Estamos viviendo unos momentos -otros más- complicados. Al margen de la enorme incoherencia de la guerra en Ucrania, me refiero a los precios del combustible y la electricidad.
Desde hace un año -que no había ni siquiera visos de conflicto bélico- ha venido subiendo de forma indiscriminada, y de momento no justificada, el precio de la luz. En concreto este pasado mes hemos llegado a pagar un 600% más de los 33 euros por MWh que se pagaba hace doce meses.
Falta de memoria
Ya entonces desde el Gobierno se afirmó, aunque ya no nos acordemos, que al final de año -del 2021- de media habríamos pagado por la luz lo mismo que en 2020, que no nos preocupásemos –seguramente seguido de algún nadie se va a quedar atrás que tan de moda se ha puesto porque suena muy bien-.
El caso es que eso no fue así y, muy al contrario, lo que hemos ido es pagando más y más, superando récord tras récord sin que se consiguiera mitigar ese gasto. Normas y normas aparte, no se entiende que, si se pudieron eliminar los derechos fundamentales de los ciudadanos en pro de protegernos de una pandemia, no se haya podido regular los precios de la electricidad.
Más muertos y heridos
La pandemia ha provocado muertos y heridos, pero la supervivencia de las personas también los provoca. Habría que ver que cifras darían si a diario los informativos abriesen diciendo el número de personas que fallecen por infartos o suicidios, los heridos por ictus o las familias rotas provocado por la desesperación.
Si la justificación de irrumpir en derechos solo es la de la salud, cifras no les van a faltar. De hecho, los problemas de salud mental ya son los más importantes. Y en concreto España, que solemos ser líderes en cosas malas, es el país del mundo donde más tranquilizantes por habitante se consumen, lo hace una de cada diez personas.
La gran incoherencia
Y, ¿de dónde viene todo el problema del precio? ¿de lo caro que está el gas? Pues, aunque la respuesta fácil es esa, la real no lo es. El gas está caro, seguro, pero el problema deriva de un sistema de pago a los generadores de energía que se plasmó en 1992 para compensar a las renovables y que les fuera muy rentable, pero que debería haber caducado hace mucho, frente a la impasibilidad de los gobiernos españoles que han pasado desde entonces.
Para explicarme mejor, en España para cubrir las necesidades del consumo eléctrico se va a una especie de subasta en la que primero se cogen los productos de energía más baratos como la eólica, solar o hidráulica; si con eso no se tiene suficiente se va yendo por orden a otros más caros como la nuclear, y así hasta que se cubren todas las necesidades, siendo la última la del gas.
Pero la incoherencia viene porque con que en esa compra de energía un solo megavatio sea de gas, a todo el resto se le paga a ese precio. Javier Ruiz ponía en TVE este ejemplo: “es como comprar 999 gramos de jamón barato y un gramo de 5 jotas y pagarlo todo al precio de 5 jotas. Así funciona nuestro sistema”.
Ahora la nuclear es verde
Aunque hablando de incoherencias hay muchas. Por ejemplo, en nuestro país hemos criminalizado las centrales nucleares, nos hemos gastado un dineral en eliminarlas, y todo para que ahora llegue Europa, interesada enormemente en ese tipo de generación energética para depender lo menos posible de terceros, y la denomine ‘energía verde’.
Empobrecimiento de la población
Más cosas sin sentido. El no ‘intervenir’ en la electricidad, y permitir que los que la generan barata nos la vendan a precio de oro y se estén ‘forrando’, a su vez supone empobrecer a toda la población.
El IPC está cercano al 10% frente al 1,3% de hace un año, y eso influye en la economía casera de todos los ciudadanos e industrial de todas las empresas. En definitiva, una ruina. Y no todo se puede imputar a la guerra, primero porque el IPC ya estaba por las nubes debido a la subida de carburantes -que también viene de meses anteriores- y electricidad, y además en Alemania, dependientes del gas ruso, esa subida del IPC es muy inferior.
Conformismo y egoísmo a la par
Más conceptos absurdos con los que todos nos conformamos. Se impone primero un contador inteligente -como ya dijimos entonces, inteligente solo para las eléctricas, para el resto era una forma de controlar la potencia contratada y que no tuvieras un mínimo pico superior-, luego se autoriza el cobro por franjas horarias porque no puede valer todo igual -sin palabras-, y ahora nos machacan con anuncios para que contrates una tarifa plana y pagues lo mismo a cualquier hora -sin comentarios-.
Pero en realidad es que somos unos ciudadanos conformistas, a la vez que egoístas. Lo del conformismo está claro, porque todo lo que nos dicen lo aceptamos. Ahora la pandemia es tremenda y las vacunas buenísimas, todos a señalar al que opine lo contrario. Ahora ya no hace falta dar datos de pandemia y la cuarta dosis se cuestiona como algo que solo tiene fines comerciales de las farmacéuticas, pues nada, todos a vivir y aquí no pasa nada.
Y lo de egoístas es porque presumimos de ser un pueblo solidario con lo lejano, pero en realidad aquí, a la mínima alarma, arramplamos con productos sin pensar en los demás, provocando desabastecimiento y la inmediata subida de precios al resto.