Nunca fue, ni mucho menos, del gusto de todos. Más bien, todo lo contrario. El carril bici que Altea inauguró en su paseo marítimo hace una década, cuando la alcaldía estaba en manos de Miguel Ortiz (PP) con el apoyo de Cipal fue, desde su inauguración, motivo de intenso debate y, sobre todo, de enconadas y reiteradas críticas por parte, sobre todo, de los empresarios de la zona.
En la Villa Blanca, destino turístico con grandes y variados atractivos, se pueden realizar muchas actividades de más o menos riesgo, pero pocas eran tan asombrosamente peligrosas como pasar de la terraza al interior de algunos de los locales de restauración de la primera línea de mar.
Actividad de riesgo
Desde que hace diez años apareciera pintada en el suelo del frente litoral -entre tanto, renovado íntegramente- esa cicatriz azul destinada a la circulación de bicicletas (más tarde llegarían los patinetes y todo tipo de vehículos de movilidad personal), levantarse de la terraza de un local para ir al aseo o salir del interior del mismo requería seguir las mismas normas que cruzar una carretera muy concurrida.
Cuando alguien tuvo la idea de plantar ese carril bici atravesando la parte no privativa de los retranqueos de los locales, seguramente nunca se preguntó aquello de: “¿qué puede salir mal?”. Porque la respuesta era simple: casi todo.
Creado hace diez años por Miguel Ortiz, ha sido objeto de muchas críticas y causa de no pocos accidentes
Acuerdo total
El tiempo pasaba, los años se sucedían, y nadie parecía ponerle el cascabel al gato en este asunto. Desde las páginas de AQUÍ en Altea nos hemos hecho eco en diversas ocasiones del profundo malestar que ese carril bici había generado no solo entre los comerciantes del frente litoral, sino también entre los vecinos, los viandantes y los propios usuarios del mismo.
Además, resultaba curioso y chocante comprobar que todos ellos estaban de acuerdo en lo fundamental: contar con ese tipo de alternativas al coche es necesario, pero ese diseño era de todo menos útil y, sobre todo, terriblemente peligroso.
La zona costera de Altea tendrá ahora prioridad absoluta para los peatones en todas sus áreas
El fin de la pesadilla
Ha sido ahora, diez años después de que apareciera uno de los peores carriles bici que se recuerdan -y la competición por ese dudoso galardón está muy reñida en España-, cuando el equipo de gobierno de Altea ha decidido, al fin, acometer la retirada del mismo.
O, para ser más exactos, el traslado del carril bici. Porque, coincidiendo con el sentir de la mayoría, los gobernantes de la Villa Blanca entienden que este tipo de infraestructuras son necesarias y, por lo tanto, mientras la han eliminado del frente litoral, la han ubicado en la travesía de la N-332 del casco urbano, dando así continuidad al resto de ese mismo carril bici.
La inversión que se ha realizado para borrar el carril bici apenas ha llegado a los 9.500 euros
Prioridad peatonal
Y todo ello, después de que finalizara por completo -a falta de pequeños detalles, matizan siempre desde el Ayuntamiento- las obras de la segunda fase de la renovación del frente litoral, lo que ya permite tener una idea muy clara del modelo y de los usos de esa primera línea de playa de la Villa Blanca.
Así, desde la retirada del carril bici, la circulación de bicicletas por esa franja costera estará prácticamente prohibida al completo, ya que solo existirán excepciones para los que paseen a una velocidad muy baja -de no más de diez kilómetros por hora- y, en ningún caso, si se hace en grupo. Además, en todas las circunstancias, queda ya claro que la prioridad la tendrán siempre los peatones.
Inversión menor a 10.000 euros
El propio edil de Infraestructuras y candidato a la alcaldía en los próximos comicios del 28 de mayo, Diego Zaragozí, se ha encargado de explicar que ahora será por “el carrer La Mar y Conde de Altea” por donde deberán pedalear todas aquellas personas que utilicen la bicicleta como medio de transporte y cuya velocidad sea superior “a la de una persona caminando”.
También ha sido Zaragozí quien ha confirmado que todo el proceso de borrado de la pintura del carril bici de la franja costera de Altea, y el posterior acondicionamiento de ese mismo tramo, ha supuesto una inversión de apenas 9.500 euros.