El desarrollo económico también tiene sus caras oscuras, y sin duda una de las más conocidas por nuestra tierra es la pérdida de patrimonio histórico. ¿Cuántos monumentos y edificios de valor incalculable desaparecieron por toda la Costa Blanca durante la época del boom turístico?
Un buen ejemplo de ello es Santa Pola. Hoy en día poco o nada queda de aquellas primitivas casas de pescadores que antiguamente formaban nuestro pueblo. En pocos años se fueron derruyendo para dar paso a nuevos bloques de apartamentos.
Sin embargo nuestro monumento más preciado afortunadamente ha sobrevivido a las grúas hasta el día de hoy. Nos referimos por supuesto al Castillo-Fortaleza. Aunque hubo varios intentos de especulación urbanística que lo pusieron en jaque. Precisamente vamos a relatar uno tan antiguo que es incluso anterior a la época del boom turístico.
Primer pleito de los Bonmatí
Antes incluso de que Santa Pola se constituyera como municipio independiente ya hubo pleitos por el entorno del Castillo. No en vano esta glorieta era el centro neurálgico del pueblo, además del Puerto, y por tanto una zona de lo más interesante para edificar a precio rentable.
A principios del siglo XIX la adinerada familia Bonmatí presentó varias quejas contra el gobernador de la fortaleza Joaquín Donague, ya que consideraban que un terreno aledaño a la fortaleza era suyo, mientras que el citado político mantenía que era de dominio público.
En 1832 el nuevo gobernador, Fernando de Gaves, hará una pequeña cesión concediendo a los Bonmatí el usufructo de este terreno, pero a condición de que lo “tengan dispuesto cuando sea necesario reincorporarlo a la fortaleza”. Una restrictiva cláusula que limitaba mucho la acción de dicha familia ya que no podían construir, sino apenas usarlo para cultivar.
Antonio Múrtula aprovechó su condición de alcalde para inscribir terrenos de la Glorieta a su nombre
Los Múrtula pujan
Poco después entraron en esta partida de ajedrez los Múrtula, familia de origen italiano y una de las más poderosas de la comarca. En 1851 adquirieron un pequeño terreno entre las calles Elche y Santa Isabel. Sin embargo ellos querían la Glorieta entera, e idearon un plan para conseguirla.
La jugada que diseñaron es bastante simple de entender. Antonio Múrtula Santo se presentó para ser alcalde del municipio y una vez asumido el cargo ordenó inscribir los terrenos que circunvalan el Castillo a su propio nombre. Incluso tuvo el descaro de revender algunas de estas parcelas a varios vecinos santapoleros.
Los enemigos políticos de Múrtula lograron que se le prohibiera ir a un pleno municipal aún siendo alcalde
El alcalde pierde el pleno
Ésta tan cuestionable auto-operación urbanística fue revertida por el siguiente alcalde, Julián Moraleda, que incluso prohibió que se construyera en el entorno del Castillo. A partir de aquí empieza una guerra Múrtula-Administración, ya que Antonio continuó peleando durante años por estos derechos urbanísticos que se había concedido a sí mismo.
En 1864 consigue ser nombrado otra vez alcalde y convoca un pleno municipal para que se autorice a su hermano la construcción de una casa en la plaza. Sin embargo en esta ocasión la jugada le sale mal. Sus enemigos políticos advierten a las autoridades judiciales que existe un conflicto de intereses personales en el asunto a tratar, por lo cual al alcalde se le prohíbe la asistencia a la sesión plenaria.
Quien sí acudió a la reunión fue el arquitecto Francisco Morell, en cuya intervención defendió vehemente la protección del entorno al Castillo. Finalmente los concejales ‘murtulistas’ perdieron la votación y se ratificó la prohibición de edificar.
La Glorieta fue comprada por el Ayuntamiento al precio de 10.000 pesetas
Continúa el litigio
A pesar de esta derrota política, Antonio Múrtula no cesaría en su empeño y solicitó la construcción de casas en la Glorieta varias veces más. Incluso trató de vallar los terrenos que según él le pertenecían.
La respuesta del Ayuntamiento siempre fue negativa. De hecho en 1880 se le expropió un aljibe ubicado en este solar, argumentando que había sido construido en su día con dinero público para surtir de agua a todo el pueblo, pero que Múrtula lo estaba aprovechado para sus propios intereses privados.
Ante todos estos reveses el especulador acaba resignándose a no construir en la Glorieta, y su nuevo caballo de batalla pasa a ser que el Ayuntamiento le compre todos los terrenos que alega son suyos en lugar de expropiárselos.
En virtud de ello, en 1881 consigue una importante victoria cuando el Juzgado de Elche le reconoce como propietario. Una sentencia no poco polémica ya que el juez solo le pide como prueba que lleve a tres testigos que atestigüen que ha tenido posesión de estos terrenos durante más de un año. Además no se permite intervenir en la vista al Ayuntamiento como parte demandada, a cambio de que el demandante abone una fianza de 2.500 pesetas.
Acuerdo final
Ante tales irregularidades, el Ayuntamiento se resistió a acatar esta orden judicial por lo que el asunto siguió enquistado durante unos cuantos años más. Las aguas no comenzaron a calmarse hasta que la familia Múrtula, en aras de mostrar buena fe, cedió gratuitamente unos terrenos para ampliar el cementerio municipal.
Finalmente el largo litigio se acabó resolviendo en 1892, cuando el consistorio municipal llega a un acuerdo de compra, con un ya anciano Antonio Múrtula, por 10.000 pesetas. Por tanto, ya definitivamente y sin discusión, los terrenos de la Glorieta -entonces llamada plaza de Alfonso XII- fueron reconocidos como de propiedad pública y se instaló una zona ajardinada para el disfrute de los vecinos.
A quien quiera conocer más a fondo las venturas y desventuras que tuvieron los poderosos Múrtula en nuestro municipio, le recomendamos la lectura del libro ‘Los Múrtula: Marinos, comerciantes y propietarios del s.XIX en Santa Pola’, de Antonio Baile.