En los dedos y palmas de las manos, así como en los dedos y planta de los pies, se encuentra un tipo de piel conocida como piel glabra. Esta piel se caracteriza por no poseer pelo ni vello y por tener una respuesta al agua distinta que el resto de piel, arrugándose si se humedece lo suficiente. Si se mantiene la mano sumergida, lo dedos comienzan a arrugarse aproximadamente a partir de los 5 minutos.
Esta reacción se produce en la epidermis, la capa cutánea más externa. Las células de la epidermis contienen altas cantidades de queratina, una proteína de estructura fibrosa muy rica en azufre. Sobre la epidermis se van depositando capas muertas de estas células y forman el estrato córneo, que es responsable de la resistencia de la piel e impide su deshidratación.
La capa córnea es capaz de absorber agua e hincharse tras permanecer un tiempo sumergida en agua, mientras que las células de queratina vivas de capas más profundas no. A medida que la capa córnea se va hinchando, va ocupando cada vez más superficie, cada vez cuenta con un área mayor, pero al mismo tiempo se mantiene unida a las capas inferiores. Para compensar la diferencia de superficie entre ambas capas, la capa córnea se dobla y arruga.
Este efecto podría ocurrir en cualquier parte del cuerpo, pero ocurre principalmente en manos y pies porque en estas zonas sometidas a un uso continuo la capa córnea suele ser mucho más gruesa. Estas arrugas por hidratación de la capa córnea son reversibles y la piel vuelve a su estado normal al secarse.
Se han propuesto diversos mecanismos por los que la piel se arruga al sumergirse en agua. El principal sería la absorción de agua por ósmosis. También se cree que puede intervenir la constricción de vasos sanguíneos superficiales, en concreto los que riegan los aparatos glómicos, unas estructuras de la dermis implicadas en la regulación de la temperatura; al reducirse el riego sanguíneo, los aparatos glómicos reducirían su volumen y favorecerían la aparición de arrugas en las capas superiores.
El mecanismo de vasoconstricción implica al sistema nervioso y se puede comprobar como pacientes con pérdida de la función nerviosa en las manos no presentan arrugas en los dedos tras sumergirlos en agua o aparecen de forma débil. Si se recobra la función nerviosa, vuelven a producirse las arrugas.
Posible función
Existe una teoría según la cual la capacidad de que la piel de los dedos se arrugue es una característica adquirida a lo largo de la evolución. Las arrugas en los dedos actuarían como canales de expulsión del agua ayudando a manipular objetos mojados o a tener mayor agarre al caminar sobre superficies húmedas, similar a la función de las marcas en los neumáticos para automóviles.
Esta teoría evolutiva, descrita por Mark Changizi en 2011, no ha podido ser corroborada y existen estudios sobre la capacidad de manipular objetos con los dedos arrugados con conclusiones contradictorias.