Es año de todo tipo de elecciones: municipales, autonómicas y nacionales; y eso se nota, y mucho, en las actitudes.
Está claro que el Gobierno está dividido en tres partes y que no intentan disimularlo. Por un lado el PSOE, que nunca ha estado del todo cómodo con su otra parte del Gobierno, Unidas Podemos (UA), con la que tuvo que pactar para que no se volvieran a repetir elecciones. Todo ello tras el giro de un Albert Rivera de Ciudadanos que no quiso llegar a acuerdos y que se puso a disposición de Pablo Casado, como repitió en más de un debate.
Acuerdo indeseado
Que no era un acuerdo deseado quedaba patente en las propias declaraciones del Presidente, Pedro Sánchez, tras convocar unas nuevas elecciones. Fue claro el 19 de septiembre de 2019 cuando afirmaba rotundamente: «no dormiría tranquilo por las noches si fuera presidente con ministros de Podemos”.
Dos meses más tarde, en noviembre, se repitieron las elecciones y ahí cambió todo. Ante la imposibilidad de gobernar en solitario Pedro Sánchez pactó con Podemos dando la vicepresidencia a Pablo Iglesias, así como otros ministerios.
Desmarques
Pero este año todo cambia. Ya no hace falta nadie para aprobar la ley más importante del año, la de los Presupuestos Generales del Estado, y los desmarques son claros. El PSOE empieza a imponer sus criterios sin importarles demasiado lo que opina la formación morada. Ahí están las desavenencias con leyes como la denominada ‘Solo sí es sí’, la de la vivienda, la de Protección Animal o el cambio de postura con Marruecos.
Mientras desde UP muestran su desacuerdo y se expresan con palabras como “el Gobierno tiene…” en lugar de “tenemos”, como si ellos no formaran parte de ese Gobierno. O integrantes del propio Gobierno sacan un vídeo poniendo ‘a parir’ al presidente del mismo, comparándolo con Abascal, con motivo de la ley de Protección Animal. Eso sí, ante tanto desacuerdo nadie se mueve, y esa coalición herida de muerte se mantiene.
La tercera fracción
UP mantiene esa guerra con sus compañeros del Consejo de Ministros (que sería para verlo por una mirilla) y con ellos mismos, con esa tercera fracción que es Yolanda Díaz, que va por libre, de la que solo se sabe que tiene un proyecto que es ‘Sumar’ del que no ha explicado más, y que sale constantemente para decir cosas con las que casi todos estaríamos de acuerdo como que la banca pague más, que los supermercados cobren menos, etc. Pero ella está en el Gobierno para hacer leyes, no para hacer populismo.
¿Y qué pueden hacer? Por ejemplo que se revise el Impuesto de Sociedades por el que pagan más quienes menos ganan. Mientras las Pymes tienen un gravamen oficial del 25% sobre los beneficios, las grandes empresas buscan los resquicios de la ley Tributaria y no pagan más del 15%.
También se podría haber actuado sobre los pisos que, una vez embargados por los bancos, éstos dejaban de pagar el IBI y las cuotas de las comunidades de vecinos. Por cierto, que las entidades financieras antes tenían obra social sobre todo en lo que eran las cajas de ahorro, gestionadas por políticos, pero estas cayeron en la crisis y se acabó la alternativa.
También hay otra parte del Gobierno de la que ya nos hemos olvidado, el ministro de Izquierda Unida, Alberto Garzón. Salvo las críticas a la carne y al turismo, que le hizo aparecer en todos los medios, la publicidad del juego sigue constante y… pues poco más.
Soberbia infantil
En la política estamos muy acostumbrados a casi todo, pero si hay algo que engloba las miserias de aquellos que están convencidos que pueden hablar y hablar, y que los demás se lo tienen que tragar todo, eso está resumido en la conocida como ley del ‘Solo sí es sí’.
Partimos de que se crea una ley que trata de mejorar los derechos de las mujeres, pero que la venden como si es gracias a ésta por los que esos derechos van a existir, cuando es algo que por norma la mayoría hemos normalizado.
Pero además lo vendieron como si los delitos hasta esta ley no existieran. Y las penas que están cumpliendo los condenados por agresiones y abusos lo hacen porque ya existían las leyes para ello.
Efecto contrario
En cambio esta ley, que en muchos casos impone condenas más pequeñas de las que ya existían, ha conseguido el lamentable ‘éxito’ de que más de 400 condenados vean reducidas sus penas e incluso varios violadores hayan sido excarcelados.
Irene Montero ha aplicado esa soberbia infantil de la que la acusaba Manuela Carmena, una persona de izquierdas -Partido Comunista, luego vinculada a Ahora Madrid y desde 2019 a Más Madrid- y jueza –incluso vocal del CGPJ varios años-. Y en esa soberbia solo ha sabido patalear diciendo que lo suyo es lo que vale e insultando a todo el que intenta poner cordura en el tema, incluida a Manuela Carmena; a las juezas que llama machistas, etc.
Falta de humildad
En su contra, la Ley se tendrá que modificar para que realmente sea aplicable y por lo tanto eficaz, y que cumpla con los objetivos de la misma. Falta la humildad de que al menos pida disculpas a las víctimas que han visto como a sus agresores se les reducía la condena o se les excarcelaba.
¿Se imaginan que habría dicho Irene Montero, con esa vehemencia que la caracteriza, si por una mala decisión de otros una sola víctima -no digo ya las más de 400- se viera perjudicada? Eso sí, mucho discurso para que la culpa siempre sea de otros. Y si opinas lo contrario pues ya sabes, es que eres un ‘facha’, imagino que como Felipe González, Alfonso Guerra y todos los que han criticado este sinsentido.