Las cifras, en el prepandémico 2019, no podían ser más contundentes: el noventa por ciento de las exportaciones de calzado español a suelo estadounidense se producía en la provincia de Alicante.
Veinte millones de pares, de los que una buena parte salían de empresas eldenses, ilicitanas, petrerins y villenenses. En este 2022, tras anunciarse mediáticamente la muerte del sector, las cifras se acercan a las anteriores, y subiendo.
Disociar Elda del calzado
Con semejantes datos, resulta ya imposible disociar Elda del calzado, como si aquí hubiese existido tal industria desde el amanecer de los tiempos. Y sí, a poco que se bucee en el Museo del Calzado, por donde estuvo la Feria Internacional del Calzado e Industrias Afines (FICIA), vemos que este ha existido siempre: había que andar.
Pero como industria, en realidad, no podemos ir mucho más allá del último cuarto del siglo XIX. Según las crónicas, debido a una salinización del Vinalopó que acabó con otras manufacturas.
La salinización del Vinalopó arrastró a buena parte de la economía
Estancamientos demográficos
Las cosas nunca resultan tan simples. Es cierto que esta salinización se produjo, agostando una huerta feraz y ayudando a la desaparición de una al principio exitosa industria papelera que no supo, o no quiso, adaptarse a los nuevos tiempos industriales.
La construcción en 1803 de la Acequia del Rey, supervisada por el arquitecto madrileño Juan Antonio de Villanueva (1739-1811), para desecar la laguna de Villena, le echó un buen puñado de cloruro sódico al asunto.
Era cuestión de renovarse o morir para el entramado económico eldense. Más en una sociedad que se había estancado demográficamente: así, si en 1790 se censan 3.915 habitantes, en 1800 solo 3.988, y para 1835 se da incluso un descenso, con 3.696 registros.
Habrá que esperar a 1860 para encontrarnos un aumento significativo, 4.085. Pero en 1950 la población eldense alcanza ya los 20.699 habitantes. Sí, efectivamente, la industria del calzado estaba ya dejando su impronta.
La sociedad se había estancado demográficamente
El ejemplo ilicitano
La imagen recurrente, que en cierta manera devuelve también una mirada muy rápida al Museo del Calzado, nos habla de la conversión natural de la manufactura del esparto, dedicada a la elaboración de alpargatas, por ejemplo, en la industria aparadora de la actualidad.
Es lo que sucedió, sin ir más lejos, en la cercana Elche, donde la existencia de una serie de molinos que se alimentaban de la Acequia Mayor generó una rica tecnología alrededor de ellos.
Así, de las almazaras para transmutar oliva en aceite, o la molturación del trigo para surtir de harinas a la población, no tardaremos en pasar a mover telares mecanizados, que también apoyarán la transformación de la producción alpargatera manual en una pujante industria del calzado.
¿Entonces esto no se dio en Elda? En buena parte no, porque otros fueron los productos fabricados, pero, como veremos, en parte también sí. Había un poso mecanizado, aunque rudimentario, y pronto se generó la necesidad de utilizarlo.
Tecnologías anteriores
Según nos informa Tomás Pérez Medina en su trabajo ‘Rasgos económicos del siglo XIX: de la agricultura al taller zapatero’, contenido en la ‘Historia de Elda’ (2006) coordinada por Antonio M. Poveda Navarro y José R. Valero Escandell, hacia 1860 “había 20 zapateros en Elda, que eran ya 37 en 1872 y 89 en el año 1875”. No son muchos, pero ya comenzaba poco a poco a meterse el germen del calzado en una ciudad que esta vez supo cómo encauzarlo.
El truco estaba en que la primera decadente y luego finiquitada industria papelera aportaba a la dote industrial una infraestructura técnica, que podía transformarse para su utilización.
Tomás Pérez resalta precisamente esta, y otras: “principalmente las relacionadas con los molinos hidráulicos (harineros, papeleros y de esparto) y la elaboración de productos agrarios (prensas de aceite, cubos con lagares para el vino, alambiques de aguardiente y alcohol)”. Y bien, ahí tenemos, como en Elche, el esparto.
A mediados del siglo XX se produce un fuerte aumento poblacional
Arranque definitivo
Si al principio esta manufactura no iba encaminada solo al calzado, se constata que desde el XIX arraigó en la sociedad eldense, como apunta Pérez Medina: “la manufactura del esparto la realizaban las familias desposeídas, semiproletarizadas, que, junto a los ingresos de jornales en el campo, completaban la economía familiar con el trabajo del esparto, tanto mujeres, como niños y ancianos”. Será en los cincuenta del siglo XX cuando se dé la gran interconexión.
Las cifras demográficas hablaban por sí solas, y con ellas también las de una fuerte inmigración tanto de otras partes de España como extranjera, de todos los continentes salvo, curiosamente, Oceanía. La creación de FICIA, operativa en la ciudad entre 1960 y 1991, no iba a hacer otra cosa que potenciar esta cada vez más pujante industria.
Como señala José Antonio Miranda Encarnación en su tesis ‘La industria del calzado en España 1860-1959’ (1996), “los pedidos extranjeros hicieron posible que la industria del municipio de Elda experimentase un crecimiento extraordinario, mejorase su equipo productivo y se extendiese por el resto de localidades vecinas del Valle del Vinalopó”. Pero quizá esta sea otra historia.