Mirando por la ventana me da la sensación de haber tenido una larga pesadilla de la que de repente uno despierta. Solo se da cuenta de que no ha sido así al ver a personas con mascarillas.
El fin del estado de alarma ha sido como cuando dan la salida de cualquier carrera, y todos a correr. En cualquier caso, la cifra de incidencia baja tan incomprensiblemente rápido a como subió, y eso es una buena noticia.
Wuhan o murciélago
Tal y como era de prever, y se ha defendido desde esta editorial, comienzan las voces discordantes, que al venir de lugares como los EE.UU. ya no suenan ‘tan locas’, y ahora los propios científicos, que muchos bailan según toque la orquesta, empiezan a cuestionar que el virus venga de un murciélago y no que haya sido realmente un accidente en las instalaciones de Wuhan.
En lo que de momento parece que no vamos a avanzar es en lo básico. Esto pasa y la gente, aquella que tanto ha puesto el grito en el cielo, que salía a aplaudir atemorizada por las informaciones, etc. vuelve a lo suyo y se olvida, hasta la próxima.
Pero mientras, el mal que nos ha llevado a esto, agravado por el virus desconocido, sigue ahí: la falta de un protocolo nacional contra pandemias y la necesidad de ampliación de los servicios hospitalarios, en especial las camas UCI.
Falta de un protocolo
No hay que olvidar que este virus ha podido ser más o menos grave, y mi máximo respeto a aquellos que lo hayan sufrido directamente o con la perdida de algún ser querido, pero no ha sido ni mucho menos lo mortal que nos hicieron ver.
Las cifras son claras: el total de positivos en nuestro país desde el principio de la pandemia ha sido menor al 8% de la población, o lo que es lo mismo un 92% no se ha infectado. Y eso que en ese porcentaje de positivos se incluyen los muchos cientos de miles de asintomáticos (que por lo tanto si lo han pasado no lo han sufrido), gripes (que casualmente este año no han existido) y aquellos que llamaban porque se encontraban mal y sin verles les decían que se quedaran diez días encerrados.
El numero al que se les ha ‘adjudicado’ la muerte por la covid-19 en España ha sido el equivalente al 0,17% de la población, gran parte precisamente al inicio de la misma por esa falta de protocolo y en la que, de manera ya reconocida, en muchos hospitales cuando llamaban desde las residencias les decían que no les llevasen.
Ampliación de camas UCI
Por lo tanto, insisto en esas dos necesidades de las que nos olvidaremos hasta la siguiente vez. Plan de actuación, como hay ante cualquier catástrofe, para que, entre otras cosas, todos los servicios sepan desde el principio que tienen que hacer y no se pierdan días y semanas primordiales.
Y como no, camas UCI. En España tenemos una media de 2,4 camas para cada mil habitantes, y esto es lo que provoca el colapso y, en este caso, como quedó evidenciado, muchos de los fallecimientos. Igual que la falta de equipos de protección y de preparación del personal (con ensayos que sí se hacen ante un incendio, por ejemplo) provocó que al inicio los que se infectaran, y posiblemente trasmitieran con ello el virus entre sus familiares, fueran los propios sanitarios.
Si nos seguimos mirando el ombligo y regresamos a lo buenos que somos… pues la historia antes o después, con una pandemia o con cualquier otro tema, se repetirá. No se trata de buscar culpables, pero sí soluciones.
El recurso de los %
Y ya que he mencionado antes porcentajes (sobre cifras que todo el mundo conoce), me gustaría referirme a cómo se da la información dependiendo de los datos que se tengan y de lo que se quiera impresionar. Y ya no concretamente con el tema covid, sino en general.
Igual que para dar mayor credibilidad a una información muchos recurren a la palabra experto, que parece que todo lo soluciona aunque no te digan quien es ese experto, y sobre todo porque es experto concretamente en esa materia, pasa igual con los porcentajes.
Resulta muy impactante, pero poco informante, cuando dicen: “las reservas han crecido un 300%”. Ya, perfecto, una cifra como podría haber dicho cualquier otra si no te la argumentan añadiendo las cifras reales. Crecer un 300% puede ser impresionante si hablamos de 100.000 reservas, ya que querrían decir que han subido a 400.000 que es un gran dato.
Pero si las reservas eran 5 y aumentan ese mismo 300% quiere decir que ahora son 20, lo cual seguiría siendo insignificante.
El exceso de confianza
Volviendo a la realidad y ese pistoletazo de salida que en la política parece que lo dio el resultado de las elecciones madrileñas, nos esperan unos meses muy caldeados, con un PP envalentonado tras esas elecciones y la definitiva desaparición a la que está previsiblemente abocada Ciudadanos; y un PSOE que ha pasado de estar tranquilo a ponerse nervioso.
Palabras como las del asesor con el que ha contado Pedro Sánchez desde aquellos viajes por España para presentarse en las primarias, Iván Redondo, lo dicen todo: “yo estaré con Sánchez hasta el final”, declaraciones que suenan a que algo se acaba.
Las consecuencias de decir lo mismo y lo contrario (y valga como ejemplo los indultos que se defendían que no se iban a dar y que ahora se defienden con la misma vehemencia como imprescindibles para la concordia) al final llegan. El exceso de confianza suele pasar factura.