Eran muchos -no solo los propios turistas y los empresarios, comerciantes y hosteleros que ansiaban su llegada- los que esperaban con impaciencia e ilusión el inicio de la temporada alta veraniega de 2021.
Tras el cerrojazo mundial que supuso el estallido de la covid, la campaña de 2020 se limitó a minimizar los daños. Quien más y quien menos se dio por satisfecho, en aquel extraño estío, con haber podido recuperar, aunque fuera mínimamente, la actividad.
Optimismo inicial
Los mensajes cada vez más positivos que se iban acumulando desde el inicio del año, alentados por un proceso de vacunación que, aunque empezó con altibajos, se ha ido desarrollando a un ritmo más que aceptable, hacían presagiar a todos los actores implicados en la industria turística un verano más que razonable, que, de alguna manera, debía suponer el inicio del regreso a la normalidad.
Sin embargo, la quinta ola de la pandemia supuso la confirmación de que nada iba a ser este año como antes de aquel marzo de 2020. Las señales, especialmente las que mandaba el Gobierno del Reino Unido -principal mercado emisor para la Costa Blanca-, no eran muy alentadoras. La esperanza, dicen, es lo último que se pierde; pero la realidad se impuso.
Hosteleros y comerciantes lamentan el silencio del gobierno local ante sus quejas
Turismo nacional
De nuevo tocaba fiarlo todo al turismo nacional y, de nuevo, los españoles hemos decidido, por abrumadora mayoría, permanecer dentro de nuestras fronteras durante los días de descanso vacacional, una opción que ha servido para que las calles de Altea, como las de otros muchos destinos de costa, hayan recibido una auténtica avalancha de visitantes.
La estampa, de alguna manera, se asemeja mucho a la de hace doce meses, cuando algunos, incluso, hablaban de un verano muy bueno, aunque esa calificación no fuera, ni mucho menos, generalizada.
Incertidumbre
Con todos estos ingredientes, los comerciantes y hosteleros de la Villa Blanca han afrontado, de nuevo, un verano incierto que no ha servido, ni mucho menos, para despejar las todavía muchas incógnitas respecto a un futuro a corto y medio plazo en el que, aunque con un porcentaje de población inmunizada cada vez mayor, es muy complicado -por no decir imposible- predecir el fin de las restricciones.
Arma arrojadiza
Como ha venido sucediendo desde el inicio de la pandemia, dichas restricciones, así como las ayudas -o la falta de ellas- a los sectores más afectados han vuelto a ser un arma arrojadiza entre las diferentes formaciones políticas a nivel nacional, autonómico, provincial y también local.
Altea no ha sido una excepción a esta cuestión, pero lo que llama poderosamente la atención en la Villa Blanca es el extendido consenso existente entre los empresarios respecto a la acción, o en este caso inacción, de sus responsables municipales.
Actuaciones cosméticas
Si bien es cierto que las Administraciones locales no son las responsables de lidiar con la mayor parte de los efectos de la crisis sanitaria y económica de esta pandemia, resulta también llamativo comprobar que la mayor parte de los afectados califican, en el mejor de los casos, como de “cosméticas” las decisiones tomadas por el equipo de gobierno alteano.
Un agosto «bueno»
Todo ello se ha visto agravado en el inicio del verano por el comienzo de las obras del Frente Litoral. La segunda fase de esta renovación ha provocado la indignación de los comerciantes, empresarios y hosteleros afectados de forma más directa por las actuaciones y por unas decisiones que, de cara al futuro, aseguran que ponen en jaque la viabilidad de sus negocios y, con ello, centenares de puestos de trabajo.
María José Escobar lleva décadas al frente de su restaurante en la fachada marítima alteana. Analizando la actual campaña, asegura que “es cierto que se ha visto gente. Este pasado mes ha sido bueno, pero junio y julio no lo fueron para nadie. Creo que agosto ha sido ligeramente mejor que el de 2020, pero insisto en que el pasado año se trabajó un poco más en los dos meses anteriores”.
Contrariamente a lo asegurado, las obras empezaron en la misma puerta de los comercios de la primera línea
Impermeables al auxilio
Aunque pueda parecer un oxímoron, para encontrar las causas generales de esta tendencia lo mejor es bajar al caso particular, al detalle. Escobar se lamenta de que “hemos perdido muchos clientes, desde hace ya tiempo, a causa de los olores que venimos sufriendo durante varios años”.
Problemas como los malos olores en primera línea siguen sin resolverse
Olores que van a peor
Un problema que se sustancia en que “he tenido gente que ha estado ya sentada, incluso habiendo empezado a comer, que me ha pedido la cuenta y se ha marchado a causa de esos malos olores. Otros se han levantado sin llegar a consumir diciéndonos que aquí no se puede estar, por la misma razón”.
Ya cuando se abordó la primera fase del Frente Litoral se prometió que la actuación iba a resolver ese problema de malos olores, pero, como dice Escobar, “no solo no se ha solucionado, sino que ha ido a peor”. Lo más sorprendente -y frustrante- es que, ante esta realidad, cuando los empresarios han acudido al gobierno local para pedir una solución, “nos han ignorado”.
La supresión del ‘parking del charco’ alimenta de nuevo la polémica por la falta de aparcamientos
«No hacen caso a nadie»
Según comenta la empresaria, “no solo no nos han hecho caso a nosotros. No se lo hacen a nadie. La propia Casa del Mar ha acudido al ayuntamiento para poner, por lo menos, diez quejas, y no han recibido respuesta alguna. Otros vecinos también lo han intentado, pero han obtenido el mismo resultado”.
Escobar explica que el motivo de estos malos olores radica en que “se quedaron cortos en las bombas. Son pequeñas para las necesidades que se tienen aquí. Cuando se detienen, suben todos los gases a la superficie y es lo que provoca el hedor. Los motores deberían haber sido mucho más grandes”.
Sin solución a la vista
Para desesperación de los implicados, que ya han comunicado a los responsables municipales el origen de ese problema, “nos han dicho que se va a quedar ahora tal y como está. Van a cambiar las puertas, pero con eso no van a conseguir nada porque, como es lógico, los gases se cuelan por cualquier sitio. Así pues, vamos a seguir sufriendo exactamente igual”.
Se trata, en definitiva, de un hartazgo más que justificado porque “en la zona donde nosotros tenemos el restaurante, ya hemos sufrido de todo. Hicieron el bombeo nuevo y lo rompieron absolutamente, por completo. Luego cambiaron las tuberías del agua potable y volvieron a levantarlo todo, y a dejarnos el negocio tres o cuatro meses paralizado… y ahora, la nueva obra”.
Los turistas también se asombran por las decisiones de los últimos años
Mucha suciedad
Unas actuaciones, las del Frente Litoral y su afectación a los negocios de la zona, sobre las que se ha venido hablando mucho en los últimos meses y años, y que parece que se han iniciado sin tenerlos en cuenta.
“Al menos, podían pasar con más frecuencia camiones tirando agua, porque se genera muchísimo polvo, incluso cuando los comensales están comiendo. La gente se queja mucho de ello. Nosotros limpiamos continuamente, pero no es suficiente”.
Sorpresas desagradables
“Podrían haber parado, al menos, el mes de agosto”, lamenta Escobar. Y esa es, precisamente, la clave de bóveda del momento actual. Fueron muchas las voces que alertaron del perjuicio que el inicio de las obras en pleno estío iba a suponer para los negocios de la zona y pidieron algún tipo de solución, aunque fuera momentánea, para salvar una temporada tan crucial como el verano de 2021.
“Nos dijeron que iban a empezar las obras, pero no que lo harían justo delante de los restaurantes. Aseguraron que iban a poner piedra en el mar. Nunca nos imaginábamos que quitarían el ‘parking’ y a levantar todo lo que han levantado. Eso no es lo que dijo el ayuntamiento, y por eso nos ha pillado a todos por sorpresa”, asegura la empresaria.
Sin poder aparcar
Escobar añade que “nunca hubiéramos imaginado que el día 1 de junio iban a comenzar las obras tan cerca de los restaurantes”. Una queja que se extiende a un tema recurrente: los estacionamientos.
“Es una cuestión que está muy mal planteada. Altea, por desgracia, tiene poco aparcamiento, y la gente, cuando se cansa de dar vueltas con el coche, se va a otras poblaciones. Eso es algo que no solo perjudica a la hostelería, sino a todo el comercio”.