A Juan Ramón le conocen en Altea como JR (léase jotaerre, todo seguido) y este año, después de casi cuatro décadas disfrutando de la fiesta en su filà, tendrá el honor de ostentar uno de los cargos más importantes de los días grandes dedicados a San Blas: será el rey moro. Un momento que, claro, está deseando que llegue y, a la vez, que no termine nunca.
Queda poco para los días grandes de Altea, para esos Moros y Cristianos en honor a San Blas y tendrá usted el honor de ser el rey Moro. ¿Cómo se presenta eso?
Con mucho orgullo y satisfacción, como dice el emérito (ríe). La verdad es que con mucha ilusión. Además, después de todo el año que hemos pasado, con muchas ganas. Hay una cosilla en el estómago, que lo ves cada vez más cerca y quieres que venga ya; pero, a la vez, quieres que no venga porque va a pasar demasiado rápido.
«Lo ves cada vez más cerca y quieres que venga ya; pero, a la vez, quieres que no porque va a pasar demasiado rápido»
Usted es festero veterano. ¿Cuál es su historia?
Soy de la filà mora Tuareg. La filà se fundó en el año 86 y, aunque no soy socio fundador, estoy desde el primer año. Como anécdota, te contaré que yo era hermano de un socio fundador y yo tenía que haber entrado por ser familiar directo, pero en aquella época mi imagen no era la más adecuada y entré a formar parte de la peña por un solo voto.
Al final, desde el año 86 hasta el día de hoy no he fallado ningún año. Somos tres personas, tres únicas personas, los que hemos estado todos los años desde que se creó la filà Tuareg: Toni Fuster, Rafael Fuster y yo.
¿Han cambiado mucho las cosas desde aquella época?
Antes había más libertad… más burrera. Teníamos mucha más fiesta, eran más días, teníamos todos más ganas. ¡Y era todo mucho más barato! Sí, ha cambiado. Sobre todo, en el tema económico y formal. Y eso no es ni mejor ni peor. Simplemente, como todo, va creciendo, profesionalizando, por decirlo de una forma.
¿Era más divertido antes?
Tú vienes a mi peña y la diversión la vas a tener asegurada. Porque eso es algo que nosotros llevamos dentro. Somos una peña abierta.
«Me gustan mucho las embajadas, yo soy de los que dispara con el trabuco en la plaza de la Iglesia»
¿Cuál es el acto que más disfruta?
Me gustan mucho las embajadas, a las que vas con el trabuco a disparar. Era lo que más disfrutaba. Este año será de otra forma, porque como voy a tener un parlamento con la embajadora cristiana, que me gana (ríe), pues va a ser diferente. Pero yo soy de los que dispara con el trabuco en la plaza de la Iglesia.
La presencia de la mujer en las fiestas de Moros y cristianos de Altea no es nada nuevo. De hecho, usted va a tener embajadora.
De los diez cargos que somos, ocho son mujeres y dos somos hombres. Ha habido años en que, por ejemplo, en mi peña eran más mujeres que hombres. Desde que yo recuerdo, las mujeres tenían el mismo derecho de desfilar, de ser reinas…
Mi peña tuvo la primera embajadora en el año 97. Y supongo que si en mi peña ocurría eso, ocurría en las demás también.
Si un visitante tuviese que elegir un acto y sólo uno al que ir para empaparse bien de las fiestas de Altea, ¿cuál me recomienda que no me pierda?
Es complicado. Mira, hay una cena, la de cargos, que se hace dos semanas antes de fiestas y a la que solamente estamos invitados la gente de fiesta; pero después hay una banda de música y ahí ya verás que hay 2.000 personas. De ellas, mil son festeros y otros mil son de fuera, y hay un ambiente espectacular.
Como acto ceremonial, yo diría la presentación de trajes, que es donde todas las peñas presentamos los trajes que vamos a sacar en el desfile en una pasarela que queda de verdad muy bonito. Pero yo vuelvo a decir que me quedo con las embajadas.
«Antes liábamos cinco, seis, ocho, diez o doce tracas y ahí estábamos media hora. Ocupábamos una calle, venga a tirar tracas»
Vamos… ¡que tengo que venir a verlo todo!
Es que el parlamento que se hace, que es una pequeña obra de teatro de diez minutos, es algo como muy representativo de Altea. Y por supuesto, los desfiles. Aquí tenemos la avenida que se llena de gente con música, y como están las casas, los pisos… es espectacular.
Y la pólvora que no falte.
Bueno, eso va por gustos. No sé exactamente los kilos que son, porque este año estoy desconectado de todo esto. Pero sí, son las dos embajadas, más las despertàs, que es el único momento que nos dejan tirar con el trabuco.
En otros tiempos sí que tirábamos petardos, tirábamos con la traca. Nosotros antes liábamos cinco, seis, ocho, diez o doce tracas y ahí estábamos media hora. Ocupábamos una calle, venga a tirar tracas. Pero llegó un momento que no nos lo permitieron, y todas esas cosas se fueron perdiendo poco a poco.
¿Qué cree que va a ser lo más especial para usted en esta edición de las fiestas?
Yo le tengo un poco de respeto al sábado en la presentación. Digo respeto porque posiblemente todo el mundo está esperando ese día para ver qué traje se ha hecho la reina Cristiana y el rey Moro. Es en el pabellón nuevo, que hacen una pasarela bestial y es un espectáculo verlo.
Dicho eso, el más emocionante, obviamente, será el desfile. Cuando salga en la carroza y me vea la barbaridad de gente que suele haber aquí en Altea. Van a estar abajo mis familiares, mis amigos, mi gente de la peña. Todo el mundo va a estar viéndolo.