éste nos remitió amablemente a la Conselleria, vía escritos. “Ellos pueden aportar más datos”. Pero precisamente la pandemia no deja ahora muchos márgenes para ello.
Lo cierto es que esa noticiada ‘tranquilidad ambiental’, a decir mediático tanto desde el colectivo ecologista como de fuentes oficiales, ha proporcionado un respiro a una avifauna que precisa de aquélla para prosperar como especie. Caso, por ejemplo, del flamenco, que requiere de sosiego y niveles estables de agua. Y encima con un solo huevo por puesta (y éste, a ser posible, sólo cuando llueve: la humedad resulta fundamental). Si no se reúnen las condiciones, no hay reproducción. Un senderismo no controlado, caza furtiva o avionetas y drones domingueros, desde luego, no ayudan.
Fauna recuperada
La ‘nueva normalidad’, enmascarada y sobre todo por turnos, es obvio, incluso a ojos de lego, que está ayudando y mucho a que disminuyan las condiciones de estrés entre el colectivo aviar. No olvidemos que por estos lares también podemos encontrarnos con garzas reales, garcetas comunes o garcillas cangrejeras, pero también con avocetas, cigüeñuelas, fochas comunes y morunas, garzas imperiales, patos colorados, tarros blancos y, en suma, un animado etcétera.
Y tanta ave se alimenta también: fartets, anguilas, camarones de agua dulce, mújoles. A finales del pasado año incluso se patentizaba el aún tímido reasentamiento en El Hondo de las esquivas nutrias, mustélidos nocturnos a los que se les había levantado acta de defunción en el lugar en 2013.
Ha vuelto la nutria, como especie, a vivir por sus aguas
La nutria
Cabe añadir que la nutria resulta fundamental para mantener a raya a especies invasoras como, en el caso de El Hondo, la carpa común, que ha ido proliferando por las aguas del parque natural, dañando de esta manera el equilibrio biológico de tan importante reserva.
Queda la lógica duda de si cuando arribe el fin de la pandemia (todas en la historia recularon más tarde o más temprano), quizá cuando empiecen a llegar vacunas, se mantendrá este clima antiestresante para una naturaleza que parece respirar mientras los humanos boqueamos.