Carrozas adornadas de flores, gentes disfrazadas, generalmente jóvenes, que lanzan confetis y serpentinas, el suelo cubierto como si hubiese llovido una primavera. La imagen puede llevarnos hasta la mismísima Batalla de las Flores de la Feria de Julio de Valencia, pero igualmente también podría ser la representada durante el Carnaval de la francesa Niza, con el año 1294 como primera cita. Y realmente donde se espejó la fiesta valenciana.
Lo de las batallas florares se extendió por muchos lugares, como la que acontece durante las carnestolendas colombianas en Barranquilla, desde el siglo diecinueve. También a España, como en el paradigmático desfile en la cántabra Laredo, el último viernes de agosto desde 1908. La de Valencia arrancaba en 1891, a instancias del escritor y político Pascual Frígola y Ahiz (1822-1893), primer barón de Cortes de Pallás.
El modelo principal fue la sevillana Feria de Abril
Como en Sevilla
Fue una de las muchas iniciativas que periódicamente iban a generarse para insuflarle periódica vida a una celebración, la citada Feria de Julio, que cada cierto tiempo parece estar a las últimas y, sin embargo, siempre sobrevive. Cabe decir que la Batalla de las Flores pasó a convertirse en una de las más acertadas de dichas ideas. Aún pervive y constituye una de las actividades más publicitadas y comentadas desde los medios de comunicación.
La feria había estado gestándose con los ojos puestos en la de Abril sevillana. Oficialmente, creada esta allá por el 1859, según consta en múltiples referencias. Finalmente, en Valencia, el doce de diciembre de 1870 se presentaba un proyecto que se materializará un año después. Adscrita definitivamente a las ‘corregudes a Sant Jaume’. Quizá por ello vendrá referenciada en muchos textos como Fira de Sant Jaume.
Época de modernizaciones
Los finales del siglo diecinueve fueron época de modernización de la ciudad, con agua potable a partir de 1850 y luz eléctrica desde 1882. La burguesía, nueva nobleza a golpe de reales, arruga la nariz ante los festejos más populares, como las fallas, y reclama sus propias celebraciones, donde poder exhibirse y, al cabo, medrar socialmente. El proyecto de la Fira, una vez se materialice, le vendrá, y quizá nunca mejor dicho, como anillo al dedo.
Se ubica inicialmente en el paseo de la Alameda o Albereda, entre el puente del Real y el del Mar, justo por donde ostentan porte los pudientes de la ya metrópoli. Pero no podrá impedir que todas las clases sociales encuentren, de todas formas, su hueco. Eso sí, en el fondo, lo de una feria no era algo original. Ya contábamos entonces con multitud de modelos.
La Batalla de Flores se inspiró en la del Carnaval de Niza
De orígenes remotos
Las medievales tenían su punto comercial. En realidad, viajamos el tránsito desde una Edad Media (siglos quinto al quince) de señoríos estado prácticamente autosuficientes a una Edad Moderna (del quince al dieciocho) donde el comercio mueve conquistas, viajes y tecnologías. Pasamos del intercambio de bienes al mercadeo. Las ferias se convierten en los centros neurálgicos para unas compraventas que transformarán la sociedad.
Se inspiran en los zocos árabes, en el regateo, en los puestos rebosantes de productos de la agricultura, la minería, el sector primario; en fin, o del secundario, la transformación manufacturera, que pasan de mano en mano gracias al sector servicios o terciario. Pero añaden la guinda del sentido festivo, de ocio, de las ‘feriae’ o ‘feriarum’ romanas.
Con canción incorporada
La más publicitada sea posiblemente la de la localidad inglesa Scarborough, quizá la más importante en las islas británicas durante el citado tránsito entre épocas. La canción ‘Scarborough Fair’ (literalmente ‘Feria de Scarborough’), de autor desconocido, ha llevado a que un montón de historiadores, musicólogos, antropólogos y demás se devanen los sesos ante lo que parece un mensaje amoroso en clave metafórica.
Las primeras estrofas: “¿Vas a la feria de Scarborough? / Perejil, salvia, romero y tomillo / Dale recuerdos a alguien que vive allí, / a aquella que una vez fue mi amor verdadero”. Pero entre una estrofa galante y otra de alegorías se nos da un catálogo de productos a adquirir, incluida una camisa de lino. No obstante, no fue la única feria, ni iba a ser la última.
Se llegó a mandar a las afueras a la Fira original
De Francia a Cocentaina
Las francesas ferias de Champaña (Champaña-Ardenas, desde 2016 parte del Gran Este, junto a Alsacia-Lorena) subieron como espuma de su famoso producto entre 1150 y 1300. Y en España, al separarse en 1375 Albacete de Chinchilla se crea una que aún hace lleno anual, al menos cuando no pandemia, donde puedes adquirir desde libros hasta navajas autóctonas. En la provincia, tenemos muestras como la Fira d’Agost en Xàtiva, nacida en 1250 pero en noviembre.
En el ámbito más amplio de la Comunitat Valenciana, no podemos olvidarnos de la Fira de Tots Sants en Cocentaina, cosecha de 1346 (como se ve, a pesar de vaivenes varios, también sufridos por Albacete, que les hicieron perder hojas de almanaque, cualquiera de ellas puede disputarle a la ciudad manchega el cetro de feria más antigua de España).
Las exposiciones universales
De estas derivarán las ferias de ganado (más tarde, añadieron el aparataje agrícola, como tractores) pero también, y a veces mezcladas, las taurinas. La Feria de Abril de Sevilla, sembrada como primera fecha el 25 de agosto de 1846, será paradigmática al respecto. Y un arquetipo a seguir, como vimos. Añadamos otro modelo: las exposiciones universales, con inmensos pabellones para apabullar a los visitantes con productos y parabienes del momento.
El molde vuelve a ser el de las ferias, tematizándolo, y triunfan especialmente durante la segunda mitad del siglo diecinueve y la primera del veinte. Así, la Exposición Iberoamericana de Sevilla (que no es una feria universal al uso, pero participa de las características de esta), del nueve de mayo de 1929 al veintiuno de junio de 1930. Los pabellones construidos para esta, como el parque María Luisa, iban a conformar el urbanismo futuro de la ciudad.
La más publicitada en la antigüedad fue la de Scarborough
El modelo universal
Este último modelo, quizá al ser asumido por los Estados, tanto por el organizador como los diferentes visitantes, es uno de los que más ha triunfado. Más cuando en la mayoría de los casos se basa en una parafernalia apabullantemente tecnológica, caso de la Exposición Universal de París, en 1889, que le plantó una torre Eiffel a la ciudad, entonces aborrecida y hoy adorada por la población parisina.
En España, baste recordar la Expo 92 en Sevilla, del veinte de abril al doce de octubre de 1992, cuyos organizadores hicieron ejercicio de memoria para mostrarnos también los antecedentes, en concreto la Iberoamericana clausurada en 1930. Y la Exposición Internacional de Zaragoza, desde el catorce de junio al catorce de septiembre de 2008 y dedicada al agua, que parecía repetir, en menor tamaño, bastantes de los pabellones de la anterior.
Las justas literarias
Sin embargo, los pabellones que desfilarán por la Feria de Julio no estaban destinados a hacer la metrópoli valenciana más grande. Se trata de arquitectura efímera destinada a figurar. Burgueses y Ayuntamiento competían por ofrecer el mejor, más recargado y, en suma, más ‘bonito’ (solía ganar el consistorio). Es un dulce al que se le irá echando progresivamente más azúcar. Como los Juegos Florales (un acto de origen romano: certámenes literarios en prosa o verso).
Se introducen en 1879 gracias a la asociación Lo Rat Penat, que se había fundado solo un año antes por iniciativa del inquieto Pascual Frígola y Ahiz. Diecisiete premios encabezados por la Flor Natural, la Viola d’Or y la Englantina d’Or, más la posibilidad de presentar obra en castellano o valenciano, la justa cultural sigue en pie, una de las veteranas celebraciones que aún lo hace.
115.000 euros para unas treinta carrozas y nueve coches de caballos
Los malos momentos
No todo han sido parabienes para la feria. Hoy quedan en pie las atracciones feriales, los castillos de fuego, el certamen de bandas de música (por vez primera en 1886), los espectáculos musicales (puestos al día) y por supuesto la Batalla de las Flores, con las falleras y las reinas de las casas regionales. Hubo años de ausencia (1884, 1885, 1890, la Guerra Civil o el contiguo confinamiento), pérdida de elementos clásicos (los pabellones), decaimiento del público.
Se han dado también cambios de emplazamiento, como el mandar la Feria a las afueras, seguidos de retornos. Pero también múltiples intentos de dotar de una entidad propia, en la actualidad, a este cúmulo de actividades ahora un tanto disperso que quizá han entrado en estado de gracia por ello. La pervivencia y éxito de la celebración puede que así lo patentice.
Ramillete de iniciativas
Una de estas iniciativas fue la de impregnar de religiosidad a la Feria, bajo la advocación a la Virgen del Carmen (el dieciséis) y a San Cristóbal (el veinticinco, como San Jaime). La otra, descentralizarla. Sacarla del reducto burgués y distribuirla, durante prácticamente todo el mes, por la ciudad. Después de todo, el patrocinio municipal da para ello.
Entre otros, los programas La Fira als Barris, con teatro, circo… de todo. O el de Museus Oberts la Gran Nit, el sábado 23 de julio, donde de nuevo habrá actuaciones callejeras dentro del propósito de que los festejos recorran hasta el último rincón de la ciudad.
Se repartirá millón y medio de clavellones
Que no falte la música
Si este año hay hasta ‘muixerangues’ (las torres humanas, que en realidad se gestaron en Algemesí), títeres, música, payasos, humor variado, actividades para toda la familia, incluidos los más pequeños. Y por supuesto, los Conciertos de Viveros. Aunque cabe imaginarse qué pensaría la burguesía de la época fundacional al escuchar las actuaciones que se han proyectado para la Feria. Como el trío catalán Stay Homas (el día uno) y el grupo valenciano Los de Marras (el dos).
Además, la estadounidense Cat Power (el cinco), el madrileño Leiva (el seis), la banda donostiarra La Oreja de Van Gogh (el siete), la valenciana Zoo (el ocho), los mallorquines de Antònia Font (el nueve), la cordobesa India Martínez (el diez), el puertorriqueño Residente (el quince), el estadounidense Steve Vai (el dieciséis), el británico Julian Marley (el diecisiete), la barcelonesa Rigoberta Bandini (el veinte), la madrileña Vanesa Martín (el veintiuno), la formación granadina Los Planetas (el veintitrés) y la banda británica Simple Minds.
Fin de fiesta floral
Pero volvamos a la Batalla de las Flores, que aún hoy continúa siendo señera de la celebración. Quizá por ello el desfile, que cierra los festejos, el día treinta y uno a partir de las ocho de la noche, en una celebración que comenzó el día uno, nos devuelve al paseo de la Albereda con todo lujo. Muestra de ello es que el propio Ayuntamiento nos ofrece cifras de pabellón de lujo.
Nada menos que 115.000 euros para unas treinta carrozas y nueve coches de caballos, desde las que se lanzarán, nos asegura, 1.500.000 unidades de clavellones. Constituyen, en el fondo, el enlace de la Feria actual con la Feria pretérita. Y esto posiblemente al primer barón de Cortes de Pallás le habría gustado.