Entrevista > Santi Tena / Pintor, dibujante e ilustrador (Valencia, 17-marzo-1970)
Santi Tena acaba de ilustrar un buen número de aforismos de Joan Fuster. No es la primera ocasión en que el artista valenciano adapta obras de intelectuales de su tierra, pues realizó una brillante adaptación al cómic de ‘Tirant lo Blanch’ hace unos años.
Mantenemos una intensa charla con este pintor valenciano, en la que no hay lugar para la corrección política. Irreverente y provocador donde los haya, hablamos con él acerca del mundo cultural valenciano, del cine, la pintura, el cómic y la educación.
¿En qué momento de tu vida decidiste dedicarte al arte?
Al acabar la EGB, cuando decidí curtirme en el dibujo en las Escuelas de Artesanos de València, al tiempo que cursaba mis estudios preuniversitarios.
«La pintura me ha regalado momentos mágicos, pero vivir de la bohemia es muy duro»
¿Con qué arte empezaste?
Con el dibujo, antes de hacer Bellas Artes, donde ya me decanté por la pintura.
¿Cuál ha sido la disciplina que más has trabajado?
La pintura, aunque una voluntad de narrativa secuencial ha hecho que características propias de otras disciplinas, como el cómic o el cine, estén presentes en mi trabajo desde el principio.
¿La que más te gusta?
Los momentos más mágicos me los ha regalado la pintura, aunque también es la que me da más mala vida. La bohemia es muy dura.
¿Y qué disciplina te cuesta más?
El cómic, por todo el trabajo que implica (hacer el guión, estructurar las viñetas y las páginas, dibujar, entintar, colorear…) ¡Uf, se hace realmente largo! Tiene algo de esclavitud, como si tuvieses grilletes encadenados a la mesa de dibujo o al maldito ordenador.
«En los ochenta convivía la vulgaridad de Marianico el Corto con la genialidad de Monty Python»
¿Crees que el estallido artístico de los años ochenta se ha diluido?
Los años ochenta fueron un fin de fiesta de la posmodernidad. A partir de ahí explosionó la mediocridad.
¿Y el humor de entonces?
No podemos hablar de una manera única de hacer humor en una época determinada. En los ochenta, por ejemplo, convivía el populismo y la vulgaridad de Marianico el Corto con la genialidad y la fina ironía de los Monty Python.
Pero si nos referimos a tendencias dominantes, la ley de lo políticamente correcto invade todo hoy en día. La autocensura campa a sus anchas entre la mayor parte de los creadores.
¿Excesiva corrección política?
El humor no se escapa de esta tiranía, y paradójicamente, encuentro que este es hoy, pese a la corrección política, mucho más chabacano y vulgar. En este sentido, cada territorio imprime determinadas características al humor que en él se genera. En general, por supuesto, siempre hay excepciones, y además, en este tipo de cuestiones, todo es relativo.
Yo, por ejemplo, no acostumbro a conectar con el humor de las películas francesas. Lo encuentro chabacano. Por contra, casi siempre me deleito con el del cine inglés.
¿En qué medida el humor es importante en el arte?
En el arte institucionalizado, lo que Baudrillard denominó el ‘complot del arte’, parece que no tiene cabida. Es como en los premios Oscar, donde una comedia no tiene opciones de ser considerada ganadora.
«La autocensura campa a sus anchas entre la mayor parte de los creadores»
¿Añoras algo de tu época universitaria en Bellas Artes?
El bar.
¿Qué hubieras cambiado de aquel plan de estudios universitario?
Todo. Siempre he pensado que fue un error convertir los estudios de Bellas Artes en carrera universitaria. El arte es una vía de conocimiento y de investigación que camina paralela al pensamiento científico, que es el que impregna la universidad.
Lo que debería de hacer una sociedad con sentido común es dignificar el arte a través de cualquier disciplina, sea esta plástica, musical, literaria, audiovisual, etc.
¿La creación artística se mercantiliza?
Parece que la creación artística, al adoptar criterios de formación y evaluación propios de otras disciplinas, se tenga que justificar de algo, que deba demostrar algo. Como dice John Wayne en ‘Río Bravo’, al referirse al joven pistolero interpretado por Ricky Nelson: “Es tan bueno disparando que no tiene que demostrarlo”.
El mensaje debería de ser: el arte y la ciencia son dos vías diferentes para alcanzar el conocimiento, tan válidas la una como la otra, y si hay algún destino al que llegar en esa búsqueda del conocimiento, este se alcanza recorriendo caminos diferentes, aunque complementarios.
Ahora también eres docente universitario. ¿El alumno de ahora difiere mucho del de antes?
Muchísimo. Es lógico, pues estamos en un periodo de decadencia de un sistema sociocultural, y esa progresiva pérdida de referentes en cada nueva generación ha ocurrido en otras épocas históricas, cuando un sistema sociocultural ha llegado a su momento de extinción, a su periodo barroco o helénico.
Mi generación, en lo que se refiere al sistema de valores clásico que articula nuestra sociedad, ya era algo peor que la de nuestros padres, ya éramos algo más ‘maleducaditos’. Nuestros hijos un poco más, y los hijos de los hijos, mucho, mucho más. Esto se está acelerando a marchas forzadas
«Lo único que añoro de mi etapa como universitario en Bellas Artes era ir al bar»
Eres un cinéfilo empedernido. ¿Qué género aprecias más y por qué?
Me gusta el recurso al género en general, pues permite desarrollar ideas sobre unos parámetros establecidos. Por el contrario, detesto el cine panfletario y el de los egomaníacos que conforman ese elenco que nos venden como ‘cine de autor’ y que nos torturan con tediosas películas sobre temas que no me interesan en absoluto.
Cuando era joven, el cine negro clásico era el que más me atraía, porque me ofrecía una estética de un pasado que consideraba mítico, repleto de gabardinas, sombreros y gente fumando. Ahora me interesa más la ciencia ficción, porque en ocasiones reconozco en ella un pensamiento mítico con la mirada puesta en el futuro
¿Cómo influye el cine en tus trabajos artísticos?
Formalmente, la concepción escenográfica de mis cuadros o mis viñetas, además del carácter de discurso secuencial que he mencionado antes. Conceptualmente, me aporta lo que Lipovetsky denomina la “cinevisión” del mundo, es decir, contemplar el mundo a través de una mirada cinematográfica, como si la vida fuese una película y el mundo un gran plató.
Me ayuda a configurar lo que supone la base de mi pensamiento estético: convertir lo cotidiano en mítico y lo mítico en cotidiano.
¿Alguna vez has pensado en dedicarte al cine?
Siempre. Pero mi tendencia natural a la expresión gráfica y pictórica me condujeron al mundo de las Bellas Artes. Creo que no fui capaz de salir de mi estado de confort cuando era joven.
El cómic es otra de tus pasiones. ¿Nos podrías decir qué tiene de especial este arte para ti?
Aquello que no encontramos en eso que hoy se denomina “novela gráfica”: frescura, divertimento, mitología, ausencia de complejos, magia, impacto en los niños y la juventud, humor…
«Una sociedad con sentido común debería dignificar el arte a través de cualquier disciplina»
Entre tus trabajos se encuentra una adaptación de ‘Tirant lo Blanch’. ¿Qué aporta tu versión?
Todo lo que he contestado en la pregunta anterior, además de ofrecer un puente al lector contemporáneo, actualizando el tono y los referentes, que considero que es una de las claves en una adaptación de una obra escrita siglos atrás.
Durante el proceso de adaptación, ¿cuál fue el motivo que te maravilló de este personaje y de esta novela?
Que tenía todas las características para hacer de él un héroe contemporáneo, como los de los cómics de superhéroes que se reinventaron en los ochenta (‘La muerte del Capitán Marvel’, ‘El Caballero oscuro’, ‘Watchmen’…): el equilibrio entre la mitología y la realidad, entre el mito y el tipo.
En tus adaptaciones de obra de autores valencianos ahora has saltado al ensayo con Joan Fuster. ¿Qué atractivo intelectual ofrece el pensador de Sueca?
Su condición de heredero de Montaigne, es decir, de ser capaz de elaborar reflexiones y preguntas sobre el mundo que le rodea y sobre la condición humana. Sobre todo me interesa el Fuster que aborda los temas universales: el ser, la condición de vivir sabiendo que hay que morir, las relaciones intra e interpersonales, la dualidad entre Eros y Tánatos….
Sobre todo, lo que lo convierte en referencia de interés, es el hecho de que nos ofrezca, a través de uno de sus aforismos, un modelo de actitud frente a las vicisitudes de la vida: “Imaginad un estoico sonriendo: sería el hombre perfecto”.
‘Viure és antihigiènic’ es una selección de aforismos que has ilustrado. Parece un trabajo ideal para que los escolares se aproximen a las reflexiones de un filósofo.
Sin duda, y sobre todo porque las ilustraciones están concebidas desde el presente, con abundantes referencias de nuestra realidad cotidiana, lo que facilita la conexión del lector contemporáneo con una obra escrita hace más de cinco décadas. Y, evidentemente, el recurso a la imagen siempre ha sido un eficaz medio de culturización.
«Detesto el cine panfletario; son egomaníacos que nos lo venden como ‘cine de autor’»
¿Cómo definirías el humor de Fuster?
Es agudo, fino y, al mismo tiempo, demoledor. Su visión de la vida, aunque recurra a menudo al humor, está impregnada de tristeza, que es el poso que a mí me ha dejado la lectura de sus aforismos. Creo que el escritor de Sueca era un estoico que, aunque bromeara, no terminaba de sonreír cuando reflexionaba sobre la existencia.
¿Es difícil ser profeta en tu tierra?
València hoy en día no es un centro cultural de referencia donde se cueza el meollo cultural del planeta. Considero que todo depende de cuál sea tu tierra, de cómo sean sus gentes y del protagonismo que ese territorio tenga dentro del conjunto del planeta.
En la cultura de los EE.UU. se respeta al que triunfa, al que sigue el lema del ‘make yourself’ y lo consigue, mientras que en nuestro carácter parece que es más propio lo contrario.
¿Y vivir del arte?
Comerciar con un producto que no tiene una funcionalidad primaria siempre es difícil. La metafísica no es negocio.
Para terminar, recomiéndame un cómic, una película y un cuadro o ilustración.
Para no resultar nostálgico, le recomendaré un cómic reciente de Daniel Clows titulado ‘Paciencia’, donde se juega con la idea de los viajes en el tiempo de manera peculiar. Haré lo mismo con el cine, aunque en este caso, en vez de una película, le recomendaré ‘Black Mirror’, serie de ciencia ficción.
En cuanto a la ilustración, no puedo recomendar en estos momentos algo que no sea cualquiera de los aforismos ilustrados de ‘Viure és antihigiènic’, así que me decantaré por ‘Cine en Nueva York’ (1939) de Edward Hooper, que considero de una sensualidad y capacidad de sugerencia extraordinarias.