Jorge Espí Llopis y María Teresa Durán Azurduy. (Abogados)
Dijeron que vino para quedarse. Se hablaba de inversiones en las playas y los campos, para esta nueva faceta del poder trabajar desde un lugar maravilloso y con un fondo paradisiaco.
Eran los reportajes de la pandemia, una persona en una playa estilo caribeño y diciendo: “Yo teletrabajo”. Sacaron hasta pegatinas de I love teletrabajo. Así nos lo vendían en la pequeña pantalla, la ventaja de poder trabajar desde lugares remotos gracias a las posibilidades de las nuevas tecnologías, faltaba sólo Alfredo Amestoy y la España de los Botejara.
Al puro estilo Amestoy
Cómo habría disfrutado Amestoy hablándonos de estos nuevos Botejara, esa familia que se vio obligados por motivos de la pandemia a teletrabajar, arquetipo de la nueva clase media. Pero en esos reportajes no salía la falta de formación, la falta de tecnología o simplemente que internet no llega a esos lugares remotos y maravillosos como Villanueva de la Vera en Cáceres.
Hubo hasta estudios como el del ‘Futuro del Trabajo’ elaborado por LinkedIn, que decía que el 40 por ciento de los españoles prefiere un modelo híbrido que combine la asistencia presencial y el teletrabajo. Este mismo estudio constataba que el 73 por ciento de los trabajadores quiere mantener la flexibilidad horaria y un 69 por ciento valora la posibilidad de decidir el lugar desde el que quiere trabajar. Pero las empresas pusieron fin a los deseos, así que volvemos a la oficina.
No obstante los avispados diputados del Congreso y los senadores se aferran al voto telemático, y al informe de Linkedin, para aprovechar las ventajas de ser el arquetipo Botejara, mejor en casa que cerca de los ciudadanos no sea que acabe con covid. En su espacio particular además no necesitan llevar mascarilla, que esas son cosas vulgares del pueblo llano.
En los reportajes no salía la falta de formación, tecnología y conexión
Se acabó el teletrabajo
Con la subida de la luz, las empresas limitaron el teletrabajo a menos del 30 por ciento para evitar gastos cómo el portátil, la silla ergonómica, el pago de una cantidad fija para compensar la conexión a internet, la electricidad…
Desde el pasado 30 de septiembre se aplicó una nueva normativa, y ha conllevado que la mayoría de organizaciones empresariales hayan abandonado definitivamente esta modalidad de trabajo. Una de las reticencias de las empresas a la hora de dejar que siga el teletrabajo es la ausencia de control del empleado o de un sistema que pueda medir su rendimiento.
A su vez el gran estigma de los trabajadores españoles es el exceso de control o la desconfianza empresarial. Una sentencia del juzgado de lo Social de Santander, del pasado mes de septiembre, declara la improcedencia del despido de un trabajador en un caso en el que la empresa plasmó en la carta que este no cumplía con las horas establecidas por contrato debido a reiteradas “desconexiones del sistema”.
El trabajador alegó que era culpa de la compañía de internet y así lo entendió también su señoría. El juez dio le dio la razón al no haber quedado acreditada la voluntariedad en la desconexión, además de no constar ninguna advertencia previa de la empresa para corregir la supuesta “desconexión voluntaria”.
La pandemia ha demostrado que la administración no estaba preparada para dar este servicio
Función pública
La Generalitat Valenciana decretó la vuelta al puesto de trabajo de todo el personal funcionario a mitad de septiembre. En España los funcionarios pusieron fin al teletrabajo y volvieron a la oficina el 1 de octubre. La resolución adoptada por Función Pública introduce, como excepciones, que se pueda desarrollar el cien por cien de la jornada en la modalidad telemática en los casos de personas con cáncer o inmunodeficiencia.
La pandemia ha demostrado que la administración no estaba preparada para dar este servicio. De nada sirve el teletrabajo sin estar acompañado de una asistencia ciudadana a través del teléfono. Amen de los secretarios e interventores, que sólo les falta pedir un lacre y un sello para firmar sus documentos, eso sí, los seguían pidiendo en papel, se ve que aquello de la firma digital es sólo para los nuevos Botejara.
De nada sirve el teletrabajo sin estar acompañado de una asistencia ciudadana a través del teléfono
Fin de la cita previa
Lo más positivo de esta nueva etapa es el fin de la cita previa desde el 31 de diciembre 2021. Con motivo de la evolución de la pandemia Función Pública ha optado por retomar la actividad normal y establecer ese fin de la cita previa desde finales de año, de forma que cuando comience el 2022 no será necesario solicitarla para poder acudir a las oficinas de la Administración General del Estado para ser atendido.
En contra, cómo siempre, los sindicatos mayoritarios (CSIF, CCOO y UGT) que han suscrito una resolución oponiéndose: “no se reúnen los requisitos necesarios para garantizar que se den las mejores condiciones para la vuelta al trabajo presencial de los empleados públicos”. A CSIF, UGT y CCOO no les convence en “prácticamente ninguno de sus aspectos” el texto presentado.
Eso sí, no hace ni dos meses demandaban una nueva resolución, ante la evolución de la pandemia, para poner fin al teletrabajo. Cada cual que entienda lo que quiera en la nueva España de los Botejara.