El panorama mundial está que ‘arde’. Algunas cosas son muy delicadas, como el asesinato del líder de Hamás y el aumento de tensión en la zona, que puede derivar en un conflicto a gran escala.
‘Marketing americano’
Otras, al menos en mi opinión, son más de puro marketing. Trump, teóricamente tiroteado a pocos metros y con todo despejado con el resultado de solo un rasguño en la oreja, consigue gracias a ello aumentar el número de votantes que dicen apoyarle, ‘disparándose’ en las encuestas hacia la Casa Blanca.
Pero hablamos del país en donde se generan posiblemente las mejores películas, y estas necesariamente deben tener un giro inesperado. Y ahí le tenemos: Biden se aparta y entra en escena una ‘torbellino’ llamada Kamala Harris, y con ella la recuperación de la ilusión y de la financiación (sí, allí los partidos financian legalmente sus campañas con los fondos privados que recaudan).
Nos han vuelto a enganchar a la película, con un Trump enrabietado como si fuera un niño pequeño. El imputado amigo de los eslóganes fáciles posiblemente no llegue a ser nuevamente presidente; eso sí, ¿si pierde con los demócratas volverá a incitar al levantamiento?
Culebrón venezolano
Ahora, si pasamos de una película al típico culebrón, ahí la estrella es el autonombrado presidente de Venezuela, Maduro. El guion es más sencillo que el de un largometraje, porque debe de durar mucho, pero tiene de todo.
Vencido el mandato ‘del pueblo’ y viendo su baja estimación de votos para ser reelegido, que en Venezuela es por nada menos que seis años, amenazó a los ciudadanos con un baño de sangre si no le votaban de nuevo.
Alguien le debió asesorar: “no te pongas así, hombre, si los resultados les vamos a dar nosotros, decimos lo que queramos, disimulamos un poco para que sea por la diferencia mínima, y ya está, te perpetúas en el poder”. Entonces relajó el argumento y afirmó que aceptaría los resultados que dijera la autoridad electoral, evidentemente compuesta por gente de su confianza.
¿Qué no te lo crees?
Pasado el paripé de los comicios no hizo falta ni esperar al recuento, ni que nadie le nombrase, el ya salió para autonombrarse como presidente reelegido de la República Bolivariana de Venezuela. Y como la cabra tira al monte ya no se ha molestado ni en falsificar las papeletas para poderlas enseñar, se ha liado a amenazar, arrestar e incluso liquidar a quien lo cuestione.
De momento nadie se lo cree, ni aquellos que otras veces le han apoyado. Incluso ya hay países, como EE.UU., que ante la nula transparencia ha reconocido la victoria del candidato Edmundo González. No es fácil echar a quien quiere manejar un país de forma dictatorial, aunque eso no quiere decir que sea imposible ya que antes o después cometen errores, por soberbia y prepotencia, que abren las vías de agua que acaban hundiendo el barco.
La serie española
En España también tenemos nuestra serie particular, con un guion entre el terror y la intriga. La trama transcurre en Cataluña e influye a la gobernabilidad de todo el país. Y es que hay que recordar que una cosa es estar en el gobierno y otra muy distinta gobernar.
Para lo primero, estar en el gobierno, alguien se puede mantener toda la legislatura ya que una moción de censura actualmente sería inviable. Respecto a lo segundo, gobernar, si no puedes sacar leyes porque no te las apoyan los que te han facilitado estar ahí, es imposible.
Y especialmente la principal ley, que es la de los Presupuestos Generales del Estado. Porque de qué te sirve aprobar algo si no lo puedes dotar del presupuesto adecuado para su ejecución.
Al final el actual gobierno progresista necesita de Junts, su socio de derechas, para aprobar cualquier cosa, de lo contrario no tiene mayoría. ¿Qué ha ocurrido?, que solo han conseguido aprobar la Ley de Amnistía, que era lo que Puigdemont quería, y para todo lo demás ni están ni se les espera.
El desenlace
Ahora se afila más el lápiz y, para que Salvador Illa gobierne, se acuerda con los independentistas de ERC que se gestionen y cobren allí todos los impuestos de Cataluña, sin control del Estado.
Tocar la caja común es seguir tirando mucho de la cuerda, y esta se puede romper y además desde dentro. La tensión es cada vez mayor y siempre hay miedo a ser el primero en alzar la voz, pero ya empiezan a ser muchas y algunas de los de confianza.
No obstante, Pedro Sánchez sabe que para cambiar el modelo de financiación hace falta aprobar por mayoría en el Congreso la ley que lo modifique, y es consciente que eso va a ser casi imposible que ocurra.