No resulta fácil explicar qué es y a qué se dedica la Taula del Bon Profit. Quizás, la manera más sencilla y, a la vez, escueta de definirla sea como una asociación absolutamente representativa de Benidorm, la ciudad que le vio nacer hace ahora cincuenta años y que ha protagonizado la mayoría de sus reuniones desde entonces.
Desde aquel mes de junio de 1972 han sido muchísimas las personas que han compartido mesa y mantel para charlar y debatir, el último viernes de cada mes, sobre temas absolutamente diversos.
Vistazo al pasado
La Taula del Bon Profit fue, durante mucho tiempo, un club de hombres algo que, como tantísimas otras cosas a lo largo de las últimas cinco décadas, ha cambiado y que hoy en día es sólo una más de las muchas notas a pie de página que deja el anecdotario de esta institución tan benidormense.
Unas reuniones que, de alguna manera, permiten que por un día al mes y desde hace medio siglo, Benidorm eche la vista atrás para darse el capricho de volver a ser un pequeño pueblo marinero a través de las conversaciones y ponencias que se producen alrededor de esa mesa.
La Taula del Bon Profit fue, durante mucho tiempo, un club de hombres sin participación femenina
Identidad cultural
En ese ejercicio de tratar de explicar lo que es y significa la Taula del Bon Profit para la capital turística de la Comunitat Valenciana, las crónicas de la prensa local recogen, hace ya más de dos décadas, las palabras de Roc Fuster, uno de los fundadores de la misma.
Fuster aseguraba que esas cenas son una suerte de “ritual” que, de alguna manera, sirven para que “los vecinos se puedan reencontrar con su pasado”, una inquietud, quizás, necesidad, que surgió cuando un grupo de ‘benidormers’ que habían participado de forma muy activa en la transformación de la ciudad a mediados del siglo XX, se dio cuenta de que aquello estaba, a la vez, provocando la pérdida de la identidad de su pueblo.
Influencia foránea
Benidorm es hoy en día una potencia turística que, según los datos oficiales, alberga a algo menos de 70.000 vecinos, pero que incluso en las temporadas turísticas más bajas multiplica esa población y que en los meses de mayor ocupación alcanza diez veces esa cantidad.
Con el paso de los años, su identidad ha ido diluyéndose a causa de la influencia de esos miles de nuevos vecinos llegados de todos los puntos de España y de Europa algo que, por sí mismo, no es malo, sino todo lo contrario, pero que sí ha propiciado que hayan surgido distintas iniciativas que persiguen que esa historia propia no acabe perdiéndose en el olvido.
La idea surgió a principios de los 70 durante un funeral celebrado en Benidorm
El gran cambio
En la década de los 50 del siglo XX, Benidorm contaba con apenas 3.000 vecinos que miraban al mar, no como un imán para atraer a nuevos visitantes, sino como ese traicionero lugar que, como en todos los pueblos marineros, es, a la vez, medio de vida y lugar de muerte.
Ya a principios de los años 70 las cosas habían cambiado mucho y un grupo de ‘benidormers’, conscientes del profundo cambio que estaban protagonizando y que les apartaba de su origen, pusieron en marcha, el 27 de junio de 1972, la Taula del Bon Profit.
Nacidos de un funeral
El ya mencionado Roc Fuster explicó en los años 80, tal y como se recoge en los papeles de entonces, que “a mediados de 1972, cuando Benidorm ya era una ciudad, estábamos a las puertas de la iglesia de San Jaime un grupo de amigos en un funeral. Y comentamos aquello de que ya sólo coincidíamos en los entierros. Fue así como nació la Taula del Bon Profit”.
Los ideólogos de aquella primera edición de la Taula del Bon Profit eran muy conscientes de que ya en aquel momento los nacidos en Benidorm -los que hoy diríamos que son portadores de ocho apellidos benidormenses-, eran minoría absoluta en el censo, por lo que idearon, como habían hecho con tantas otras cosas en esa ciudad, una solución absolutamente original.
No hay junta directiva ni ningún responsable de organizar las cenas. No hay invitados, ni reservas previas ni mesas presidenciales durante las reuniones
Una desorganizada organización
La Taula del Bon Profit no contaría con junta directiva. Tampoco habría ninguna persona sobre la que recayera la responsabilidad de organizar las cenas. No habría invitados, ni reservas previas ni mesas presidenciales durante las reuniones. Todo sería mucho más anárquico y, como en cualquier reunión de amigos que se precie, la cuenta se pagaría ‘a escote’.
Una desorganizada organización que sus fundadores compararon con una de las instituciones valencianas más antiguas y respetadas: el Tribunal de las Aguas de València que, como en el caso de la Taula del Bon Profit, no cuenta con documentos, nadie lo convoca… pero no deja nunca de celebrarse. De ahí, su lema: ‘entre tots ho farem tot’.
Honores, no cargos
Pero las cenas de la Taula del Bon Profit no surgen de la nada ni, evidentemente, sus asistentes confían en la divina providencia para conocer el lugar de la siguiente cita. Sin junta directiva y sin nadie que se deba hacer cargo de la organización del evento, la fórmula elegida es la de apelar al ego de sus asistentes repartiendo honores en lugar de cargos.
Así, la Taula del Bon Profit cuenta con la figura del ‘cap de taula’, que siempre es una persona relevante de la población, y la del ‘avisador’, que es quien se encarga de avisar de los detalles del siguiente cónclave. Así mismo, cada cena cuenta con el ‘xarraire’, un invitado ilustre y que ha recaído siempre en “gente con la que aprender”.
La Taula del Bon Profit se ha comarcalizado y ha celebrado reuniones en la práctica totalidad de municipios de la Marina Baixa
Unos estatutos ‘de broma’
Tal fue el sentido anárquico del que sus fundadores quisieron dotar a la Taula del Bon Profit, que por no tener, no tiene ni estatutos ni normas que la rijan. Existen, eso sí, una suerte de estatutos en verso redactados en 1975 por el abogado Juan Ronda que, en cualquier caso, son más una nueva broma de aquellos hombres que algo que se deba tomar en serio.
La semiclandestinidad de algunas de sus acciones -como se verá un poco más adelante- llevó a Ronda a escribir, dentro de esos ‘estatutos’, unos versos en los que se deja claro que “no se hará nada por escrito porque puede quedar constancia y armarse algún revuelo”.
Gran evolución
Mucho han cambiado las cosas en estos cincuenta años, y buena prueba de ello es que la Taula del Bon Profit ya no es únicamente una institución benidormense, sino que se ha comarcalizado y ha celebrado reuniones en la práctica totalidad de municipios de la Marina Baixa.
Otro cambio fundamental, incluso, para su propia supervivencia lo encontramos en la ya normalizada presencia de mujeres en sus mesas. La Taula del Bon Profit “nació en un contexto diferente, mientras las mujeres estaban dentro de la iglesia asistiendo al funeral y los hombres esperábamos fuera a dar el pésame”, explicó en su día Fuster. Ahora, y por fortuna, esas mesas son absolutamente representativas de la sociedad sobre la que hablan y teorizan.
De hecho, en esos estatutos escritos en verso por Juan Ronda, se decía, en otro ejemplo más de un humor que no ha envejecido muy bien, que “no se admitirá ninguna mujer, ni propia ni amancebada, maricas reconocidos y esos que ni fu ni fa”.
En sus humorísticos estatutos se recoge que «no se admitirá ninguna mujer, ni propia ni amancebada, maricas reconocidos y esos que ni fu ni fa»
En valencià
La Taula del Bon Profit, ahora y hace cincuenta años, cuenta entre sus principales objetivos fomentar las tradiciones y la cultura valenciana, y es por eso por lo que la lengua vehicular de todas sus reuniones es el valenciano y, a la vez, por lo que los menús se confeccionan, al menos siempre que es posible, con viandas y bebidas típicas de la tierra.
Un objetivo que no siempre fue tan evidente como lo puede ser hoy. Sobre todo, en aquellos primeros años de la Taula, todavía en pleno franquismo, cuando ese valencianismo llevó a sus componentes a usar la senyera histórica, la de las cuatro barras rojas, a presidir sus reuniones; toda una osadía en aquel entonces.
Sin cocina ni sede
Todo lo expuesto anteriormente podría llevar al lector, y estaría en lo cierto, a encontrar ciertas similitudes con las famosas sociedades gastronómicas vascas, pero hay en la Taula del Bon Profit algunas diferencias fundamentales con esa tradición tan arraigada en Euskadi.
En primer lugar, sus integrantes no tenían intención alguna de cocinar, por lo que siempre se optó por la celebración de las reuniones en restaurantes, algo que, a su vez, también vino motivado por la otra gran diferencia respecto a las sociedades gastronómicas: el deseo de no contar con un local propio.
Siguiendo el ejemplo del Tribunal de las Aguas de València, no se guardan actas ni documentos de las reuniones
Experiencia gastronómica
Junto a todo lo dicho, la Taula del Bon Profit es, sobre todas las cosas y como su propio nombre indica, una mesa del buen provecho, es decir, una experiencia en la que la gastronomía tiene tanta o más importancia que la propia conversación y ponencias.
Así, el Cap de Taula, en colaboración con el restaurante elegido en cada ocasión, es quien debe encargarse del diseño del menú y es uno de los pocos elementos de los que se guarda constancia tras cada reunión.
Un maridaje, el de comida y conversación, que no han hecho más que elevar el prestigio de la Taula del Bon Profit a lo largo de los años. A ello ha contribuido de forma esencial el hecho de que, gracias al ambiente despreocupado en el que se desarrollan esas cenas, los parlamentos no suelen ser muy extensos, pero sí interesantes, haciendo buena aquella máxima del ‘menos es más’.
Centenares de asistentes
En unas cenas en las que uno de los pocos temas que no se pueden tratar es la política, el número de invitados a cada edición ha ido creciendo de forma espectacular a lo largo de estos cincuenta años de historia. Si la aventura comenzó con poco más de una decena de comensales, hoy en día es cada vez más frecuente que ese número sobrepase las cien personas.
Un elemento antropológico, social y cultural que ya forma parte, precisamente, de aquello que nació para proteger: la cultura local. Tanto es así que no sólo ha sido protagonista de diversos artículos y reportajes en los medios de comunicación, sino que la Universidad de Alicante ha organizado diversas sesiones para estudiar esta original institución benidormense.
Una Taula del Bon Profit que ha intentado, incluso, ser replicada en lugares no muy lejanos. De hecho, en la Marina Alta se llegó a constituir la Taula del Bon Menjar, pero aquella experiencia, nacida por impulso de Vicent Pons, no consiguió asentarse y acabó desapareciendo.