El primer ferrocarril como tal (es decir un vehículo que circula sobre carriles de hierro) data en la época antes de Cristo. Ya los griegos y los asirios construyeron viales sobre los cuales circulaban vagones que eran tirados por animales o esclavos.
Para encontrar el primer tren que marchara sin necesidad de que alguien lo empujara nos tenemos que ir a 1830, cuando se inauguró la primera línea ferroviaria tirada por una locomotora de vapor entre Liverpool y Manchester.
Primeros trenes en España
Este invento que revolucionaría para siempre los transportes llegó a suelo español en 1837, fecha en la que se puso en funcionamiento una línea regular en Cuba (entonces colonia de España) que conectaba La Habana con Güines. La primera conexión en la Península Ibérica se inauguró en 1848 entre Barcelona y Mataró.
Ante el éxito de estas iniciativas, el Gobierno de España quiso crear el primer trayecto ferroviario que transitara entre provincias. En 1851 se puso en marcha la línea Madrid-Aranjuez, un tren al que se bautizó como ‘Ferrocarril del Mediterráneo’ con la idea de que se ampliara hacia la costa.
Para ello se buscó capital privado, encontrando como gran mecenas de este proyecto a José de Salamanca Mayol. Este empresario andaluz, antiguo ministro de Hacienda, se asoció con otros empresarios franceses para constituir la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante (MZA).
La línea Alicante-Madrid fue la primera conexión ferroviaria interprovincial de España
El primer tren alicantino
Las obras trajeron más complicaciones de las esperadas, sobre todo en el tramo de la provincia de Alicante al ser nuestra geografía más montañosa que la Meseta Central. Además, por falta de inversión económica los trabajos se tuvieron que paralizar varias veces.
Cuando por fin se colocaron los viales por nuestra comarca, los jefes de la MZA quisieron realizar una prueba. Era un 31 de octubre de 1856 el día en que por primera vez una locomotora partió desde donde se estaba construyendo la futura Estación de Alicante en dirección hacia San Vicente.
A pesar de que aquel viaje no tenía carácter de inauguración oficial, lo cierto es que todas las autoridades políticas locales y muchos vecinos curiosos acudieron para no perderse el histórico momento. También José de Salamanca, quien tuvo el honor de ser el encargado de abrir el regulador de la locomotora para hacerla arrancar.
Aquella fue la primera vez que un tren circuló por Alicante. Este mes se cumplen exactamente 165 años de este hecho.
La visita de Isabel II supuso tantos gastos que el Ayuntamiento se declaró en bancarrota
Viene la reina
La construcción de la Estación culminó a principios de 1858, justo a tiempo para recibir al primer tren procedente desde Madrid llegado el 4 de enero. Era la primera vez en toda la historia de España que un ferrocarril viajaba de una provincia hasta otra.
La línea ferroviaria se puso en funcionamiento desde el 15 de marzo, pero sin embargo su inauguración oficial no se produciría hasta mayo. Esto fue para cuadrar la agenda con la invitada más VIP que debía acudir a Alicante: La reina Isabel II.
La ciudad alicantina se vistió con sus mejores galas para recibir al primer rey de España que nos visitaba en décadas. El Ayuntamiento incluso contrató los servicios del prestigioso artista francés Alexis Godillot, quien trabajaba para el emperador Napoleón III, para que decorara los edificios y calles de la ciudad sin reparar en gastos.
Isabel II autorizó el derribo de las murallas urbanas de Alicante
Todo para Su Majestad
El 26 de mayo llegó Isabel II a Alicante acompañada de su marido y sus hijos Alfonso (futuro Alfonso XII) e Isabel. La visita tuvo de todo: Un desfile por la ciudad, bandas de música, fuegos artificiales, obras teatrales, iluminación extra, exhibición de una batalla naval en el Puerto, flores por todas partes…
Incluso se reformó un salón del Ayuntamiento y se compraron muebles nuevos para que la reina tuviera un lugar donde alojarse digno de su categoría. Hoy en día esta habitación es la conocida como el Salón Azul, y es donde tienen lugar las investiduras de los alcaldes de Alicante.
El objetivo real de tanto peloteo no era otro que convencer a la reina para que retirase el estatus oficial de ‘plaza de guerra’ que tenía Alicante por aquella época. Así se podrían derribar las antiguas murallas medievales de la Rambla que tanto frenaban el urbanismo de la ciudad.
Isabel II accedió a esta reivindicación. De alguna manera se puede decir que el tren trajo la modernidad a Alicante y borró lo antiguo. Eso sí, no fue a corto precio. La factura económica de los tres días de visita real fue tan elevada que el Ayuntamiento tuvo que declararse en bancarrota.
Los principios del turismo
Mucho mejor le fueron las economías a José de Salamanca, quien se volvió uno de los hombres más ricos de España. Además, en agradecimiento a su labor para traer el tren a Alicante, fue declarado Hijo Predilecto de la ciudad y se le dedicó una avenida junto a la Estación que hoy todavía se llama así. Años más tarde Isabel II incluso le concedería el título de Marqués de Salamanca.
De todas las consecuencias que supuso la llegada del ferrocarril a Alicante, quizás la más notable fue el impacto turístico que tuvo para la ciudad, ya por aquella época empezaron a venir numerosos madrileños a veranear por estas tierras. Era el principio de un fenómeno social y económico que nadie podía ni imaginar.
Alicante llegó a tener en su día hasta tres estaciones distintas. La única que hoy sigue en funcionamiento es precisamente la más antigua. Si bien del edificio original de 1858 apenas queda ningún recuerdo arquitectónico, aún puede presumir de ser la estación de capital de provincia más antigua de toda España.