Cómo no encontrarle la magia al río que nace como Guadalaviar allá por la turolense sierra de Albarracín para desembocar, 286 kilómetros mediante, ya como Turia en la mismísima València. En estas últimas orillas le llegó la magia al religioso alfasino Pascual Baldó Orozco (1807-1868) cuando le donaban una imagen de Cristo que iba a generar una notable devoción en l’Alfàs del Pi, impregnando prácticamente todos sus rincones vivenciales.
Alma de sus fiestas patronales, que abren celebraciones generalmente el seis, desde el siete los actos dedicados al Jubileo y Santíssim Crist del Bon Encert (Santísimo Cristo del Buen Acierto) reparten aún la magia de vertebrar a una comunidad que incluye creyentes y laicos, alfasinos de muy veterana cuna y por ejemplo unos ocho mil noruegos entre residentes oficiales y oficiosos.
Tras un muro
La imagen original era un Cristo de la Agonía que recordaba poderosamente al Cristo de Vergara, talla barroca creada en 1622 por el escultor cordobés Juan de Mesa y Velasco (1583 -1627) con destino final a la iglesia de San Pedro de Ariznoa, en la guipuzcoana población de Vergara. ¿Cómo iba a llegar a las manos del sacerdote alfacino? Hay dos historias. Veamos la primera, la legendaria.
Allá por el hoy céntrico Pla del Remei valenciano, en pleno Ensanche o Eixample (formado también por Ruzafa y Gran Via), una persona vio a unos soldados jugando a la ‘pilota valenciana’. El muro contra el que botaba la pelota sonaba a hueco, así que los jóvenes procedieron a agujerear la pared, para descubrir, asombrados, la talla que ahora recogía Pascual Baldó Orozco.
La talla, un Cristo de la Agonía, recuerda al de Vergara
Bandoleros en los caminos
Esta persona, ahora enfermo terminal, le contó al religioso alfasino que adquirió allí mismo la figura. Quizá por ello lo de Crist del Bon Encert, como aprobando aquella acción. El caso es que el religioso, por supuesto, aceptó el regalo, pero con la intención de donarla a su localidad de origen, cuyo templo se había construido en 1784 como auxiliar del de Polop.
Ahora quedaba solventar un problema: los caminos de la época no eran lo que se dice lo más seguros posibles. Los convulsos siglos dieciocho a diecinueve trajeron a España, y a Europa en general, guerras, revoluciones y ajusticiamientos mil. Y de aquellos jaleos, estos resultados: hambre, descontento y las grandes centurias del bandolerismo español. Hasta el punto de que en 1844 se funda la Guardia Civil sobre todo para perseguir y capturar a las cuadrillas de bandoleros.
Desde 1669 se la veneraba en el valenciano convento del Remedio
De València al Albir
Muchos de estos grupos de asaltantes estaban formadas por labradores, incluso artesanos y hasta militares desmovilizados, pero también por desertores. Cuando no había pan, lo suyo era echarse al monte. La regencia desde 1833 a 1868 de Isabel II (1830-1904), apodada ‘la de los tristes destinos’, no pareció mejorar la cosa en este aspecto: elegida reina a los tres años y más preocupada por los placeres que la política, no tocaba calmar los ánimos.
El caso es que, por lo que respecta a Pascual Baldó, lo suyo era encontrar otra manera de llevar la imagen y no exponerla a los resultados inciertos de un traslado por lo terrestre. El Santíssim Crist del Bon Encert finalmente iba a viajar desde València hasta l’Alfàs por vía marítima, en concreto hasta Dénia por línea regular y desde allí hasta la playa del Albir, en noviembre de 1857.
Llegó a la playa alfasina tras recalar en Dénia
El trasfondo real
Esta historia, aunque sin los flecos históricos, eso es cierto, suele ser la que aportan muchas guías oficiales u oficiosas. No obstante, existe otra, seguramente la real, aportada por Carolina Frías Castillejo, arqueóloga municipal de l’Alfàs, que en el fondo no deja de ser casi la misma y, después de todo, no exenta también de magia.
En este caso, nos enteramos de que Baldó oficiaba en la iglesia valenciana de la Santa Cruz, en la plaza del Carmen (desde que se erigió, a partir de 1280, hasta 1842, fue la del convento del Carmen). Allí fue confesor de Josefa de Juanes Francesqui, quien al fallecer, en 1853, lega una herencia al religioso alfacino entre la que se incluía esta imagen, a la que se le rezaba desde 1669 en el convento de Nuestra Señora del Remedio, levantado en 1505.
Poblaciones de ayer y hoy
Como quiera que el templo se suprimió en las desamortizaciones de la época, en 1835 (el edificio se derribó en 1841) la devota adquirió la imagen para cedérsela a quien considerara. Llegaba esta (oficialmente donada el veintiséis de marzo de 1857), como nos sigue informando Carolina Frías, a una población con 1.035 personas, frente a las 20.495 censadas en 2021.
La imagen actual no es la original, sino la elaborada en 1939, al término de la Guerra Civil, por el escultor valenciano Pío Mollar Franch (1878-1953). En todo caso, la primera, procediera de donde procediese, ayudo a unir a la población alfasina, cuyo templo será desde 1892 la iglesia parroquial de San José, el núcleo de esta localidad cuyo cosmopolitismo se aúpa sobre veteranas tradiciones.