Como en todas las zonas turísticas, el final de la campaña estival no sólo resulta ser una suerte de anticlímax para las decenas de miles de veraneantes que cada año se dejan seducir por las playas y los parajes de interior de la comarca de la Marina Baixa, sino que también es el momento en el que el mercado laboral adopta una posición de seguridad ante el aterrizaje forzoso que supone la vuelta a la normalidad invernal.
Sin embargo, y a la espera de comprobar cómo la actual situación económica nacional e internacional acaba traduciéndose en el sector turístico, los datos que reflejan las últimas estadísticas oficiales publicadas por el Servicio Valenciano de Empleo Labora, vienen a certificar que, tras los años pandémicos, la Marina Baixa, con Benidorm a la cabeza, vuelve a la senda de la desestacionalización y, con ella, a la del mantenimiento del empleo.
Economías al límite
No es esta una cuestión menor en un momento en el que las economías de muchas familias de la comarca resisten a duras penas tras haber tenido que vaciar las huchas durante 2020 y 2021, y confiaban -y confían- en poder retomar el vuelo tras la superación de la crisis sanitaria.
Nadie contaba, claro, con la invasión rusa de Ucrania y todo lo que ha venido después -con sus consecuencias directas, pero también las surgidas del oportunismo voraz del capitalismo- y el anunciado invierno nuclear que va a vivir la economía. La comarca aguanta la respiración, pero el primer gran test ha dado un pequeño respiro.
Tras el fin del verano la Marina Baixa no ha destruido empleo e, incluso, ha creado medio centenar de puestos nuevos
Músculo económico
Terminado el verano y, por lo tanto, la que tradicionalmente se ha considerado como la temporada alta turística en la comarca de la Marina Baixa, una de las más enfocadas a esta actividad en toda la Comunitat Valenciana, los datos de paro muestran que el músculo económico de la zona no sufre, al menos por el momento, los rigores de la tormenta que parece ceñirse sobre el resto de España y Europa.
De hecho, y aunque de manera testimonial, la Marina Baixa no sólo no ha destruido empleo, sino que ha creado poco más de medio centenar de nuevos puestos de trabajo, algo que tiene una gran relación con una de las grandes preocupaciones que el sector turístico venía mostrando desde que se diera por superada la crisis sanitaria durante el verano: la consolidación de la desestacionalización.
Los datos de empleo indican una consolidación de la desestacionalización turística
Desaceleración
Pero, como siempre sucede en estos casos, la lectura y el análisis de los datos oficiales pueden tener más de una interpretación. Como las monedas, todo tiene una cara y una cruz. Y si la cara es que no se destruye empleo, la cruz, la lógica cruz de esta oleada previa al otoño, es que el ritmo de creación de empleo se ha desacelerado de forma muy considerable.
Así, según los datos oficiales aportados por el Servei Valencià d’Ocupació i Formació (Labora), la creación de puestos de trabajo en la Marina Baixa, al menos en términos comparativos con los meses inmediatamente anteriores, se ha frenado en seco.
La construcción sigue tirando de la economía local pese al turbio panorama económico
La construcción se mantiene
Sumando los meses de junio y julio, cuando el sector servicios contrata a un gran número de personas para afrontar los meses más fuertes del año, se crearon en la comarca cerca de mil puestos de trabajo, mientras que en agosto la cifra fue de poco más de 60. Algo, por otra parte, lógico y esperable.
Una vez más, es ese sector de los servicios el que ejerce de locomotora del empleo, aunque la construcción sigue siendo un puntal también muy importante y que, siempre por el momento, parece ajeno a la desaceleración inmobiliaria que se está avanzando desde distintas instancias oficiales.
Nómadas energéticos
De hecho, desde Inmobeco, la asociación que reúne a las agencias inmobiliarias de la comarca, se afirma que en la Marina Baixa no hay rastro alguno de ese frenazo ya que el mercado internacional sigue funcionando de manera muy dinámica, en parte, gracias al miedo que se está extendiendo en muchos países del norte de Europa a un cada vez más posible corte del gas ruso durante el próximo invierno.
Ese miedo es, precisamente, el que mantiene viva la llama de la esperanza en buena parte del sector turístico ya que se espera que sean muchos, quizás más que cualquier otro invierno, los ‘nómadas energéticos’ que huyan de los países del centro y norte de Europa para pasar una larga temporada en una región que, si bien también tiene disparado el precio de la energía, disfruta de un clima mucho más benevolente que el de sus lugares de origen.