La frase nos da una pista: “Guardo grabada en mi memoria las calles enarenadas de salvia y espliego, entre dulces melodías”. Ocupa buena parte del mural inaugurado en septiembre por los artistas Miguel Gracia Ruiz, ‘Zetika’, y Lorena Guerrero, en la cara posterior de la concha de la plaza creada en 1933 en honor a Emilio Castelar, y se le atribuye a este político, historiador, periodista y novelista nacido en Cádiz de padres procedentes de la provincia de Alicante, y de crianza y alma eldense.
Así, en el artículo ‘Recuerdos de Elda o Las fiestas de mi pueblo’ (septiembre de 1879, consultable en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes), en el que se basaron los artistas, asegura: “Yo no he visto procesión como aquella al anochecer, con las calles enarenadas de salvia y de espliego; (…) la bella efigie, vestida de brocado, reluciente de pedrería, con los rayos de su corona mística en las sienes, (…) conducida entre nubes de inciensos, acordes de dulces melodías y susurros de místicas y suavísimas oraciones”.
Un pellizco de Historia
Emilio Castelar (1832-1899), último presidente de la Primera República (1873 -1874), rememoró su patria chica en múltiples ocasiones. Quizá ante lo atribulado de una carrera política por la que, en lucha contra la monarquía (acabará aceptándola, pero sin renunciar paradójicamente a su republicanismo), pisó cárcel y fue condenado a muerte, al colaborar en la sublevación de junio de 1866 contra Isabel II. Escapó a Francia, pero participó en la Revolución de 1868, ‘la Gloriosa’.
Esto supuso que abdicase la reina, un breve reinado de Amadeo I de España (30 de mayo de 1845 al 11 de febrero de 1873), la proclamación de la república, Emilio Castelar como ministro de Estado y, desde septiembre de 1873, presidente. Suspendió las Cortes para acabar con el cantonalismo (un federalismo radical que pretendía, por parte de la pequeña burguesía, una suerte de ciudades-estado). Reabrió las Cortes y dimitió. ¿Quién no desearía, con estas, volver a infancia y juventud?
Recordó toda su atribulada vida su crianza en Elda
Dos provincias hermanadas
Infancia y juventud eldenses, alicantinas en lo provincial. Esta conexión Cádiz-Alicante no es caso único. Véanse las Fogueres de Sant Joan, fundadas en Alicante capital en 1928 por el gaditano José María Py (1881-1932), uniendo el jaraneo de su tierra natal con la tradición de quemar brozas y muebles viejos la noche de San Juan, más las valencianas Fallas de San José, sustituyendo, en cuanto a crítica de la actualidad, las charangas carnavaleras por los monumentos de cartón-piedra.
Anotemos también en cuanto a sinergias al humanista, cartógrafo, ingeniero naval, científico e incluso espía para su país Jorge Juan (1713-1773), noveldense de cuna y monfortino al bautizarlo (el Vinalopó y sus crecidas), quien estudió en Cádiz. En una de las jambas del gaditano Arco del Pópulo (antigua Puerta de la Mar), dice una placa: “Homenaje de la ciudad de Cádiz a Jorge Juan y Antonio de Ulloa en el CCL aniversario de su partida al Virreinato del Perú para la medición del grado de Meridiano”.
Las provincias de Cádiz y Alicante viven muchas interconexiones
Estudios alicantinos
Lo cierto es que ambas provincias, la gaditana y la alicantina, están unidas por el sistema Bético, extendido entre el alicantino cabo de la Nao y el golfo de Cádiz, con cadenas montañosas como las de Segura, Cazorla o Grazalema. La Vía Augusta, que partía desde Gades o Augusta Urbs Julia Gaditana (Cádiz), enlazaba ambos territorios, uniéndolos incluso cuando competían para fabricar y vender la codiciada salsa ‘garum’.
Pero la llegada de Emilio Castelar a Elda será por causas más tristes. Su padre, Manuel, hubo de exiliarse a Gibraltar (colonia británica desde 1713) acusado de afrancesado. Murió en 1839, y María Antonia Ripoll, madre de Emilio y Antonia, marchó a Elda. El futuro presidente del Gobierno creció y, al contrario que Jorge Juan, estudió aquí, junto al Vinalopó. Se consideró ya siempre eldense, aunque la vida le llevase luego a Madrid y, finalmente, a la murciana San Pedro del Pinatar, donde falleció.
El político llegó aquí tras ser perseguido su padre
Intercambio de presentes
El mural, en una plaza que Elda le dedicaba a Castelar, retrata la ciudad en 1858, justo el año en que el intelectual y futuro estadista fue nombrado profesor de Historia en la Universidad de Madrid. También cuando publicó ‘La civilización en los primeros siglos del cristianismo’ y ‘La fórmula del progreso’. Y además la fecha de la foto más antigua de Elda conservada, obra de Juan (Jean) Laurent (1816-1886), un 25 de mayo, durante la inauguración del tren entre Madrid y Alicante.
La relación entre Elda y Castelar, quien presumió siempre de eldense, fue biunívoca, y desde aquí no han cesado los reconocimientos. Aparte de la neurálgica plaza y la placa (“En esta casa vivió Castelar en su infancia. Elda, septiembre 1926”) o el monumento de 1932: el Teatro Castelar, desde el 11 de septiembre de 1904, hoy puntero en programación cultural en la provincia. Qué mejor homenaje a quien fue prestigioso literato y, al cabo, un eldense que forma parte de la Historia.