Las historias sobre imágenes religiosas que son cedidas por extraños peregrinos cobran una especial relevancia en las que encadenan los patronos de Elda. La Virgen de la Salud y el Cristo del Buen Suceso, los días seis al nueve, impregnan además al municipio de unos festejos de marcado cariz popular, familiar, donde cabe de todo.
En cierta manera, las Fiestas Mayores conforman una auténtica despedida del verano, con barraca popular, conciertos varios, gachamigas y demás gastronomías, juegos de mesa y hasta las especificidades de la propia fiesta. En Elda se suman dos: una muy participativa, si se quiere: ‘correr la traca’; la otra, contemplativa: ‘suelta de globos aerostáticos’. ¿Cómo empezó todo?
El año de la paz
Estamos en 1604. En Gran Bretaña se firmaba el Tratado de Londres, por el que, en los papeles, se ponía fin el veintiocho de agosto a la llamada Guerra Anglo-española (1585-1604). Aquí salíamos mejor parados que siglos después, tras la batalla de Trafalgar, el veintiuno de octubre de 1805. España, bajo el gobierno del rey Felipe III (1578-1621), obtenía ahora parabienes.
Y en este Año Coloma, fijémonos ahora en Antonio Coloma y Saa (1555-1619), segundo conde de Elda, capitán general de las galeras de Portugal y Sicilia, alcaide del castillo de Alicante, poeta e hijo del fundador de la estirpe, Juan Coloma y Cardona (1522-1586), señor (gobernante feudal de siervos y vasallos) de Elda, entre 1539 y 1586, y primer conde del hoy municipio, entre 1577 y 1586.
Las figuras las trajo el conde de Elda en 1604
Virrey de Cerdeña
Tuvo que bregar Antonio Coloma con comandar las naves en las que viajaron los moriscos expulsados del Condado, a partir del cuatro de octubre de 1609. Pero eso fue después. Volvamos al 1604, cuando tocaba por fin regresar a Elda. Por entonces el conde se encontraba en Cerdeña, bajo dominio español desde el siglo quince hasta el dieciocho. Coloma, de hecho, ejerció de virrey en la isla (1595-1598 y 1599-1604).
En 1602 incluso había impulsado allí la creación de la que iba a ser la prestigiosa Universidad de Cagliari, pero ahora lo que tocaba es volver. En estas que, antes de partir, dos jóvenes peregrinos le pidieron que si podía llevarse dos cajas con destino al puerto alicantino. Al arribar aquí descubrieron conde y navegantes que en lo transportado se leía: “Para Elda”. Dentro, una imagen de Cristo crucificado y otra de la Virgen con Jesús al brazo.
Los primeros aerostatos sobrevolaron la ciudad en 1784
Las advocaciones correspondientes
Las guías suelen detenerse aquí y dar ya por sentado que a partir de entonces comenzaron las fiestas. En realidad, hay más intrahistoria. Las advocaciones tardaron en llegar. Primero, que el cartel asegura que no se leía bien, así que uncieron (sujetaron ambos animales a la carga) dos bueyes para ver por dónde tiraban. Tocó, efectivamente, Elda.
La Virgen fue Nuestra Señora de la Salud a partir de 1648, tras sobrevivir Elda a un terrible brote de peste surgido en València un año antes y que asoló buena parte del Levante español. Al Cristo le tocó ser del Buen Suceso, desde 1714, de una forma cuanto menos más pragmática. Esta veneración, compitiendo con la de Santo Cristo de la Piedad y la de Santo Cristo de las Dominaciones, fue elegida por sorteo.
La traca de principios del XX se recuperaba en 1996
Burguesía y globos aerostáticos
La sociedad eldense, especialmente tras la aparición del calzado, a partir del último cuarto del siglo diecinueve, más el correspondiente ascenso de la clase burguesa, fue enriqueciendo los festejos paralelamente a la realidad circundante. En un municipio industrial era lógico que interesasen una iniciativa tan cientificista, a la par que colorista, como es la suelta de globos aerostáticos (sin tripulantes) desde la plaza Mayor.
¿Qué mejor sitio que este, un espacio urbano gestado en 1994 pero con mimbres que combinan clasicismo con modernidad, para desarrollar una actividad que participa de las mismas características? La actividad fue recuperada en 2012 tras desaparecer en 1959. Los primeros, según las crónicas, sobrevolaron Elda el cinco de septiembre de 1784. El primer vuelo no tripulado, del que se tiene noticia en España, fue en Extremadura el diez de marzo de ese mismo año.
Paraguas contra tracas
Si los pies aún no se nos han puesto redondos después de hacernos un mezclaíco, o sea, picón (licor de ralladura de cáscaras de naranjas frescas y secas), vermú rojo y sifón, más hielo, rodaja de naranja y olivas, típico en esta suelta de globos en honor a la Virgen de la Salud, pues aún queda fiesta. Por ejemplo, ‘correr la traca’ desde la plaza de la Constitución hasta la de Castelar, bajo la ‘protección’ de paraguas y pañuelos.
Esta multitudinaria atracción de fuego, luz y pólvora fue recuperada también, medidas de seguridad mediante (por los materiales y ahora por la realidad pandémica inmediata). Las primeras ‘tracas detonantes’ atronaron a comienzos del pasado siglo hasta apagarse con otras pólvoras menos amigables. En 1996 la escuadra festera de los Sirokos prendió de nuevo la mecha, oficializada desde 2002. Desde luego, cuánto cabía en aquellas cajas para Antonio Coloma.