El imponente castillo de Montesa, que fue la sede de la Orden de Montesa, estuvo calificado como uno de los más poderosos del Reino de València por sus gruesos muros, fuertes torres y espaciosa plaza de armas. De estilo gótico valenciano, hoy está en parte en ruinas tras ser dañado en el terremoto de 1748.
En su interior se hallaban el convento, la iglesia de la Orden, el palacio del Maestre y los cuarteles. Igualmente fue centro y refugio de los musulmanes disidentes, hasta abril de 1277, cuando el rey Pedro III de Aragón logró asaltar el castillo.
El castillo contaba con dos áreas perfectamente diferenciadas: la zona militar y la religiosa
Diferentes áreas
De planta poligonal, se asienta sobre una gran roca de paredes lisas y verticales, trabajadas para adaptarlas a las necesidades de la época. Se accede mediante una rampa de herencia árabe que finaliza con una pasarela de madera, en su origen un puente levadizo.
Se aprecian dos áreas bien diferenciadas: la militar y el convento. Así, la zona de poniente, reservada a las funciones militares, acoge los restos de algunas dependencias como las caballerizas, almacenes, una cisterna y la torre del homenaje, con el escudo de la Orden.
Por su parte, los espacios estrictamente religiosos se localizan en levante, lugar de recogimiento y clausura donde se ubica el claustro, la sala capitular, la sacristía y la iglesia.
Su historia
Desaparecida la Orden del Temple, el rey Jaime II de Aragón -con el beneplácito del Papa- propuso la creación de una orden militar, de carácter nacional, por medio de los bienes que los Templarios y los Hospitalarios poseían en el antiguo Reino de València. Ofrecieron para ello la villa de Montesa y su castillo como sede.
El monarca anhelaba una orden que se rigiera por los principios del Císter, es decir, austeridad, sencillez y sobriedad, estuviera sujeta al monasterio de Gran Selva y fuera, además, filial de la de Calatrava, aunque totalmente independiente. Así, el 22 de julio de 1319 se fundó de forma oficial la Orden de Santa María de Montesa.
Tras ceder el antiguo castillo musulmán a la nueva orden, se llevaron a cabo numerosas modificaciones para convertirlo en todo un ejemplo único de arquitectura militar y religiosa en la València medieval.
Hoy está parcialmente en ruinas debido al fuerte terremoto que sufrió en marzo de 1748
Su poderío
Unos años después, en 1347, la Orden de Montesa compró a Pedro IV de Aragón un buen número de villas y castillos, adueñándose de todo el Maestrazgo. Pasaba a ser, de este modo, el dominio señorial más grande del reino.
Con la fortificación totalmente renovada se convirtió asimismo en la casa madre de la orden y llegó a ser conocido como el Sacro y Real Convento de la Orden de Santa María de Montesa y San Jorge de Alfama.
Un siglo más tarde, los Reyes Católicos incorporaron al patrimonio de la Corona los maestrazgos de las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara, con el objetivo de minimizar el poderío de las mismas. Sin embargo, el maestre de la Orden de Montesa continuó con grandes honores y privilegios, además de seguir actuando de un modo independiente.
Veinte frailes
En el castillo solían vivir unos veinte frailes, cuya principal ocupación era la liturgia, bajo la regla de San Benito. Del gobierno de los religiosos se encargaba un prior, hasta 1658 monje del monasterio de Santes Creus.
Un caballero de la orden, con el título de subcomendador, hacía las funciones de alcaide del castillo, mientras otro, de nombre subclavero, ejercía la jurisdicción en los pueblos de Montesa y Vallada.
Era tal su poder que cuando una persona quería recibir el hábito de caballero, tras pasar los trámites prescritos por los estatutos montesianos, pasaba al castillo de Montesa o a una iglesia, preferentemente de la orden.
Fue declarado Monumento Nacional el 13 de abril de 1926, en tiempos de Alfonso XIII
Destruido por un terremoto
Un fuerte terremoto sufrido el 23 de marzo de 1748 provocó el derrumbamiento de gran parte del castillo-convento de Montesa. Este suceso, junto a tres réplicas ese mismo año, impregnó de pánico a los frailes, que decidieron trasladarse a la iglesia del Temple, en València, y el castillo quedó abandonado.
Sus propietarios no optaron por una posterior reconstrucción debido posiblemente a que el poder se había trasladado ya a la ciudad de València.
Monumento Nacional
El 13 de abril de 1926, durante el reinado de Alfonso XIII y a instancias de algunos caballeros de la Orden de Montesa, los restos del castillo fueron declarados Monumento Nacional. Décadas posteriores, en 1970, la propiedad del castillo pasó a manos del Ayuntamiento de Montesa.
Por último, a finales del siglo XX e inicios del presente se realizaron diversos trabajos arqueológicos, seguidos de obras de consolidación y restauración, como se aprecia en la reconstrucción de la sala capitular.