Un estudio liderado por la Universidad de Alicante (UA) y publicado en la revista Bird Conservation International alerta del descenso de más de un 66% de la población de la alondra ricotí (Chersophilus duponti) tras la borrasca Filomena. Este fenómeno meteorológico fue la mayor tormenta de nieve que ha sucedido en España en los últimos 50 años y, además, fue precedida por una semana de frío extremo que dejó temperaturas en torno a los -5ºC y -15ºC en las zonas afectadas y registros inferiores a los -33ºC en algunas localidades. La alondra ricotí ha sido catalogada recientemente en España como especie en peligro de extinción.
Tal y como señala Cristian Pérez-Granados, autor principal del artículo e investigador distinguido Beatriz Galindo del Departamento de Ecología de la UA, “el objetivo de este estudio ha sido ampliar el conocimiento científico sobre el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos, como el vivido el pasado mes de enero del 2021 en España con la borrasca Filomena, en la dinámica poblacional de la fauna en peligro, ya que dichos eventos pueden representar una amenaza general para la diversidad”. En este sentido, hay que ser conscientes de que la frecuencia e intensidad de estos fenómenos meteorológicos extremos pueden aumentar en muchas regiones en las próximas décadas debido al cambio climático. “En este trabajo utilizamos la alondra ricotí como modelo de estudio al ser una especie con seguimiento anual en varias localidades y por ser una especie residente, amenazada y con una selección de hábitat muy especializada”, añade.
Los investigadores han analizado los cambios en la abundancia de alondra ricotí antes y después de la Filomena en 14 poblaciones de las provincias de Soria, Lleida, Murcia, Burgos, Segovia y Valencia. Según los resultados obtenidos, durante el periodo de control, entre 2017 y 2020, la especie sufrió un declive anual global del 19,4% para las 14 poblaciones muestreadas. Sin embargo, el declive medio tras la borrasca Filomena fue del 66,5% para siete poblaciones monitorizadas tanto el año anterior como el posterior a Filomena, es decir, en el período de 2020 y 2021.
“En el trascurso de la borrasca, la nieve cubrió el suelo durante más de diez días en el centro y el este de España, lo que unido a la posterior ola de frío extremo podría haber reducido la capacidad de la especie para encontrar recursos alimenticios y para termorregular adecuadamente, obligándola a realizar desplazamientos de larga distancia u ocupar zonas de baja calidad”, detalla el investigador Gerard Bota, responsable del Grupo de Biología de la Conservación del el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña y también autor del artículo. “Estos desplazamientos pueden aumentar el riesgo de mortalidad de los individuos en dispersión y, por tanto, afectar drásticamente a la dinámica poblacional y la conservación de la especie”, señala.
Aunque tomados con la debida prudencia, los resultados de este trabajo podrían ser representativos del impacto que los eventos climáticos extremos pueden tener en las aves amenazadas debido al escaso número de estudios que han evaluado el impacto de este tipo de fenómenos en la fauna. “Nuestros resultados también pueden ser útiles para futuros estudios, con esta especie u otras similares, dirigidos a comprender el impacto de los eventos estocásticos en la dinámica poblacional de las especies como, por ejemplo, los análisis de viabilidad poblacional o proyecciones de cambio climático, al mejorar el conocimiento actual sobre el papel que los fenómenos catastróficos pueden tener en la dinámica de una población a corto plazo”, concluye Juan Traba, de la Universidad Autónoma de Madrid, autor del trabajo y redactor de la estrategia nacional de conservación de la especie.
Conseguir proteger las especies de futuros eventos climáticos extremos no es sencillo, pero “aumentar la conectividad entre las poblaciones existentes, proteger parches de hábitat con vegetación potencial que pueda ocupar la especie como refugio mientras duren dichos eventos y tratar de aumentar tanto el tamaño de los parches ocupados, la calidad del hábitat, como el tamaño de las poblaciones podrían favorecer la persistencia de las poblaciones y aumentar las probabilidades de futuras recolonizaciones”, finaliza el investigador de la UA Cristian Pérez-Granados.
El equipo de trabajo del artículo cuenta con una docena de investigadores de varios centros como el Departamento de Ecología y el Institutito Multidisciplinar para el Estudio del Medio Ramon Margalef (IMEM) de la Universidad de Alicante, el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC) y el Grupo de Ecología Terrestre de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).