El siglo XIX, más que correr, volaba. La Edad Media, antes enquistada (debido a las monarquías absolutas) entre las mimbres vivenciales pese a que los manuales de Historia la finiquiten en el XV, quizá una centuria más en la Península Ibérica, daba paso definitivamente a las naciones-estado liberales. Mientras, la industria comenzaba a imponerse tras el chispazo de la Primera Revolución Industrial, desde el XVIII hasta la guerrera y revolucionaria década de 1840, según aseguran los historiadores.
Crevillent vive, como toda ciudad importante o con posibles que se precie, esos cien años con el arranque de una importante industria manufacturera, dedicada a los bordados con fines religiosos, en la que no pocos cronistas aciertan a ver los primeros pespuntes de la dedicación del municipio, oficialmente a partir de 1920, a la fabricación de alfombras al por mayor. La sociedad rural comenzaba a virar a nuevas mimbres: en 1876, enfilando ya el final del siglo, nace la primera plaza de abastos crevillentina.
Crecimientos demográficos
El paso del tiempo, la caída de los calendarios y pasadas actuaciones desafortunadas, como en cualquier ayuntamiento que hoy exista, han conseguido que desaparezcan algunas huellas documentales sobre la villa. No obstante, algo queda donde poder morder. De los diversos censos consultables, el del Instituto Nacional de Estadística nos dice que en 1857 el municipio cuenta con 7.787 habitantes, que se transforman, lo que en la convulsa época no está nada mal, en 10.114 en 1887.
No proporciona ningún padrón más, pero, para poder comparar, podemos remitirnos al obispal ‘Censo de Aranda’ (encargado por la Iglesia al décimo conde de Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, 1719-1798), donde leemos que, en 1769, en el siglo anterior, Crevillent alcanzó la cifra de 4.779 personas residentes, de las que 2.466 son varones y 2.312 hembras. Crecimiento continuado, pues, que iba a conseguir avances, pero que también estaba sometido a sus obligaciones. Como la de ir a la guerra.
La primera plaza de abastos nace en 1876
Quintos entre guerras
En 1838 saldrá del municipio su primer remplazo de quintos para la mili, al menos según la documentación conservada. El siglo comenzaba con la Guerra de la Independencia (1808-1814), que enfrentó a españoles, portugueses y británicos contra la invasora Francia napoleónica. Y continuaba con la Primera Guerra Carlista (1833-1840), entre los partidarios del absolutista ‘Don Carlos’ (Carlos María Isidro de Borbón, 1788-1855) y los de Isabel II (1830-1904) y la regente, por minoría de edad de la anterior, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (1806-1878).
Ganaron los isabelinos, o cristinos, y al absolutismo liberal le esperaba a la vuelta de la esquina el Sexenio Revolucionario, etapa democrática entre septiembre de 1868 hasta diciembre de 1874, seguido de restauración borbónica.
Luego, Primera República (11 de febrero de 1873 a 29 de diciembre de 1874) y retorno de los borbones. Al menos, los quintos, desde la segunda mitad del siglo, iban a ir instruidos. Al Colegio Público crevillentino lo apuntaban de forma activa a la renovación educativa del momento.
En 1838 saldrá el primer remplazo de quintos para la mili
Enseñanza y feminismo
Las barriadas crevillentinas de la época, a partir de lo poco que nos devuelve hoy el baúl de la memoria, son el Barranquet, la del Carmen, la de las Cuevas (que comenzaron a construirse con la expansión demográfica del anterior siglo), la Peñeta, la del Puente, Santa Anastasia y San José. A estos distritos se dirige un sistema educativo debido al ministro Claudio Moyano Samaniego y Samaniego (1809-1890) que organiza en 1857 la enseñanza en primaria, secundaria y superior.
En el fondo, es casi un reflejo de la ley de Manuel Seijas Lozano (1800-1868), quien en 1850 estructuraba la enseñanza industrial en los niveles elemental, medio o de ampliación y superior.
De la escuela crevillentina, aunque luego estudió en el colegio evangélico norteamericano de San Sebastián, surgirá la oradora y escritora feminista Isabel Alfonso Candela (1876-1901). Vivió poco, veinticinco años, pero intensamente: impulsó los derechos de la mujer, sobre todo educativos, hasta que el tifus segó su lucha.
La feminista Isabel Alfonso Candela estudió en el Colegio Público
Colonias y enfermedades
España sufría, por desgracia, de un notable retraso sanitario. La pérdida de las colonias, mal rubricada por la guerra contra Estados Unidos, que se saldaba con la independencia de Cuba en 1898, dejó al país, además de desmoralizado, también más pobre, por la merma de materias primas. Las enfermedades se cebaron con la población española, y no solo el tifus. Habrá una epidemia de cólera entre 1884 y 1885 con más de 120.000 muertes en todo el país.
Debemos a ello, precisamente, la construcción del actual cementerio, ultimado el 13 de noviembre de 1889 y dividido internamente en varias zonas: católica, no católica (disponía de otra entrada), niños sin bautizar y clero.
El siglo había empezado con el bandolero crevillentino Jaime José Cayetano Alfonso Juan (1783-1824, llamado Jaime el Barbudo por sus inmensas patillas) gritando “¡Vivan las cadenas!” trabuco en ristre. Finalizaba con la epidemia de peste de septiembre de 1899. Pero Crevillent siguió creciendo, sin perder el chispazo del XIX.