Entrevista > Carlos Merchán / Pintor (Salamanca, 1-noviembre-1962)
Tras 21 años viviendo entre costeres i ponts, se puede decir que el pintor salmantino Carlos Merchán es un alcoyano de adopción. Vino atraído por una mujer y, con el tiempo, ese afecto se ha extendido a un entramado cultural que asegura no haber encontrado en su ciudad natal.
Su vida en Alcoy es sencilla. Lecturas en el parque, conversaciones espontáneas a la entrada de su estudio… Hablar con él supone discutir de arte, pero también sobre la vida y la sensibilidad humana.
¿Qué lleva a alguien a dedicarse al arte?
La gente que se dedica a esto es, entre comillas, un poco rara. Yo el primero. Supongo que no nos gusta demasiado cómo está montado el tinglado, por eso necesitamos un mundo interno que se va enriqueciendo a medida que pasan los años.
Yo he creado un mundo que me hacía falta para sedarme de esa realidad que no me atrae. Es una especie de anestésico o de venganza; una venganza a toda la gente que te ha ninguneado.
«Con un lápiz y un papel soy el tío más feliz del mundo»
¿Cuáles son tus inicios en el mundo de la cultura?
Yo empecé Filología Hispánica, pero tuve un tropiezo con la asignatura de francés. La profesora era nativa; no sabía nada de español y toda la gramática la daba en francés. Yo me volvía loco. Así que decidí no acabar el primer curso y matricularme al año siguiente en la carrera de Bellas Artes.
Y siempre has cultivado esas dos pasiones.
Siempre he necesitado ser escritor o pintor. Si estaba con un libro de relatos o de poemas tenía que olvidarme completamente de la pintura, porque no había manera de compaginarlo.
Cuando llegué a Alcoy fui directamente a hablar con el director del periódico Ciudad, Ramón Climent, y le propuse una colaboración. Le enseñé mi trabajo, que consistía en escribir e ilustrar artículos, y lo primero que me dijo fue: ¿cuándo empiezas? Eso fue hace doce años y no he parado desde entonces. También he estado en el diario Información de Alicante y desde hace cuatro años en el Nostre Ciutat.
¿Consideras la creación artística una tarea necesariamente introspectiva?
Todo lo que hacemos intelectualmente implica cierta introspección. Creo que todo escritor o pintor hace autobiografía. Lo poco que he escrito de ficción son pasajes que yo he vivido y que están medianamente adornados con la literatura. Doy gracias todos los días por los recursos que tengo, porque con un lápiz y un papel soy el tío más feliz del mundo.
Entiendo que el arte puede desarrollar nuestra sensibilidad.
Un tipo que se sienta delante de un cuadro y se pone a llorar no puede ser mala persona. Ya lo decía un amigo mío que fue Premio Nacional de Dibujo: “en la forma de pintar ya puedes saber si estás ante una buena o mala persona”.
«Alguien que se sienta delante de un cuadro y se pone a llorar no puede ser mala persona»
En tu producción se ve que sientes predilección por los retratos.
Por lo general son retratos inventados. Pero no puedo decir que últimamente esté pintando; yo me paso la vida estudiando. Todo lo que hago es parte del aprendizaje.
Lo mismo me pasa con lo que escribo para el periódico, que me da la posibilidad de estar ensayando cada semana. Aunque solo te vaya a leer una persona, eso impone mucho respeto. Un artículo a mí me lleva tres días, por respeto al posible lector.
¿Por qué no pintas más paisajes?
Verás, el paisaje hay que sentirlo. Yo he hecho mucho paisajismo, sobre todo con marchantes, pero es algo que no me atrae y no me llena. Siempre lo he dicho, para mí el paisaje más clarividente y esclarecedor es el rostro humano. Ahí está reflejada la tristeza, la alegría, el paso de los años… Eso es realmente lo que me motiva. Me gusta dar fe de ese paso del tiempo por el ser humano.
Creo que tampoco eres especialmente defensor del hiperrealismo.
Alguna vez cuando se me ha ido la mano y he sacado algo que parece una foto, por lo general lo rompo. ¿De qué sirve que yo haga una cosa que parece una foto? Ahí no está mi espíritu.
Hay grandes nombres de la escuela rusa del siglo XIX y XX que son grandísimos dibujantes. Lo que hago es ver un rostro en sus obras, cojo las notas básicas de la composición y la expresión, hago cuatro trazos, quito la imagen y luego sigo con mi estilo.
«Cuando se me ha ido la mano y he sacado algo que parece una foto, por lo general, lo rompo»
¿Cómo es tu experiencia enseñando a pintar a la gente mayor?
Es algo impagable. Poder transmitir la pintura a una persona, que lo capte, que lo entienda y que se sienta feliz… Es muy gratificante.
Las personas mayores son esponjas. Además no me falla ninguno; vienen a clase llueva o nieve. Muchos han tenido esa vocación toda la vida, pero por avatares del destino han tenido que buscarse las habichuelas.
¿Qué me puedes decir de tu experiencia pintando el cartel de fiestas en 2019?
Modestia aparte, debo decir que le eché valor. Ya sabes el fanatismo que hay en Alcoy por la fiesta, así que cuando les comenté a mis allegados que quería pintarlo en blanco y negro, me dijeron que la gente me querría matar (risas).