Pozo San Antonio. Años setenta-ochenta. Primera mitad del verano. La gente, abundante, ruidosa, asistía a los plantes de los voluntarios ante una vaquilla sujeta por una cuerda; al otro lado de la maroma, uno de los organizadores del festejo, que a veces se veía arrastrado por la fuerza del joven bóvido. De pronto, se le escurrió la soga de las manos y la vaca escapaba del ruedo.
Tocaba darse a la carrera campo a través hasta el borde de un precipicio. Una estampa que puede haberse repetido a lo largo de las décadas: las fiestas siguen existiendo, como la subpedanía de Pozo San Antonio, dependiente de la partida rural de Boqueres. En pleno inicio de la explosión chaletera que aún perdura, el lugar sigue patentizando el efecto imán del municipio de San Vicente del Raspeig.
Poblaciones de fin de semana
En Pozo San Antonio, un garaje se convertía en deslavazado palacio o una porción de terreno se llenaba de casa, en singular. Aquel galimatías constructivo atrajo, a buenos precios, a toda una muchedumbre hasta aquellas tierras secas pero sanas, según frase atribuida al santo valenciano Vicente Ferrer (1350-1419), tan presente en el municipio como la imagen del presidente Kemal Atatürk (1881-1938) en cualquier rincón de Turquía.
Bien, nos topamos aquí mayoritariamente con habitantes de fin de semana, vacaciones y fiestas de guardar, aunque hoy ya existe una población fija, no siempre censada, por Boqueres, nombre que por cierto procede de las boqueras de riego: acequias de tierra abiertas que aprovechan el agua de los aguaceros o de los pozos, típicas de las zonas áridas de (y hablamos de provincias) Alicante, Almería y Murcia. Puro San Vicente del Raspeig.
Al principio se alimentó de gentes autóctonas y foráneas
Pastores y ganaderos
Un repaso a la evolución demográfica del municipio -que originalmente, para labranza (en secano: almendros, cereales, cítricos y olivos) o pastoreo (ovino), se alimentó de gentes venidas tanto de la provincia (Alicante, Agost, Ibi, Tibi o Xixona) como de otros lares (Albacete, Jaén o Granada)- nos muestra una curva poblacional siempre en ascenso. Entre los 4.041 habitantes en 1900 a los 37.883 del 2000 mediaba un continuo incremento.
No digamos ya con los 59.138 censados en 2022. El propio Ayuntamiento se hacía eco de estos últimos datos, destacando además el situarse “como sexta ciudad con más población a nivel provincial, tan solo por detrás de Alicante, Elche, Torrevieja, Orihuela y Benidorm”. Un tema interesante por cuanto la pandemia se había cobrado ya su parte.
Es la sexta ciudad provincial por población
Los picos demográficos
Con las estadísticas por delante, pasábamos de los 58.385 registros en 2019 a los 58.978 en 2020 y, eso sí, descenso relativamente suave (una diferencia de 66), los 58.912 en 2021. Se ha recuperado pronto. En realidad, un repaso a los datos nos devuelve esa imagen de crecimiento continuado según circunstancias económicas nacionales o geopolíticas en general, pero con picos de interés.
Así, antes de las 16.518 personas censadas en 1970, se anotaban 8.951 en 1960. Coincide justo con el auge chaletero, de aquellos “campos” (“los fines de semana nos vamos al campo”) que ya indicamos que no pertenecían siempre a gentes censadas en el municipio. Pero entre 1960 a 1970 contamos con el apogeo del Desarrollismo, la maduración de una clase media, con el aumento del poder adquisitivo, aunque sea pagado a plazos. Y en San Vicente, otros atractivos.
Entre 1960 a 1970 contamos con el apogeo del Desarrollismo
Llega la Universidad
Hay que comer, ¿y que ofrecía San Vicente entonces? La cementera (1913-2009) vivió durante esa década y la posterior sus momentos más dinámicos (en 1981 se lograban 23.569 habitantes, que ya eran 25.408 en 1986). Hay una universidad, nominalmente de Alicante, aunque al campus se le llama de Sant Vicent. Inaugurada el cuatro de noviembre de 1968 como Centro de Estudios Universitarios (CEU) e independizada oficialmente el 31 de octubre de 1979.
Ya volaba de manera bastante libre desde 1975, y necesitaba gente, no solo en el plano docente, sino también en mantenimiento, más con el crecimiento físico continuado, que la han convertido en una pequeña ciudad inserta entre Alicante y San Vicente: en 2020 albergaba a 2.339 personas dedicadas a la docencia, 308 a la investigación, 1.400 de administración y servicios y 26.005 alumnos.
Cuerda de servicios
El conglomerado docente e investigador aportaba necesidades de residencia temporal (para alumnado) o permanente, generó una potente zona de “marcha”, de ocio diurno y, sobre todo, nocturno. Además, servicios sanitarios (que a su vez provocaban otras cuerdas de necesidad-recurso semejantes). La oferta se abarataba en las zonas de expansión urbana, que incluso ha ido englobando algunas de las urbanizaciones crecidas alrededor, cercanas a la Universidad.
Todo ello ha ido originando ese aumento poblacional que ha seguido gozando de altos, capaces de convertir, por ejemplo, los 29.924 registros poblacionales de 1992 en los 40.599 de 2002. El municipio, segregado de la contigua Alicante ciudad (en cuya zona metropolitana se inscribe) el dieciséis de junio de 1848, mantiene la curva demográfica ascendente: el día de la vaca, nadie cayó por el precipicio; de hecho, al año siguiente repitió.