En 1609 Felipe III ordenó por decreto la expulsión de todos los moriscos fuera de la Península Ibérica. Difícilmente aquel monarca podía entonces imaginarse que con aquel acto estaba propiciando la generación de una fiesta que revolucionaría Crevillent tres siglos y medio más tarde.
Este otoño celebramos la 57ª edición de los Moros y Cristianos en su periodo contemporáneo. Antes de que las calles del municipio vuelvan a llenarse de desfiles, música y pólvora queremos relatar cómo surgió toda esta fiesta tan sentida en esta localidad. Agradecemos a Luis Manchón, presidente de la Asociación San Francisco de Asís, por la información proporcionada para redactar este artículo.
La época antigua
Aquella citada expulsión de los moriscos fue especialmente perjudicial para Crevillent, ya que le supuso perder un tercio de su población. Dice la leyenda que los expulsados no estaban dispuestos a abandonar sus hogares sin antes luchar. Una violenta revuelta popular amenazaba al pueblo, hasta que San Francisco de Asís se habría aparecido para convencerles de que se retiraran pacíficamente y así evitar un derramamiento de sangre.
Tiempo después comenzó a surgir en nuestra zona la tradición de realizar desfiles recreando las antiguas batallas medievales de los moros y los cristianos. Los primeros que se animaron fueron los alcoyanos, hacia el siglo XVII.
Hay indicios de que al menos desde el siglo XIX ya se llevarían a cabo desfiles o recreaciones de batallas medievales en Crevillent. “El cronista Anselmo Mas mencionaba en un artículo que ésta es una fiesta que en realidad regresaba a la localidad” nos señala Manchón.
Algunos apuntan a que estos actos festeros se realizaban como un complemento de la ya entonces muy potente Semana Santa crevillentina, pero que acabaron siendo eclipsados por los actos religiosos y desaparecieron.
En 1965 se realizó el primer desfile, aún sin comparsas
Resurgimiento
En los años 60 del pasado siglo el alcoyano Salvador Domenech se trasladó hasta Crevillent para trabajar en la fábrica de alfombras Imperial. El susodicho era un gran festero en su ciudad, y consiguió contagiar a algunos otros compañeros de trabajo la idea de realizar festejos de moros y cristianos en la localidad.
Pronto encontraron a un inesperado aliado. En aquella época el Ayuntamiento de Onil demandó al de Crevillent el préstamo de una cuadriga. Normalmente ésta se utilizaba en las procesiones de Semana Santa, no obstante los colivencos la querían emplear para reforzar su boato cristiano. “Aquello fue visto como una blasfemia por los alabarderos. Al final aceptaron a regañadientes obligados por el alcalde, pero con la condición de que se desplazara uno hasta Onil para vigilar que la cuidaran bien” nos indica Manchón.
El alabardero encargado de tal misión fue Manolo Montoya, quien regresó a Crevillent maravillado por las fiestas colivencas. Así pues se unió a los trabajadores de Imperial para proponer al ayuntamiento la creación de algo parecido en Crevillent.
Los fundadores dudaron si dedicar las fiestas a San Francisco o a San Cayetano
Primer desfile
El concejal Jerónimo Maciá acogió con gusto la idea e incluso se comprometió a apoyarla económicamente. En un primer momento se estipuló que estos festejos serían para conmemorar San Cayetano, es decir en agosto, pero al final optaron por dedicarlas al patrón San Francisco de Asís.
“En realidad en aquella época las fiestas de San Cayetano ya estaban bastante consolidadas. Se realizaba cada agosto una gran feria en el Calvario. En cambio por San Francisco apenas se celebraba una pequeña procesión. Por eso quisieron aprovechar esta oportunidad para potenciarlo” nos explica Manchón.
Así, el 3 de octubre de 1965 se celebró el primer desfile de Moros y Cristianos en esta nueva etapa contemporánea. Participaron crevillentinos (aún sin comparsa) acompañados de festeros alcoyanos e ibenses. El recorrido partió desde las Escuelas Nuevas para bajar por la calle Carmen hacia Blasco Ibáñez, la plaza de la Constitución y terminar en el ayuntamiento.
El número actual de festeros ya supera los 5.500
Evolución festera
Aquel desfile generó tamaña revolución en el pueblo que para el otoño de 1966 ya se habían creado tres comparsas: Beduinos, Almogávares y Marroquíes. El propio Salvador Domenech fue el primer capitán moro así como el creador de las famosas embajadas.
El alcoyano se inspiró en un hecho histórico como es el acuerdo diplomático alcanzado entre el rey aragonés Jaime I y el ra’is Ben Hud musulmán (el hombre de poder en la zona de Crevillent) durante la rebelión mudéjar ocurrida en el siglo XIII. Una de las grandes particularidades de estas fiestas de moros y cristianos es que no concluyen con un bando ganador, sino con un armisticio.
A lo largo de las siguientes décadas las fiestas crevillentinas han evolucionado fundándose nuevas comparsas, incorporando nuevos actos como el Primer Trò, creando su propia asociación gestora independiente del ayuntamiento o estableciendo nuevos cargos como el reciente de Heula.
Lo cierto es que el rol de la mujer ha sido bastante fuerte en estas fiestas desde el principio. Ya desde 1967 se nombraron los primeros cargos festeros femeninos.
Reconocimientos
Ya en este siglo empezaron a llegar los grandes reconocimientos institucionales como la Declaración de Interés Turístico Nacional (2005), la de Interés Cultural de las embajadas (2010) y la de Interés Turístico Internacional (2017).
El número de festeros ha sido variable según las épocas, siendo sin duda los años 70 la peor al coincidir con la crisis de la alfombra que tanto mermó la economía local. Actualmente los tiempos son otros, y en el último año se han contabilizado más de 600 nuevas incorporaciones para un total que supera las 5.500 personas.
“La nuestra es una fiesta relativamente joven, pero que ha sabido evolucionar muy rápidamente en poco tiempo. Cada pueblo tiene sus normas, pero aquí se establecieron unos cánones, normas y protocolos que han funcionado muy bien. Hemos alcanzado unos niveles de entradas increíbles. Y seguramente el papel de la mujer ha influido también mucho en este éxito” nos aduce Luis Manchón.