Más de una familia lo recordará, especialmente en las zonas de l’Alacantí o de Elche y alrededores: “Hoy nos vamos a pasar el día a Guardamar”. En realidad, imbuían un recuerdo erróneo: querían decir que tocaba desplegar en las ilicitanas partidas-playa de La Marina y El Pinet (ésta depende de aquélla) sillas y mesa con tortilla, conejo con tomate, ensalada… y bebidas y melón a la ‘neverita’ (portátil), a hielo. Había, aún los hay, bancos y mesas de maderas por entre el pinar que sirve de barrera a la duna móvil. Aunque lo mejor era buscar una buena sombra.
Pero si la estampa se extiende a tantas poblaciones, fue Crevillent la que parecía poseer un especial vínculo con El Pinet (de 18,01 kilómetros de distancia a tiralíneas, 25 si vas por carretera, enlazando el vial Elche-Crevillent con el de Elche-La Marina), hasta el punto de que muchas veces aparece el lugar descrito como ‘la playa de Crevillent’. Lo cierto es que muchas de las iniciativas que nos encontramos nacieron precisamente por impulso crevillentino.
El comienzo de las construcciones playeras fue en 1947
Gastronomía junto al mar
El Pinet se encuentra antes de llegar a la pedanía también ilicitana de La Marina, cuando cruzamos la N-332a (antes no había rotonda) y nos introducimos precisamente en el Camí d’El Pinet. Siguiendo las indicaciones, llegaremos hasta una primera línea de viviendas, restaurantes y hostal frente al mar que recuerdan a las hoy maltrechas, casi inexistente, casas de la playa guardamarenca de Babilonia, que calzaban cimentaciones en 1929. Aquí la cosa está mejor, y con ella ya se aprecian las primeras huellas de los veraneos crevillentinos.
En 1947 se da el banderazo de salida para las construcciones playeras, con las concesiones para montar, previa solicitud, casitas de obra. Por una vez, hagamos publicidad gratuita: el hostal y restaurante Maruja, un sueño de mentes crevillentinas, marcará desde 1953 un paso importante para ampliar la oferta veraniega en El Pinet, como recogen en su página web junto a un buen retazo de la historia de la partida.
Luego, se sumaron dos ofertas gastronómicas, solamente una hostelera, pero el hostal Galicia, con más de medio siglo a las espaldas, es desde 2018 sólo restaurante, como el Gallego Playa.
Las casitas de obra
Según la ciberpágina del hostal Maruja, “debemos remontarnos a la época de los celtas y celtíberos para encontrar las primeras referencias sobre la Playa del Pinet”. En todo caso, más cercanas en el tiempo y recogidas incluso gráficamente, y con profusión, son las aventuras de los crevillentinos desde comienzos del pasado siglo levantando barracas veraniegas desde el 24 de junio al 25 de julio, de San Juan a San Jaime.
Si desde Elche se hizo eso durante siglos en Santa Pola, ahora la población de Crevillent lo repetía en esta porción de costa ilicitana, al menos hasta que los materiales transportables de las efímeras construcciones se tornaron en ladrillo y cemento y, posteriormente en algún caso más o menos afortunado, fachadas de caravista para saludar a las sucesivas oleadas de visitantes que descubrían el lugar. Alicantinos, sanjuaneros, mutxamelers… Pero sobre todo ilicitanos: desde Crevillent se suele decir que El Pinet sirve para hermanar Elche y Crevillent.
El Pinet ya tuvo certamen de habaneras antes que Torrevieja
Cuando nacieron las habaneras
Algunos frutos de este hermanamiento resultan bien tempranos y sin duda singulares: si el nacimiento de las habaneras lo focalizamos más o menos con el arranque del Festival de Torrevieja dedicado a tal tipo de género musical (en realidad germinado en Cuba en la primera mitad del XIX), que comienza el 7 de agosto de 1955, lo cierto es que historiadores y cronicones nos señalan hoy que El Pinet ya tuvo certamen en 1950.
Quizá no sea cuestión de afirmar, como lo hizo en su tiempo más de un titular, que la habanera venía al mundo al arrullo del mar ilicitano y el refresco de un botijo de los que por allí calmaron la sed. No obstante, gusta saber que en aquella época pre-torrevejense ya El Pinet contaba con tres agrupaciones: los Ruiseñores, los Martillos y la coral Renacer. Los veranos fundacionales tenían su punto creativo, por cierto con carné crevillentino (recordemos que l’Orfeó Crevillentí, la actual Coral Crevillentina, se fundaba en 1891).
No ha cambiado mucho el aspecto de El Pinet
Por donde no pasa el tiempo
Aunque parezca curioso, no ha cambiado mucho el aspecto de El Pinet desde la época de la ‘neverita’ y el conejo con tomate. Los adminículos sí: móviles, tabletas, relojes digitales y todo eso. Hasta más de un coche eléctrico con ganas de probar el salitre se puede ver en el amplio aparcamiento, no se sabe si también dentro de las cocheras. Y estos dos kilómetros aproximados siguen llenando sus arenas de familias y sombrillas cuando el calor aprieta.
¿Lo más sustancioso? Sigue viniendo gente de buena parte del litoral alicantino, ilicitanos incluidos, pero continúa siendo territorio con alma crevillentino, aunque ahora, incluso a pesar de la pandemia, extendida más allá de San Juan y San Jaime. Ya no hay que recoger los bártulos en plan caravana hasta el interior.