Aplaudida y denostada a partes iguales y con argumentos que van desde lo más peregrino a sesudísimas reflexiones en ambos casos, la arquitectura y el planteamiento urbano de Benidorm no ha dejado, desde que la ciudad decidiera embarcarse en la aventura del turismo a mediados del siglo pasado, de generar un intenso debate entre sus defensores y detractores.
Más allá de los gustos personales de cada cual, lo cierto es que la propuesta benidormense debe abordarse siempre leyendo lo que aquella visión supuso en una ciudad -y una España- que difícilmente podía imaginar la que se le iba a venir encima sólo unos lustros más tarde… o sí podía y, precisamente por eso, desarrolló un Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que ha sido capaz, con modificaciones puntuales, de resistir el paso de los años con enorme solvencia.
Hace ya varios años que la capital turística de la Costa Blanca se embarcó en la que es la segunda gran transformación de su trama urbana
La segunda gran transformación
En ese mismo sentido, no ha sido hasta ahora, bien adentrados en el siglo XXI, cuando aquel pionero Plan General de Ordenación Urbana ha comenzado a dar evidentes muestras de obsolescencia, pero no ha sido tanto porque el mismo ya no sea capaz de dar respuesta a los retos urbanísticos que pretendía solucionar, sino por dos motivos que han llegado de la mano: la progresiva colmatación del terreno disponible y las nuevas necesidades surgidas, sobre todo, por el cambio de realidad de la propia ciudad, que ha pasado desde un pueblo a convertirse en una auténtica ciudad.
Por ello, hace ya varios años que la capital turística de la Costa Blanca se embarcó en la que, sin duda alguna, es la segunda gran transformación de su trama urbana. Benidorm, claro está, no va a renunciar a su apuesta por la edificación en altura -que es cada vez más defendida en términos de sostenibilidad- como tampoco puede, por motivos obvios, olvidarse de la limitación física que supone la orilla del mar, a la vez fuente de riqueza y frontera inaccesible para crecer hacia el sur.
Nuevas necesidades
Benidorm, como es evidente repasando el constante crecimiento de su censo, se ha convertido ya en una gran ciudad. Con cerca de 70.000 habitantes de derecho que suponen únicamente una porción de una población real que, en la temporada turística más baja del año -la que ahora empieza y que se extiende hasta la Semana Santa-, nunca baja de las 200.000 almas deambulando por sus calles.
Es por ello que las necesidades de vecinos y turistas no son las mismas que las que eran en los años 60 y 70 del siglo pasado. Ahora, con el asfalto y el hormigón ocupándolo casi todo, se ha hecho preciso crear auténticas zonas verdes donde poder ‘huir’ del ajetreo y el bullicio diario.
Ahora, con el asfalto y el hormigón ocupándolo casi todo, se ha hecho preciso crear auténticas zonas verdes donde poder ‘huir’ del ajetreo y el bullicio diario
Cambio de paradigma
Además, la propia sociedad que promovió e hizo posible la conversión de Benidorm en el destino turístico de referencia que es hoy en día, ya no podría comprender que se siguiese avanzando en el mismo sentido que se ha hecho durante, redondeando, medio siglo.
La actual conciencia generalizada sobre el reto que supone la emergencia climática, la cultura del ejercicio físico, la paulatina peatonalización de los centros urbanos -y los desafíos que ello implica- y otros muchos factores de mayor o menor calado, han propiciado que el gobierno local, como tantos otros a lo largo y ancho del Viejo Continente, se haya embarcado en un lavado de cara que supone, en realidad, un profundísimo cambio de paradigma para una ciudad que se está reinventando ante nuestros ojos.
El Moralet, el futuro
Esa nueva realidad ha quedado claramente demostrada en el proyecto que, ya en fase de ejecución, busca transformar el paraje de El Moralet en la quintaesencia de las nuevas zonas verdes de una ciudad que, durante cinco décadas, fue cambiando el verde de sus campos de cultivo por el gris del asfalto y el hormigón.
La propuesta para El Moralet está muy lejos de ese concepto de parques urbanizados que nacieron con el Parc d’Elx, que data de principios del pasado siglo y que llegó a su máxima expresión con el Parque de l’Aigüera, una zona en la que el mármol es el gran protagonista, muy por encima de la propia vegetación.
«Benidorm es una de las pocas ciudades que se creó mirando al mar y ahora vamos a generar un nuevo litoral, en este caso verde» T. Pérez
La guinda de la evolución
En ese sentido, el paraje que ahora se está ordenando -que no transformando- supone la estación de término de un viaje que se inició hace no tanto tiempo con el Parque de Foietes, el último -por ahora- de las grandes zonas verdes urbanas y urbanizadas, aunque ya desde un enfoque muy diferenciado con sus predecesores.
La de El Moralet es una apuesta muy distinta. No sólo por lo verde, sino también por todos aquellos ítems que la sociedad ha aprendido a reclamar en las últimas décadas: protección del patrimonio, reducción del intervencionismo humano en la naturaleza y, sobre todo, generar la mínima alteración posible sobre un terreno que los benidormenses llevan utilizando desde hace años para su asueto.
Por ello, tal y como explicó el alcalde de la ciudad, Toni Pérez, los trabajos en El Moralet, más que centrarse en una transformación del entorno, se centrarán en ordenar el mismo, señalizando y dotando de servicios ahora inexistentes en los mismos senderos y zonas verdes que los benidormenses han podido utilizar desde hace años.
Proyecto emblemático
“Benidorm es una de las pocas ciudades, incluso en el Mediterráneo, que se creó mirando al mar y ahora vamos a generar un nuevo litoral, en este caso verde, del que el parque de El Moralet será una pieza fundamental”. Así de ilustrativo se manifestó el alcalde de Benidorm, Toni Pérez, al presentar en sociedad uno de los proyectos “más emblemáticos y especiales de nuestra Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible e Integrada (EDUSI)”.
Ubicado a espaldas de la Ciudad Deportiva Guillermo Amor y encajado entre la N-332 y los rascacielos que flanquean la playa de Poniente, el futuro parque de El Moralet es, como reconoció el propio alcalde, “una zona muy conocida por los Benidormenses, incluso cuando la vía del tren circulaba por lo que ahora será una vía verde. Siempre ha sido un lugar de asueto, descanso, paseo, tranquilidad y práctica deportiva que ahora empezamos a organizar”.
«En el futuro podremos transitar desde l’Alfàs del Pi hasta el linde de Benidorm con el término de Finestrat» T. Pérez
Mejores servicios
Y es que, efectivamente, las actuaciones que ya se están ejecutando en ese paraje servirán, más que para crear nuevos senderos, circuitos de BTT o zonas de paseo, para organizar un paraje que los vecinos de Benidorm han venido utilizando para ello desde hace décadas y, a su vez, para dotarlo de servicios básicos como “iluminación alimentada con energía solar, zonas de descanso y diversas bocas contraincendios y cámaras de vigilancia para evitar los fuegos”.
Toni Pérez, que cifró en un millón de euros la inversión que se destinará a todo el proyecto, explicó que la creación del parque de El Moralet supone “la culminación de la propia evolución del concepto de zonas verdes que se han venido desarrollando en Benidorm a lo largo de su historia”.
Un proyecto en el que, como insistió el primer edil de la capital turística, “ha existido una gran participación por parte de la sociedad benidormense y, especialmente, por parte del Club de Atletismo y de la sección de BTT del Club Ciclista”, que han sido los encargados de diseñar y trazar la red de senderos para la práctica de sus especialidades deportivas.
«El Moralet supone la culminación de la propia evolución del concepto de zonas verdes que se han venido desarrollando en Benidorm» T. Pérez
Una nueva franja litoral
En ese sentido, Pérez recordó que todo se inició con “el parque de Elche, el decano de todos ellos y que data de principios del siglo XX; luego transitamos al parque de l’Aigüera, que tiene un concepto arquitectónico de trama urbana para, posteriormente, haber tenido la oportunidad de imprimir otro sello con el parque de Foietes y, posteriormente, el Parque de la Séquia Mare, que ya tiene un concepto mucho más claro de naturaleza y protección del espacio”.
Así, “El Moralet es el que avanza todavía más en ese sentido. Va a formar parte del litoral verde que van a conformar todos los parques que ya tenemos junto al que surgirá en el Ensanche Levante”, concluyó el munícipe.
La propuesta para El Moralet está muy lejos de ese concepto de parques urbanizados que nacieron con el Parc d’Elx
Personalidad propia
Respecto a las actuaciones que ya se están llevando a cabo en el entorno, el alcalde de la capital turística aseguró que “van a dimensionar un parque que por sí solo ya tendría una personalidad muy concreta, pero que gracias a estos trabajos será el que más piense en la naturaleza y las personas de cuantos tenemos en Benidorm”.
Toni Pérez insistió en que El Moralet y, con él, el resto de zonas verdes de la ciudad se tienen que entender como un único ecosistema y, por ello, explicó que “nuestro proyecto estratégico es generar un gran litoral verde que separe la ciudad de las grandes infraestructuras de comunicación, que esté muy ligado a la trama urbana y del que tiene que formar parte el Parc Natural de la Serra Gelada”.
Gracias a esta apuesta, concluyó el primer edil, “en el futuro podremos transitar con la bicicleta, paseando o haciendo deporte desde l’Alfàs del Pi hasta el linde de Benidorm con el término de Finestrat”.
Nueva movilidad
Y en todo ello, claro está, subyace la necesidad de ir adaptando la ciudad a los nuevos modelos de movilidad que han llegado para quedarse y que serán, según avanzan todos los expertos en la materia, el gran reto que deberán afrontar los grandes núcleos urbanos a lo largo de la próxima década, en la que el coche particular irá perdiendo no sólo protagonismo, sino también ‘derechos’ frente a transportes más sostenibles.
De hecho, Benidorm, como el resto de ciudades de más de 50.000 habitantes de la Unión Europea, tiene marcado en rojo el año 2023, ya que es entonces cuando será obligatorio que se ponga en marcha su Zona de Bajas Emisiones (ZBE) que, como ya se explicara en su momento, afectará a buena parte de sus calles más emblemáticas.
Para que todo ello pueda producirse de manera ordenada, no sólo bastará con mejorar la actual red de aparcamientos disuasorios sino que, sobre todo, será imperativo contar con ese ‘cinturón verde’ que permita desplazamientos seguros para peatones, ciclistas y usuarios de otras soluciones como los patinetes eléctricos.