Aseguran que es tan fácil que cualquiera lo puede practicar. Y muy barato. ¿Por qué, entonces, no lanzarse con un parapente? La sierra de Santa Pola, desde una balconada natural de Gran Alacant, se ha convertido en paraíso provincial para las tropas parapentistas. Donde comprobar mitos y realidades de un deporte que surgía a fines del pasado siglo desde el ámbito montañista. Se trataba de echarle otro tipo de adrenalina, quizá hasta rapidez, al asunto, y bajar volando.
A España no tardó en llegar esta disciplina que han reconocido como deporte, y así nos lo informan desde la web de Turismo del Ayuntamiento santapolero, la Federación Aérea Española (FAE), la de Deportes Aéreos de la Comunidad Valenciana y el Consejo Superior de Deportes.
Por cierto, según la normativa de competición de la FAE para 2021, los participantes deben llevar como equipo mínimo, además, claro, del parapente, casco (atado), GPS (con traza y altura), paracaídas de seguridad, emisor-receptor de radio VHF/ 2 m y móvil.
«Un equipo completo ronda los tres mil euros» D. Castillejo
Economías y riesgos
Vale, el primer mito: ¿barato, sobre los sesenta euros un equipo? David Castillejo, ‘Café’, al frente del Club Parapente Santa Pola (citado en la web municipal, con enlace, como Club de vuelo Santa Pola), padres conquenses y procedencia venezolana, bromea y a continuación informa: “Con sesenta euros la verdad es que no pagas ni el casco, que vale unos 120 euros. Un equipo completo ronda los tres mil euros”. Pero no es, de todas formas, un deporte elitista, aunque sí minoritario.
La manera más habitual de practicarlo, confirma Castillejo, es en un parapente biplaza, con un instructor: “A mucha gente le llama la atención el parapente, y de esta forma puedes tener la experiencia. Pero volar en parapente es más sencillo de lo que parece, y eso puede ser un problema, cuando crees que has aprendido, si no se practica siguiendo las normas; entonces puede ser peligroso. Es un deporte que conlleva cierto riesgo, así que hay que ir paso a paso, hace falta formación”.
El deporte se creó a finales del pasado siglo
Como pequeños aviones
Otro mito: ¿lanzarnos en parapente? “En realidad -señala David Castillejo- nosotros no nos lanzamos, nosotros volamos. Lanzarse se lanzan los paracaidistas. Nosotros despegamos y aterrizamos como un avión”. Para esto ayuda el propio entorno natural, ya que, aunque no se trata del único lugar en el litoral alicantino desde donde se puede despegar y aterrizar en el mismo sitio, sí es una zona de “aire muy limpio; no hablo de impurezas, sino que se trata de un aire limpio de turbulencias”.
Las corrientes laminares (cuando un elemento fluido, como el agua o el aire, se organiza en capas paralelas y se mueve de manera ordenada) entre la sierra de Santa Pola y la costa le proporcionan al emplazamiento unas condiciones muy especiales, “ideal para principiantes en el parapente”, afirma Castillejo. “Si las condiciones del viento son óptimas, no hay ningún obstáculo para practicar” este deporte en la zona.
Desde hace unos 35 años comenzó a practicarse aquí
Descripciones técnicas
David Castillejo estudió ingeniería técnica, en concreto Mecánica y Diseño Industrial, además de haber practicado el montañismo y comenzar a aprender las técnicas del parapente (o Ícaro, como lo llaman en Venezuela, por el personaje mitológico griego que para escapar de Creta fabricó alas de plumas unidas por hilo y cera) allá por 1988, la época en que hablábamos más de un paracaídas reformado que del aparato actual, así que conoce el medio.
Básicamente, el parapente es un artilugio de tela no rígido (aerodeslizador ultraliviano, según definición técnica) para volar sin motor, planear. El nombre es un apócope francés de las palabras parachute, paracaídas (también en inglés), y pente, pendiente. La tela o velamen, con hilos de refuerzo, de la que pende una silla o un arnés, se maneja mediante unos mandos (frenos) para que pueda evolucionar allí arriba. Para salir de allá abajo, o volver, las piernas de quien lo gobierne son el tren de despegue o aterrizaje.
Vuelos y desencuentros
Desde hace unos 35 años, “antes incluso de las casas”, comenzó la actividad parapentista aquí. Con el tiempo se asentó esta actividad diurna (“ni siquiera madrugamos, comenzamos allá a las 11 o 12 de la mañana”) hasta tal punto que, pese a que la presencia del parapentismo no siempre ha sido bien aceptada por todos, el Ayuntamiento incluya la actividad entre las ofertas de ocio del municipio. Y hasta acondicionó un sendero, señalizado y con pasarela, aunque “se ve que no llegó el dinero y se quedaron a la mitad”, ironiza.
En la actualidad, campan con el deseo consistorial de realizar varias implementaciones, incluso un guarda fijo, aseos…: “A nosotros nos parecen bien, todo lo que sea mejorar, y aumentar la seguridad -cuentan con el aval de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, por la cercanía del aeropuerto-, por supuesto que lo acataremos, pero quieren que nos encarguemos nosotros, y no tenemos medios”. Queda comprobar, pues, el resultado de la apuesta institucional por el parapentismo antes de la pandemia. Para seguir volando.