Ocurría allá en los noventa, en una localidad del área metropolitana de València. En un restaurante de carretera, un pequeño grupo de clientes hacía demasiada gala de su valencianidad o su alicantinidad. De pronto, el camarero les sirvió la ‘casera’ que habían pedido, señalándoles, un tanto enfadado: “esta sí que es buena de verdad, y no esa de La Casera”.
Rebobinemos los recuerdos. Carbónica Valenciana o Carbónica Alicantina (luego Carbomed, Carbónica del Mediterráneo) fueron muy activas factorías, a partir de mediados de la pasada centuria hasta comienzos de la actual (desde 2009 la marca es propiedad de la multinacional japonesa Suntory). Y sí, popularmente se les adjudicaba indistintamente la paternidad de un refresco que nació en realidad en Madrid, en 1949.
Caseras varias
En el caso valenciano, tras esta La Casera se hallaba el empresario José Zapater Bernal (1924-2016), perteneciente a una familia que, desde Tavernes Blanques (l’Horta Nord), iba a crear un pequeño emporio del refresco. Aparte de la cerveza La Huertana (transformada después en El Nebli, tras viajar marca y producto a Novelda, Vinalopó Medio), aquí también fabricaban las gaseosas el EKO y El Siglo, tras haber tenido otra importante marca propia, La Flor de Valencia.
¿Y qué ofrecía el camarero? Obviamente, no era La Rosa Alicantina, otro de los refrescos propios ya desaparecidos (la marca también comercializaba soda con sabores o los clásicos sifones), en este caso transmutado precisamente en La Casera. En concreto, era La Señera, aún degustable y creada desde 1955 en Alaquàs (l’Horta Sud). Si es que aquí hay dónde elegir en cuestión de aguas carbonatadas.
Los Zapater crearon un pequeño emporio de la gaseosa
Sabrosos e higiénicos
Pero son épocas en las que se lanzan un producto tras otro. Así, en la prensa editada en Alicante ciudad en 1934, se repiten unos anuncios que se dedican poco menos que a hacerse la competencia entre ambos. Por un lado, la ‘fábrica de gaseosas’ J. Llorca Santamaría calmaba la sed alicantina con productos como la gaseosa Victoria o la ‘naranjada natural’ Orange Rayo.
Aunque la fábrica de gaseosas y sifones de Arturo Bas respondía con varias marcas, ‘sin alcohol’ y servidas ‘a domicilio’: Zeppelin (‘deliciosa bebida a base de frutas’), Jabalí (‘refresco de piña digestivo’), Mercedes (‘gaseosa de limón muy grata, inmejorable’), Naranja (‘refresco ideal, sabroso e higiénico’) y Fruchampañ (‘champagne de fruta, saludable, tónico’). Además, “todos los productos se elaboran con agua descalcinada y filtrada, procedimiento moderno recomendado por la ciencia”.
Eran vendidos, con alcohol o no, como digestivos familiares
Digestivos familiares
Resulta interesante el aviso de la ausencia de alcohol, porque por entonces todos estos refrescos eran vendidos, tuvieran o no gradación alcohólica, como ‘digestivos’ familiares. De ellos, uno de los más exitosos en España (casi había tantas versiones como provincias donde se fabricase, o ciudades, o poblaciones) era el fruchampáñ, básicamente una gaseosa afrutada. La base de ello, el agua carbonatada, también se podía, y se puede, disfrutar con elaboración propia.
Se trata de esos sobrecitos de un polvo compuesto de bicarbonato sódico y ácido tartárico (que se obtiene sobre todo de la uva) que, combinado con agua fresca, proporciona una agradable y burbujeante bebida; una soda o sifón, en suma. Se les conocía antes popularmente como agua de litines, por derivación de ‘lithiné’ o ‘lithinés’. Originalmente la elaboraban en las farmacias y, dicen, viene del farmacéutico francés así apellidado. ¿O no?
Hasta el mismísimo refresco de cola nació por estos pagos
Carbonatados domésticos
En realidad, el asunto iba más a lo comercial: el agua carbonatada artificialmente (cuya invención se atribuye al físico y médico británico William Brownrigg, 1711-1800, en un experimento de 1741) se equiparaba a la que borboteaba en los balnearios, en muchos casos rica en litio. De ahí la palabreja. Se usaba, y se usa, también en repostería. No obstante, tardó en comercializarse lo que casi se convierte en simple curiosidad científica para conocedores.
Por cierto que dos de las veteranas y con liderazgo casi compartido del producto (más allá de nuestras autonómicas fronteras), El Tigre y El Vesubio, fundadas ambas en 1915, se encuentran en la Comunitat Valenciana, respectivamente en Cheste (Hoya de Buñol-Chiva) y La Nucía (Marina Baixa). Rara es la casa cuyos armarios de cocina no cuentan con alguna de sus creaciones. Para pastelería o directamente para echársela al agua fresca, cuando aprieta agosto.
Bebidas de cola
Pero no nos sorprendamos por el poderío de los refrescos burbujeantes en la Comunitat Valenciana. Como ya ha salido repetidamente en estas páginas, hasta el mismísimo refresco de cola nació por estos pagos. Hacia 1880 se comercializaba en Aielo de Malferit (Vall d’Albaida) una bebida alcohólica, la Nuez de Kola-Coca, cuyos representantes, según la BBC, se dejaron olvidadas muestras en una feria de Filadelfia de 1885.
Bien, en 1886 arrancaba el famoso producto de la hoy internacional corporación estadounidense, que, si lo anterior es cierto (y según la cadena británica todo apunta a ello), al cabo es una versión del refresco aieloner. Pero parece, eso sí, que desde entonces nos ha quedado una querencia por las bebidas fresquitas y burbujeantes, con, como dijo en greguería Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), sabor “a pie dormido”, pero de los dulces.