Si no la que más, desde luego es una de las fortalezas más antiguas de la provincia de Alicante que todavía se mantiene -aunque sea malamente- en pie. Hablamos del vecino más viejo de Orihuela, el histórico Castillo que se alza sobre el Monte de San Miguel.
Justo por estas fechas se cumplen 315 años del acontecimiento que resultó más destructivo para esta fortificación en toda su milenaria historia. Y no fue precisamente un ataque masivo de artillería ni un gran bombardeo aéreo… sino un fenómeno meteorológico.
Orihuela en guerra
A principios del siglo XVIII estalló la Guerra de Sucesión Española, propiciada por dos aspirantes al trono que se consideraban los sucesores legítimos del fallecido Carlos II. Por un lado estaba el francés Felipe de Borbón, su sobrino-nieto. Y por otro el archiduque austriaco Carlos de Habsburgo, su sobrino político.
Media península apoyó al candidato Felipe y la otra media a Carlos, por lo que llegó la guerra. En el caso de Orihuela, la ciudad se mantuvo en el bando borbónico. La razón principal básicamente fue que las altas autoridades políticas y religiosas del lugar así lo prefirieron, más por motivos personales que ideológicos.
Sin embargo en 1706 hubo un levantamiento popular a favor de los austracistas, probablemente impulsado por el gobernador Jaime Rosell que ansiaba entrar en el círculo cercano del archiduque Carlos (de hecho llegó a estar presente en su coronación como emperador).
El cambio de bando fue bastante efímero, pues en octubre de ese mismo año un ejército borbónico entró en Orihuela derrotando a una resistencia desorganizada, ya que el propio gobernador Rosell había escapado cobardemente días antes. Los soldados vengaron la traición de la ciudad asaltando y quemando muchas de sus casas, en el que sin duda fue uno de los episodios más negros de nuestra historia.
Los restos de muchos soldados fueron arrojados a un foso
La tormenta perfecta
Pero volvamos al Castillo. Temiendo que los austracistas intentaran reconquistar Orihuela, el nuevo gobernador militar Antonio Aranda ordenó reforzar la fortaleza del Monte San Miguel como uno de los principales puntos clave en la defensa de la localidad. Por ello se subieron numerosos cargamentos de pólvora y provisiones. Igualmente una numerosa guarnición de soldados quedó aquí establecida de forma fija
Sin embargo, en la tarde del 28 de mayo de 1707 no fue un ataque militar lo que se cernió sobre el Castillo sino… un rayo. La casualidad quiso que alcanzara justo el polvorín de la fortaleza, lo cual provocó una explosión tan descomunal que 93 soldados resultaron muertos.
Ni mediante el disparo más certero del mejor cañón artillero a su disposición, el ejército austracista habría logrado un ataque tan demoledor. Con la tecnología de la época, y muchos años antes de la invención de la aviación, hubiera sido imposible provocar por medios militares una explosión en un lugar tan estratégico y a tanta altura. Fue el simple azar quien quiso que aquel día se formara una tormenta sobre Orihuela y que uno de sus rayos más poderosos cayera en el lugar justo donde se almacenaba la pólvora.
Durante la Guerra de Sucesión hubo una revuelta en Orihuela a favor del bando austracista
Entierro por clases
Tras la tragedia, las autoridades locales organizaron un gran funeral público en honor a los fallecidos. Se celebró incluso una procesión para su entierro que recorrió las calles de la ciudad y en la que participaron todas las iglesias oriolanas.
Los soldados fallecidos pertenecían al Regimiento de la Villa de Madrid, que en aquel momento era el encargado de custodiar Orihuela. Eso sí, incluso en el más allá continúa habiendo clases. Los tres capitanes que perecieron en el accidente fueron enterrados en los sepulcros personales de varias familias nobiliarias de la época.
En cuanto a los otros 90 soldados rasos, los cuerpos que presentaban un estado más presentable fueron dados sepultura en la Capilla de Loreto. Sin embargo muchos cadáveres estaban totalmente desmembrados debido a la brutalidad de la explosión, y de algunas personas ni tan siquiera fue posible encontrar resto alguno. Así pues, la mayoría acabaron siendo arrojados a un foso que se excavó en el mismo Castillo.
El Castillo nunca recuperó su esplendor de antaño desde este suceso
Castillo destruido
La histórica fortaleza del monte San Miguel, construida alrededor de un milenio antes de estos hechos, también quedó hecha unos zorros. A largo de su historia el Castillo había aguantado numerosas batallas, como la reconquista cristiana o los enfrentamientos entre las coronas de Castilla y Aragón. Sin embargo, aquel fatídico rayo lo echó prácticamente abajo.
Casi milagrosamente la torre más cercana a la explosión aguantó en pie, si bien acabaría siendo derruida poco después por orden del mismísimo monarca Felipe V dada su nula utilidad.
Degradación
Lo cierto es que desde entonces el Castillo nunca más recuperaría su poderío de antaño. Ningún mando posterior quiso acometer la profunda reforma que precisaba, por lo que quedó en estado de abandono. No volvió a sufrir ninguna batalla, pero sí se fue degradando progresivamente sobre todo cada vez que caía alguna de las habituales gotas frías que asoman de cuando a cuando por esta comarca.
El terrible terremoto que sufrió la Vega Baja a comienzos del siglo XIX (prácticamente de la misma magnitud que el que arrasó Haití en 2010) fue la puntilla para algunas de las murallas que aún continuaban resistiendo en pie.
Hoy ya nuestro Castillo no es ni un lejano reflejo de lo que fue, pero aún quedan algunos pocos restos que si pudieran sentir a buen seguro rezarían por un parrayaos cada vez que acecha tormenta sobre Orihuela.