Investigadores de la Universidad Miguel Hernández de Elche (UMH) han realizado un análisis de la vegetación durante los últimos 30 años mediante imágenes de satélite de dos entornos del Parque Natural de la Sierra de Cazorla.
En concreto, un análisis se ha realizado con ungulados silvestres, como ciervos, y otro en el que predominan los ungulados domésticos, concretamente el cordero segureño, que concluye que estos tipos de herbívoros producen distintos efectos sobre la vegetación.
Ungulados silvestres y domésticos se complementan para mantener los ecosistemas, por lo que los expertos de la UMH recomiendan mantener tanto el pastoreo tradicional trashumante como supervisar las áreas agroforestales abandonadas que están siendo retomadas por la naturaleza. El estudio, publicado en la revista Landscape Ecology, supone un avance en la comprensión de cómo podrían evolucionar los ecosistemas mediterráneos en un contexto de cambio climático.
El abandono de las prácticas tradicionales, en consonancia con cambios en el clima, ha transformado durante los últimos años los sistemas agropastorales de los paisajes mediterráneos. Como consecuencia del fenómeno, se está produciendo un proceso cada vez más frecuente de renaturalización y cambio en los entornos afectados, denominado rewilding pasivo. Aunque este proceso puede aportar beneficios, como una mayor resiliencia climática y refugio para ciertas especies de fauna, también conlleva la pérdida de paisajes culturales biodiversos y de usos tradicionales cada vez menos comunes. Para comprender la evolución futura de estos ecosistemas y descubrir claves que ayuden a su conservación, es importante evaluar sus respuestas al clima a largo plazo en diferentes condiciones que contemplen tanto el pastoreo de especies domésticas como la presencia de ungulados silvestres.
En este contexto se enmarca un estudio realizado por los investigadores del Departamento de Biología Aplicada de la UMH Marina Rincón Madroñero, José Antonio Sánchez Zapata y Jomar M. Barbosa, junto con el investigador del Centro de Investigación Operativa de la misma universidad Xavier Barber.
Los científicos han llevado a cabo su trabajo en el sudeste de España, el Parque Natural de la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas, con un doble propósito: evaluar el efecto del clima sobre la productividad primaria a escala de paisaje y analizar las tendencias a largo plazo de la biomasa de la vegetación en respuesta a un rewilding pasivo o al mantenimiento de los sistemas de pastoreo tradicionales. Más concretamente se han analizado dos zonas localizadas a menos de 15 km de características muy similares: Los Campos de Hernán Perea, un altiplano caracterizado por su muy bien conservado uso trashumante, y el Calar de Juana, localizada dentro de la zona de máxima reserva del Parque Natural. En ambos enclaves, tradicionalmente se permitía el uso del ganado en extensivo, sin embargo, con la declaración del Parque en 1986, el uso ganadero fue restringido lo cual incluye la zona del Calar de Juana.
En el estudio, publicado en la revista Landscape Ecology, se utilizaron imágenes de satélite con el fin de generar series temporales de acuerdo con el índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI) que representan la productividad primaria y la biomasa de la vegetación de dos paisajes clave: uno con ungulados silvestres y otro predominantemente con ungulados domésticos. Mientras en la zona trashumante la biomasa de la vegetación se mantuvo constante a lo largo del tiempo (30 años), con una productividad primaria en la que influyeron la temperatura y las precipitaciones estacionales, en las áreas con herbivoría silvestre la productividad primaria fue impulsada principalmente por la precipitación anual, con menor dependencia de las lluvias estacionales. Además, en las zonas únicamente con ungulados silvestres se detectó un proceso de sucesión secundaria que se traduce en un aumento de las zonas matorralizadas.
Entre sus conclusiones, los autores destacan que, aunque los ungulados domésticos y silvestres pueden presentar similitudes parciales en su papel en las interacciones tróficas a través de la ingestión vegetal o en su influencia en el ciclo de nutrientes en las zonas pastoreadas, muestran asimismo importantes diferencias en los efectos que producen sobre la vegetación. Ante esta complementariedad, los investigadores señalan la conveniencia de centrar los esfuerzos en mantener ambos sistemas y evaluar los paisajes trashumantes como una forma de gestión ecológica sostenible que también puede mejorar la seguridad alimentaria. No olvidan reseñar lo oportuno de dedicar una atención especial a las zonas en las que se está produciendo un rewilding pasivo como áreas de refugio y hábitat para otros tipos de especies silvestres.
Los autores insisten finalmente en que, dada la creciente frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos y el aumento de las temperaturas, se hacen necesarias más investigaciones que aborden cómo se conservarán en el futuro estos distintos paisajes. En este ámbito, el estudio aspira a servir de ayuda para avanzar en la comprensión de la dinámica de la vegetación en diferentes escenarios de herbivoría y dentro de un marco de patrones climáticos a largo plazo y pretende aportar una información que, en última instancia, contribuya a la toma de las mejores decisiones en torno a la gestión de los paisajes mediterráneos.