Entrevista> José Javier Hernández / Neurólogo
La inteligencia artificial está cada vez más extendida en muchos sectores. Cosas que hasta no hace mucho tiempo parecían ciencia ficción han dejado de ser algo exclusivo del cine y poco a poco, lo sepamos o no, forman ya parte de la realidad cotidiana.
No es algo nuevo. En 1963 James Bond usaba en ‘Desde Rusia con amor’ un teléfono móvil, algo que entonces no era más que una locura del guion y que hoy en día, sin embargo, se ha convertido en un elemento imprescindible para la mayoría.
Esa inteligencia artificial está llegando también al campo de la medicina y un buen ejemplo lo encontramos en los novedosos Diten Gloves, un invento del neurólogo José Javier Hernández que promete no sólo ayudar a mejorar el diagnóstico de diversas enfermedades, sino también optimizar el tiempo de los propios galenos.
Estos guantes podrían definirse como ‘medicina del futuro’.
No creo que esto sea medicina del futuro. Esto es el presente. Ahora sólo falta que realmente estemos dispuestos a aplicarlo. En medicina disponemos de una gran cantidad de datos a través de las analíticas, de las resonancias, ecocardiogramas, holters… Son muchos datos de un montón de pacientes. Son datos que contrasta visualmente un médico, pero que no se analizan en profundidad ni se cruzan entre ellos.
La inteligencia artificial debe ser la encargada de decirnos si hay relaciones importantes que nos puedan avisar de la aparición de enfermedades antes de que la persona pueda incluso sentirlas.
«Los guantes se basan en la misma tecnología ya existente en los teléfonos que todos usamos diariamente»
Es, al menos, llamativo unir inteligencia artificial y medicina.
Llevan hablando de esto desde los años 80. Yo he tenido la suerte de poder formarme como Doctor en bioingeniería en la Universidad de Elche y me ha gustado la lectura. Raymond Kurzweil lleva mucho tiempo diciendo que las máquinas alcanzarán la inteligencia en 2029, y que en 2050 posiblemente también adquieran sentimientos y conciencia.
Hay muchas investigaciones que van por ese camino. Hay 20.000 radiografías analizadas por máquinas con diagnósticos superiores a los que consigue un radiólogo. Eso ya es una realidad. Cuando coges los números y haces patrones, esos patrones pueden ser perceptibles para las máquinas, pero no para el humano.
Ahora, supongo que el gran reto es llegar a hacer accesible toda esa tecnología a todo el mundo.
No estamos todavía en esa fase. Y menos, en España o Europa. Seguramente, Estados Unidos se mantenga, como siempre lo ha estado a lo largo de la historia, diez años por delante de nosotros. Es verdad que, si consiguiéramos que máquinas como Diten Gloves se introdujeran en la medicina primaria, podríamos optimizar el diagnóstico del paciente.
¿En qué sentido?
Que los diagnósticos sean más cortos, hacer que el paciente vaya al sitio adecuado. No podemos encontrarnos que un paciente llegue al neurólogo con un temblor por tener un nódulo en la tiroides.
Son cosas que, seguramente, el médico de la primaria puede paliar y el nódulo no tenga que crecer durante seis meses para que un especialista tenga que ver que ese temblor no era Parkinson.
¿Me está hablando de sustituir al médico?
No. Esta máquina no sustituye al médico. Eso es algo importante. Lo que pasa es que el diagnóstico precoz no lo tiene que hacer él. Es decir, el médico va a tener a su disposición una serie de datos que le van a dar unas máquinas que pueden estar controladas por un técnico.
La medicina que nosotros hacemos con el guante, la puede hacer perfectamente un auxiliar, un enfermero o un técnico.
«Si consiguiéramos que máquinas como Diten Gloves se introdujeran en la medicina primaria, podríamos optimizar el diagnóstico del paciente»
¿En qué consiste exactamente Diten Golves?
Se basan en la misma tecnología ya existente en los teléfonos que todos usamos diariamente. Los ‘smarphones’ tienes osciloscopios y acelerómetros, y lo que hemos hecho es colocarlos en los dedos y en el dorso de la mano para poder analizar por separado los nervios que llegan del brazo.
Reconocen ese movimiento y nosotros le decimos que, en determinadas patologías, el patrón de movimiento es uno determinado, se contrastan y, entre ellos, aprenden a ajustarse y a diagnosticar la enfermedad.
Así explicado, parece incluso algo sencillo.
No es una cosa compleja. Es algo para lo que, por un lado, tienes que tener el conocimiento de análisis de datos y procesamiento matemático y, por otro, tienes que saber cómo aparece la enfermedad para llegar a un punto de acuerdo entre los dos.
Es decir, el guante primero debe saber qué es lo correcto para detectar anomalías.
Así es. Detecta esas anomalías y las mete en ‘cajones’. Esos cajones son los que le dicen al médico que valore una serie de posibilidades y, con esa valoración, obtendremos un resultado.
O sea, no diagnostican.
Nos gustaría llegar un poco más lejos. Es decir, que el guante ‘llamara’ a otras plataformas y solicitara las pruebas, recibiera los datos y afinara mucho más el diagnóstico.
Acabaríamos sin necesitar al médico.
Sí, sí que lo necesitaríamos porque el diagnóstico, al final, lo va a tener que confirmar el médico. Pero imagínate que la máquina hiciera la petición de la analítica de sangre, de la resonancia magnética… el médico no perdería esos cinco minutos burocráticos en rellenar esas peticiones y podría dedicar ese tiempo a ver pacientes. Es decir, dedicar todo su tiempo al paciente.
«El diagnóstico, al final, siempre lo va a tener que confirmar el médico»
¿Pierden mucho tiempo de su día a día en esos trámites?
Somos casi administrativos. Escribir el informe, rellenar las peticiones, descargar documentos… Perdemos mucho tiempo en cosas que no son medicina.
Mucha gente dice que el médico no le toca o no se ha levantado del asiento, pero es que hay muchos médicos que no tienen esa posibilidad porque nos tienen ocupados en el ordenador cuando, realmente, el médico tiene que tocar y explorar al paciente. El resto, lo deberían hacer las máquinas.
Volvamos al funcionamiento de los guantes.
Miden los movimientos tanto en reposo como en postura. Esa es la fase inicial porque la idea es que luego sean capaces de descomponer esos movimientos. Los movimientos pueden ser de temblor en reposo, en postura o en acción.
Pongo un ejemplo: a mí me llegó un paciente diagnosticado de Parkinson que tocaba el chelo en la banda nacional. El hombre estaba muy agobiado porque en una determinada posición le saltaba el temblor y parecía un temblor de Parkinson, pero cuando profundizamos, de tanto tocar el chelo, había desarrollado un músculo accesorio en el codo que comprimía el nervio. ¡Y estuvo con tratamiento de Parkinson durante dos años!
Su idea, por lo tanto, es conseguir erradicar estos diagnósticos erróneos.
Queremos afinar mucho más. Queremos buscar movimientos específicos, velocidades… se puede ir mucho más lejos. Entiendo que, a día de hoy, esto parece tecnología del futuro, pero en los próximos diez años la biotecnología va a cambiar por completo la manera de entender la consulta médica.
Eso, independientemente de los tratamientos de enfermedades como el Parkinson, que sigue sin tener cura.
No tiene un tratamiento curativo, pero las vías se están acercando cada vez más. Los nanorobots que intentan implantar las células muertas en el cerebro no son ciencia ficción. A mí me impresionó muchísimo ver las imágenes del nanorobot de espermatozoides. Recomiendo a la gente que lo busque para verlo.
Explíqueme eso.
Se coge un espermatozoide y se le coloca una hélice para que se mueva. Tal cual. Y puedes verlo moviéndose. Es algo que ya existe. Es una realidad y tenemos que pensar que esto está llegando.
«El médico tiene que tocar y explorar al paciente. El resto, lo deberían hacer las máquinas»
Para que todo esto sea una realidad, hacen falta médicos que quieran ir más allá de su mera función sanitaria.
Nosotros hemos creado una empresa de bioingeniería que está trabajando en varios proyectos. No es ponernos una medalla, es intentar ayudar a la gente. Tenemos como proyecto una alcantarilla que se eleva por la presión del agua y nadie tiene que ir a levantarla y que, cuando deja de llover, vuelve a su sitio.
Estamos desarrollando un sensor para la bicicleta que reconozca el metro y medio de distancia y que, si no se respeta, el propio dispositivo grabe la matrícula del coche.
Entonces no sólo trabaja en soluciones aplicables a la medicina.
No. Como decía, queremos ayudar a la gente. Tenemos que pensar que ya se puede medir todo.
¿Tiene tiempo para todo esto?
Tengo tres hijos, tengo a mi mujer… no es que tengamos tiempo. Muchas veces le robas tiempo al sueño y engaño a mi mujer para que se quede por la noche ayudándome. Pero sí, siempre tienes tiempo. Además, yo lo veo esto como un hobby.
Pero, ¿cómo empezó?
Casi como una broma. La empresa la formamos dos primos míos y yo. Les dije que quería hacer un guante para medir el temblor y ellos me dijeron que vale, que lo hacemos. Ellos son ingenieros y aportamos un capital para comprar unos chips en China. Empezamos a desarrollarlo y cuando vimos que esto era una realidad, a principios de 2022, tuvimos que constituir la empresa porque, como digo, ya era una realidad.
¿Ha habido ya interés por los guantes?
Sí. Se han interesado por ellos empresas farmacéuticas y empresas de biotecnología. También algunos bancos los han intentado meter dentro de su área de investigación. De momento, la clave que nosotros tenemos es la cadena de producción. Somos los fabricantes. No necesitamos que nos los fabriquen fuera. Como hemos hecho el proceso completo, controlamos esa cadena.
Esto es siempre una cuestión económica. Nuestra capacidad ahora mismo es limitada a lo que tenemos. Hoy en día tenemos ya cinco guantes fabricados y lo que queremos hacer ahora es una validación clínica.
Es decir, comprobar que lo que me ha contado puede llevarse a la realidad con un margen de error aceptable.
No podemos perder el rumbo. Yo me considero una persona científica y no quiero perder eso. Estamos hablando con cuatro o cinco hospitales de referencia con unidades de Parkinson, y nuestra idea es que el guante haga las medidas sin que el neurólogo vea el resultado, que el médico haga el diagnóstico y que, cuando se finalice, se haga una correlación.
¿Para qué?
Para que nos diga el número de coincidencias de cada tipo de enfermedad con lo que piensa el neurólogo. Si eso se aleja mucho, tendremos que trabajar más el guante y el algoritmo; pero si estamos por encima del 80% o el 85%, la información que se puede aportar a un médico de cabecera es enorme.
En un futuro a largo plazo, ¿dónde quiere ver sus guantes?
Nuestro propósito es llegar a todos los centros de salud de España. No es un producto que vaya a salir a un precio excesivo. Dependerá de la intención que tenga cada centro. Si el centro tiene bluetooth, sólo necesitaría los guantes. Podríamos hablar de un producto de 2.500 euros que, en Sanidad, supone una broma. Es el equivalente a un tratamiento farmacológico que se gasta en unas horas.