Había movimiento en el Centro San Rafael, de la Fundación San Francisco de Borja. Siempre lo hay, pero ahora se notaba un poco más. Se acercaba el jueves de Santa Faz y, después de dos años de parón por culpa de la pandemia, tocaba retornar.
Todas las romerías, desde que se ubicó en la pedanía alicantino-sanjuanera, los trabajos de sus residentes, de su alumnado, se exponen para la venta. Se recaudan fondos, pero también se potencian las relaciones con los visitantes.
Kike, entre otras muchas labores encargado de hablar con los medios, era todo un torbellino ilusionado que desde el Centro te contaba, te decía, te sugería, con la ilusión como bandera. La institución sin ánimo de lucro, presidida en estos momentos por Alberto Ferrer-Riquelme, se constituía en febrero de 1996, continuando la labor de la asociación del mismo nombre desde el año 1980.
Se trata de atender a personas “afectadas por una discapacidad intelectual y que, bien por su situación socio-familiar, bien por sus características personales específicas, requieran una atención especializada”.
Cada año exponen en Santa Faz los trabajos de los residentes
Valores que nos enriquecen
Entre otros puntos, desde el Centro San Rafael se tiene en cuenta el enfoque ecológico, la calidad de vida, la actitud positiva o el compromiso ético. Otro de los planteamientos, iniciado en 2001, es lo que llaman PCP, o sea, la Planificación Centrada en la Persona.
En el fondo, de lo que se trata es de implicarse en una “defensa de la dignidad y plenos derechos”, con el objetivo de integrar a unas personas con las que la sociedad no siempre es precisamente indulgente.
“La realidad es que aportan una serie de valores que nos enriquecen”, continuaba Kike. “Ellos son lo que ves, sin dobles fondos, transparentes”.
Por ello, tratan en todo momento desde la institución de virar hacia la mayor integración posible mediante actividades como la de Santa Faz, o visitas a diversas ocupaciones, tareas, oficios, que fuera del Centro son lo que vemos como normalidad. Se trata de establecer una interrelación permanente entre los usuarios de la entidad y la ciudadanía.
Tratan de establecer una interrelación permanente con la ciudadanía
Abriéndose al exterior
En las fiestas no son solo espectadores: “Vamos a las Hogueras, donde se enteran de cómo se montan, por qué, preguntan a las comisiones, se interesan. Y el caso es que nosotros tenemos nuestra propia hoguera, que quemamos después de las otras”.
Modelos para que puedan “retratar su entorno, cuál es la realidad”, como señalaba Kike. No encerrarse entre paredes, como el caduco modelo en estos casos, el que se practicó hace eones desde posturas científicas que hoy parecen haber quedado muy atrás. Ahora los proyectos, y sus realidades, van abriéndose cada vez más al exterior. Con nuevas ideas, colaborando cada vez más con un exterior que ya no es ajeno.
“Además -señalaba Kike- ahora es un buen momento, ya que en diciembre cumpliremos cuarenta años desde nuestra fundación”. En realidad, cuarenta y dos, pero es obvio que la pandemia nos obliga a todos a contar el tiempo de otra manera. Y que se ha cobrado también esfuerzos durante y ahora, en los esperados estertores de la enfermedad.
Voluntarios implicados
“Las necesidades de atención post-covid han subido mucho” confesaban en el Centro San Rafael, donde también señalaban la imposibilidad de embarcarse en todo ello si no contasen con el apoyo de instituciones oficiales y del voluntariado, necesario para abarcar las acciones tanto del Centro como de la Fundación en general.
Sobre todo desde el programa ‘Tejiendo redes’, que se dedica a eliminar el déficit relacional de las personas atendidas por ellos, mediante “relaciones de amistad gratuitas”, en especial gracias a “gente joven”.
Se producen una serie de complicidades: si a un voluntario le gusta, por ejemplo, tal deporte, “entonces va a practicarlo o verlo con quienes compartan esa afición”, lo que implica mayor integración dentro de un programa enfocado a cubrir necesidades y potenciar capacidades mediante una oferta “lo más personalizada posible, generando grupos”.
Se pasea, se juega, se aprende. Colaboran incluso con asociaciones como ‘Asoka El Grande’, contra el maltrato animal. Esto genera una “trasformación personal”, pero requiere una “implicación clara”.
«Se trata de crear pequeñas unidades convivenciales» Kike
Unidades convivenciales
Esta lucha por la integración desde la Fundación San Francisco de Borja, que incluye la labor desarrollada en la residencia, con plazas concertadas con la Generalitat más un Centro de Día para cuarenta y dos personas, se proyecta afuera, recalcaban, con acciones como los dos Centros de Día abiertos en la ciudad, en los barrios de Benisaudet, cerca de Lo Morant, y Florida. Y las dos viviendas tuteladas, para catorce personas cada una, que ya funcionan en la calle Maldonado de Alicante.
“De lo que se trata es de crear pequeñas unidades convivenciales”, añadía Kike, “porque atendemos a muchas personas adultas cuando terminan la escolarización, y te satisface el que muchos puedan ya disfrutar de esa independencia”.
Para ello, pasaron por muchos sitios: “en la actualidad estamos en un lugar donde el suelo fue cedido por la Diputación”. Pero saben que aún les queda camino desde que asumieron el papel de “generadores de oportunidades”.